Los países árabes han optado por las políticas de parches en la gestión de los residuos con basureros temporales y la quema incontrolada de la basura al aire libre en zonas residenciales.La mala gestión de residuos en Oriente Medio es una bomba de relojería ambiental para el Mediterráneo.La región de Oriente Medio y Norte de África tira más de la mitad de sus desechos al aire libre.
Hace tiempo que la crisis de la basura en Líbano dejó de
ser un problema local. Todo comenzó en el caluroso y pestilente verano de 2015,
cuando miles de beirutíes salieron a las calles para exigir soluciones para una
ciudad que estaba siendo literalmente engullida por sus propios desperdicios.
Llegó un punto en que los pilotos de los aviones comerciales del aeropuerto
internacional Rafic Hariri de Beirut -el único del país- denunciaron que se
jugaban la vida esquivando a las gaviotas que sobrevolaban los vertederos.
Desde entonces, la situación no ha hecho más que empeorar.
En enero del año pasado, el mar escupió de vuelta miles
de toneladas de desechos que alfombraron las playas libanesas de Zouk Mosbeh,
causando indignación entre residentes y activistas ambientales por la crítica
situación de los vertederos nacionales. Pero la mala gestión de residuos no es
exclusiva del país del cedro sino que afecta a toda la región, convirtiendo a
Oriente Medio en una bomba de relojería ambiental para todo el Mediterráneo.
La corrupción en las instituciones públicas, la falta de
experiencia en gestión ambiental y la nula concienciación ciudadana, combinadas
con la escasa inversión municipal en reciclaje y la creciente presión
demográfica son los males comunes por los que la región ha fallado
sistemáticamente en la gestión de residuos sólidos, según expertos.
Actualmente, Oriente Medio y el Norte de África generan en términos absolutos
un 6% de los desechos mundiales, según datos del Banco Mundial. Se espera que
la zone duplique sus producción de residuos para 2050 hasta 255 millones de
toneladas anuales, con la consiguiente alarma sanitaria.
Y el Mediterráneo es un mar especialmente frágil. Un área
densamente poblada con una intensa actividad humana y más de 200 millones de
turistas en sus orillas. Dos ciudades españolas, Barcelona y Valencia, están
entre los puntos negros de contaminación por plásticos en el Mediterráneo, con
26,1 y 12,9 kilos de residuos plásticos acumulados por kilómetro, según un
reciente informe del WWF. Aunque países ribereños más desarrollados como
Francia o España producen más plásticos que Líbano, Egipto o Turquía, en la
última década han potenciado sus sitemas de gestión y reciclaje de residuos, un
esfuerzo que no ha sabido ser imitado por la orilla sureste.
"Tres regiones -Oriente Medio y Norte de África, el
África Subsahariana y el Sudeste Asiático- tiran más de la mitad de sus
desechos al aire libre y las expectativas de crecimiento de la basura tendrán
vastas implicaciones para el ambiente, la salud y la prosperidad, por lo que se
requieren acciones urgentes", concluyó el Banco Mundial.
Dinero tirado a la basura
Para solventar el problema de la basura, el ejecutivo
libanés decidió comprar incineradoras. La municipalidad de Beirut vendió el
proyecto a los ciudadanos como la forma de "matar dos pájaros de un
tiro". Por un lado, se quemarían los residuos orgánicos; mientras que, por
otro, se generaría electricidad para aliviar los apagones que sufren los
libaneses de tres a seis horas diarias.
El problema, sin embargo, es que los 1,6 millones de
toneladas basura que produce anualmente el país del Cedro sirven para generar
energía doméstica -calefacción o cocina- pero es un volumen insuficiente para
transformarla en generación de luz eléctrica residencial o energía para uso
industrial.
