"Cortamos las orejas a las mujeres para hacerlas sordas y tontas", dijeron los yihadistas al ser detenidos. Pero es difícil explicar la pura barbarie a la que sometieron a las ocho mujeres cristianas, y todas con bebés, que encontraron en la aldea de Gakara.
No existen palabras en ningún idioma, ni oraciones en
ninguna religión, ni lágrimas en ninguna mirada que puedan expresar lo que
sienten mujeres como Miaramou, Djera y Abba después de que aquellos
que quieren ver arder el mundo decidieran arrancarles las orejas.
A Miaramou le cortaron la izquierda. Los hombres
malos no querían que oyera sus conversaciones. Fue un corte limpio, con un
machete con hoja de 40 centímetros.
A Djera le cortaron la derecha. Los hombres malos,
que hacía muchos meses que no pasaban por Gakara, una pequeña aldea en el
extremo norte de Camerún, a pocos kilómetros de la frontera con Nigeria,
querían mandar un mensaje de terror: Boko Haram había vuelto.
A Abba le cortaron la izquierda. Los hombres
malos no querían matarla. Tampoco violarla. Ni secuestrarla, como hicieron
hace dos años con otras ocho mujeres de la aldea. Esta vez era una advertencia
a los ganaderos, que un día del pasado invierno decidieron organizarse en
comandos, armados con arcos y flechas, para proteger su tierra y a sus
familias.
Hoy, desde la enfermería de la ciudad de Kerawa, cerca
de Gakara, las tres mujeres piden protección a los soldados del Batallón
de Intervención Rápida (BIR) que las asisten. Lo hacen con la mirada, con los
gestos, con su silencio. Alguna, como Djera, lo pide con las palmaditas que le
da a su bebé mientras trata de explicar lo que ocurrió el día que le cortaron
la oreja derecha. El recuerdo es borroso. Trata de convertirlo en palabras. No
puede. No le salen. El miedo es demasiado fuerte. A quien sí se le escurren las
palabras es al soldado camerunés encargado de curar sus heridas: «Estamos
tratando de descubrir qué mensaje hay detrás de esta barbarie. Nunca habían
actuado así». Y no sólo cortaron las orejas a estas tres mujeres.
Madrugada del 29 de julio. Un grupo de 40 hombres,
combatientes de Boko Haram, cruzan la frontera entre Nigeria y Camerún y
llegan a la aldea cristiana de Gakara, en el distrito de Kolofata (77.850
habitantes). Primero, empiezan a disparar y a perseguir a los miembros del
denominado grupo de autodefensa de la aldea, una decena de hombres cuya misión
es proteger a su pueblo, que acaban huyendo a las montañas. Los terroristas
entran en las cabañas y cogen como rehenes a ocho mujeres. La mayoría son
veinteañeras. Unas pocas superan la treintena. Todas son madres.
Las ponen en fila, agachadas, con las rodillas en la
arena. Detrás todas tienen a un soldado que las agarra del pelo mientras otro
va cortando una oreja a cada una. Sólo una. Se escuchan gritos. De dolor. De
auxilio. Después, las liberan. A todas. Ésta es la primera vez que Boko Haram
utiliza este método de mutilación para atacar a las mujeres. Antes de irse de
la aldea, los terroristas activan un artefacto. En la explosión mueren dos
hombres, Oumar Matapa (70 años) y el adolescente Abba
Mamadou (15 años). Y de vuelta a Nigeria matan a tres milicianos locales.
Hacía dos años que Boko Haram no atacaba Gakara. La última vez fue en agosto de
2017, cuando saquearon y quemaron varias casas, asesinaron con kalashnikovs a
15 hombres y secuestraron a otras ocho mujeres. Éstas nunca regresaron.
Tras el ataque del 29 de julio, las mujeres con las
orejas cortadas fueron llevadas hasta la localidad de Kerawa (1.600 habitantes)
y atendidas por los soldados-enfermeros del ejército camerunés apostados en un
centro de salud en el que hace tres años murieron 40 personas tras un bombardeo
de Boko Haram. Fue uno de los soldados cameruneses el que difundió en internet
la fotografía de tres de las mujeres con las orejas mutiladas abrazando a sus
bebés: Miaramou Naba (32 años), Djera Brahim (30) y Abba Moussa (30).
El periódico local L?Oeil du Sahel fue el
primero en hacerse eco de lo ocurrido en Dakara. «Hemos contado muchas veces
cómo los terroristas han torturado, violado o matado a mujeres, pero nunca que
les cortaran las orejas y después las soltaran», explica Guibaï Gatama, el
director del medio.
Al leer la noticia, una periodista francesa
de 24jours cruzó a Nigeria para preguntar por lo ocurrido en Dakara a
varios combatientes de Boko Haram que fueron detenidos por la Policía
nigeriana. «Cortamos las orejas a las mujeres para hacerlas sordas y tontas»,
respondieron sin dar más explicaciones.
Uno de los mayores expertos en terrorismo yihadista en el
norte de Camerún es el periodista de investigación Chief Bisong Etahoben,
editor jefe del periódico Weekly Post. «Con la escalada de la insurgencia
separatista en las regiones noroeste y suroeste de Camerún, el Batallón de
Intervención Rápida (conocido popularmente por su acrónimo francés BIR), que es
la fuerza de élite del ejército de Camerún y que ha participado en la mayor
parte de la lucha contra Boko Haram, se ha extendido demasiado a estas
regiones. Por lo que Boko Haram se siente envalentonado para volver a entrar en
la región del extremo norte del país. El corte de las orejas de las mujeres es
el primer incidente de este tipo. Sin embargo, Boko Haram en el pasado ha
estado constantemente secuestrando y violando a mujeres», explica.