Un estudio de la Unión Europea sobre el uso de
incineradoras en el Líbano, publicado a finales de 2018 y al que ha tenido
acceso El Confidencial, advierte que el país mediterráneo no tiene la
capacidad, ni la tecnología, ni los expertos para la incineración de residuos
sólidos orgánicos. El documento especifica que para que la puesta en marcha de
las incineradoras sea exitosa es necesario "un sistema avanzado de gestión
de basuras que se basa en la recolección y tratamiento por separado de
diferentes tipos de desechos en vertederos controlados e
impermeabilizados".
Aun así, el gobierno libanés ha seguido adelante con este
proyecto multimillonario por el que el Líbano ha tenido que pedir un préstamo
de más de 1.000 millones de dólares al Banco Mundial. Las autoridades libanesas
pretenden adquirir tres incineradoras para Beirut, Trípoli y Zahle (valle de la
Bekaa), y cada una costará unos 375 millones de dólares.
"Son argumentos absurdos", denuncia Soulaima
Chamat, presidenta de la Coalición de Gestión de Residuos (WMC), a El
Confidencial. Según explica la medioambientalista, la ciudad de Beirut
"produce 6.500 toneladas al día de residuos sólidos urbanos y la cantidad
mínima para generar energía son 7.500 toneladas. Esto significa que tendríamos
que generar aún más basura en vez de reducirla”. O peor aún, habría que quemar
carburante para poner en marcha los generadores.
Países en guerra
La situación de Líbano, lejos de ser la excepción, es la
norma. La mayoría de países árabes han optado por las políticas de parches en
la gestión de los residuos con basureros temporales, que después de 20 años
siguen funcionando a falta de vertederos oficiales, y la quema no regulada de
basura al aire libre en zonas residenciales. El problema se agrava
exponencialmente en países que han sufrido la devastación de la guerra, como
Siria.
Las infraestructuras en la nación han colapsado después
de siete años de guerra, incluyendo los servicios de gestión de residuos.
Grandes cantidades de basuras permanecían durante semanas en las calles de todo
el país -especialmente en Alepo, Homs, Hama y en los barrios de Damasco- a la
espera de ser recolectadas, lo que llevó a muchos municipios a recurrir a la
quema incontrolada al aire libre.
A medida que Bashar Al Asad recuperaba el territorio
perdido, se restableció el sistema de recogida de basuras en las principales
ciudades. Pero ante la falta de relleno sanitario, los desechos de todo tipo
(químico, sanitario y desperdicios) se disponen en áreas abiertas que acaban
filtrándose y contaminando las aguas. Los proyectos internacionales, como la
recolección de desechos de emergencia del Comité Internacional de la Cruz Roja
(CICR) y la Media Luna Roja Árabe Siria (SARC), o un plan similar en Deir
ez-Zor de la agencia del PNUD, no han resuelto el problema. Tampoco las
iniciativas ciudadanas de recolección y reciclaje informal.
De hecho, la situación no difiere demasiado de la de
antes de la guerra. En 2010, antes del conflicto, el 85% de los desperdicios
domésticos se recolectaban por empresas municipales o privadas y el 80% iba a
vertederos abiertos no controlados, ubicados a las afueras de los pueblos,
según un estudio del Observatorio de Conflicto y Medioambiente. Además, los
desechos peligrosos y no peligrosos no se separaban, sino que se mezclan con
los desperdicios domésticos, lo que representaba una amenaza para la calidad
del agua, el suelo y el aire que respiran los sirios, advierte el informe.
Ciudad Basura
Los países más turísticos de la zona tampoco rompen la
tendencia. Es el caso de Egipto, que con 98 millones habitantes y proyección de
llegar 100 millones para 2020, la gestión de las basuras está lejos de ser una
prioridad para el Gobierno.
En El Cairo, son los 'zabbaleen', cristianos coptos
pobres, los encargados de recoger la basura de gran parte de los habitantes de
la capital egipcia y Giza, una megalópolis de 20,5 millones de habitantes, a cambio
de unas monedas. La basura acaban en el barrio de Mokattam, conocido como
'Ciudad de la basura', donde cerca de 50.000 zabbaleen sobreviven gracias al
reciclaje y recogida de residuos.
No todos los desperdicios acaban aquí. La mayoría se tira
al Nilo, que hace frente a vertidos ilegales de complejos industriales,
residuos procedentes de la urbanización y desarrollo costero, pesticidas y
fertilizantes de las explotaciones agrícolas, contaminación por hidrocarburos,
aguas residuales vertidas directamente sin tratar, basura común y,
especialmente, la falta de concienciación de los egipcios. Más del 80% de los
residuos sólidos municipales acaban en ríos o lagos, según un análisis reciente
del diario local Daily News Egypt.
El Nilo de plástico
Un dicho popular reza que, "si bebes del Nilo, estás
destinado a regresar a Egipto". Una conocida cantante egipcia bromeó en
televisión al respecto, afirmando que, si te atrevieses a hacerlo, enfermarías.
El comentario la llevó a juicio por "diseminación de noticias falsas que
dañan la reputación de Egipto" e "insultar al país", pero no iba
tan desencaminada. Se calcula que al menos 38 millones de egipcios beben agua
parcialmente contaminada.
El Nilo, además de estar contaminado, es contaminante.
Apenas una decena de ríos en todo el mundo vomitan el 90% del plástico que
llega a los océanos. Uno de ellos, el Nilo, según un informe del Foro Económico
Mundial.
La costa norte egipcia es uno de los puntos negros en
cuanto a contaminación con plásticos del mar Mediterráneo, según una denuncia
del WWF este pasado junio, que sitúa a Egipto como el país más contaminante de
toda la cuenca mediterránea -por encima de Turquía o Italia- con más del 40% de
los residuos plásticos que llegan al mare nostrum. WWF apunta al vertido
abierto e ilegal de basuras. Especialmente en Egipto, pero también en Marruecos
o Libia.
¿Quién salva a Cleopatra?
Además de los residuos plásticos, al menos 129 complejos
industriales y 300 hoteles (incluyendo los 'hoteles flotantes', barcos
turísticos en el río) descartan sus residuos en el Nilo, según un informe del
Ministerio de Medio Ambiente egipcio de 2009. Desde entonces, las autoridades
no han vuelto a publicar cifras oficiales y se han limitado a asegurar que
"se ha reducido el número".
Otras fuentes, como un informe del Centro Nacional de
Investigación (NRC), cifran en 350 las fábricas que están vertiendo sus aguas
residuales en el Nilo. Además, unas 700 plantas industriales en Alejandría
expulsan sus vertidos indirectamente en el Mediterráneo a través del lago
Mariout, considerado una de las mayores fuentes de contaminación al mar
Mediterráneo.
Agricultores y pescadores se quejan de la creciente
basura y contaminación de las aguas. No es inusual que, cada cierto tiempo,
alguno de los canales quede bloqueado por las basuras arrastradas por la
corriente, mientras que también se han denunciado casos de muertes masivas de
peces en ciudades como Kafr El-Sheij.
Cada semana, el submarinista Ashraf Sabri en Alejandría
se sumerge durante unas horas a recoger residuos del mar. Junto a un grupo
fluctuante de voluntarios, intentan recoger basura en las cada vez menos
transparentes aguas de la ciudad. La contaminación afecta a su negocio de guía
turístico submarino y se queja de la falta de colaboración de los vecinos y el
escaso apoyo del ayuntamiento local.
"Estamos conteniendo la basura para que no llegue a
la ciudad de Cleopatra sumergida. Está en una zona no tan cerca de humanos o
botes, protegida, pero las corrientes pueden arrastrar la basura", asegura
frustrado. "Esto debería hacerlo el Gobierno, no nosotros".
***Mas:
https://www.elconfidencial.com/mundo/2019-07-28/guerra-de-la-basura-oriente-medio-libano_2113367/