PROBLEMA SEPARATISTA
Bisong se refiere en primer lugar al problema
separatista, que golpea a Camerún desde finales de 2016. En la población
anglófona del país (20%), históricamente discriminada por el Gobierno central
francófono, se empezaron a formar grupos armados cuando en la zona sur,
en Ambazonia, tras proclamar unilateralmente su independencia, sufrieron
una fuerte represión del ejército camerunés por orden del presidente Paul
Biya. Esta crisis anglófona, según Naciones Unidas, ha provocado cerca de 2.000
muertos y más de 430.000 desplazados de sus hogares, que han marchado al norte
del país o a Nigeria. Y ellos han sido los principales golpeados por el terror
de Boko Haram.
Esto lo han vivido en primera persona los cooperantes de
la ong española Zerca y Lejos, los únicos que permanecen sobre el terreno
en la zona extremo norte de Camerún, país en el que llevan instalados desde
2001. «Tenemos un proyecto de una escuela de educación primaria con 627 niños
matriculados. Por suerte nunca hemos sido atacados por Boko Haram al estar en
un pueblo entre dos montañas en la frontera con Nigeria. Hay muchas familias
que se están trasladando aquí, huyendo de los terroristas y del conflicto
separatista», explica Elena Aranda, técnico de proyectos de Zerca y Lejos,
quien tampoco había escuchado nunca que los yihadistas cortaran orejas a las
mujeres durante un ataque, como ocurrió el pasado 29 de julio.
«Los ataques que han estado haciendo en los últimos años
consistían en grupos aislados que bajaban a los pueblos, se llevaban
provisiones y quemaban las casas, pero no atacaban tan directamente a la
población. Y, normalmente, hay comités de vigilancia que están por las montañas
para avisar a los pueblos si Boko Haram se acerca para que la gente se
esconda», cuenta Elena Aranda. «El año pasado estuvimos más tranquilos, pero ahora
Boko Haram ha vuelto a atacar asiduamente en esta zona del extremo norte. No es
que se hayan rearmado ni que estén creciendo. Lo que dicen los coordinadores de
la zona es que las autoridades se han desentendido de la población local y los
terroristas han visto que tienen más libertad y espacio para atacar. Por eso,
hace un mes, salieron a manifestarse, reclamando protección al Estado».
A principios de año, después de meses sin entrar en el
extremo norte de Camerún, Boko Haram empezó de nuevo a quemar aldeas, saquear
los graneros y secuestrar a niños para utilizarlos como soldados. El descenso
del terror yihadistas en los meses previos se debió a la división interna
surgida en el grupo terrorista entre la facción de su líder, Abubakar
Shekau, y la de Abú Musaf Barnabi, el señalado por el Estado Islámico como
nuevo cabecilla.
http://lab.elmundo.es/boko-haram/index.html explicó
hace pocos meses en una trabajada serie de reportajes de Boko Haram sobre el
terreno el papel de cada facción: desde cómo el objetivo de Abubakar Shekau,
famoso por secuestros como el de las más de 200 niñas de la escuela de Chibok
en 2014, son todos los musulmanes que no comparten sus ideas, incluso por
encima de los cristianos. Shekau controla el sur y el este del estado de Borno
(Nigeria), además de parte de la cuenca del lago Chad y del norte de Camerún.
El segundo grupo de Boko Haram, en manos de Abú Musaf Barnabi, que juró lealtad
al autoproclamado califa Al Bagdadi, controla la zona oeste y norte de Borno y
la frontera sur de Níger.
El 26 de julio se cumplieron 10 años del primer
atentado terrorista perpetrado por Boko Haram, cuando atacó una comisaría y
mató a 50 personas. En esta década su terror han dejado cerca de 27.000 muertos
y casi tres millones de desplazados.
DRON PARA VIGILAR
Camerún, después de Nigeria, es el país más afectado por
la actividad yihadista. Sobre todo la zona fronteriza con Nigeria. Allí ya han
acogido a más de 100.000 refugiados del país vecino que han huido del dominio
yihadista. Uno de los problemas a los que también se han enfrentado es el
secuestro de niños por parte de Boko Haram para convertirlos en soldados. Como
a los 78 que se llevaron el año pasado de una escuela presbiteriana.
Otro problema que golpea a la zona es la pobreza y el
hambre, algo de lo que los terroristas se han aprovechado para reclutar a
soldados para su causa. Por ello el Gobierno acaba de aprobar un proyecto para
distribuir más de 60.000 cabras y ovejas a los jóvenes cameruneses de las
aldeas junto a la frontera. Otro proyecto, el de un joven ingeniero de 25 años
llamado Borel Teguia, consiste en un dron solar (con cuatro motores
simétricos y que vuela a 150 metros de altitud) que ha fabricado para vigilar
la frontera y dar el aviso si los combatientes de Boko Haram se acercan de nuevo
a aldeas como Gakara, para que que no vuelvan a cortar las orejas a las
mujeres.
@Lucasdelacal
https://www.elmundo.es/cronica/2019/08/14/5d4d98b3fdddff5abf8b45cf.html