El combate al lavado se ha quedado corto en el Viejo Continente.
Durante décadas, la creciente dependencia de la
tecnología y la automatización ha significado una cosa para los trabajadores:
menos empleos. Pero en un rincón de la industria financiera ocurre lo
contrario, los bancos de toda Europa bregan para cubrir puestos en unidades que
emplean tecnología para combatir el lavado de dinero.
Golpeados por una letanía de escándalos y más de 20 mil
millones de dólares en multas desde 2012, los bancos están recurriendo a la
inteligencia artificial y el aprendizaje automático para detectar a los que
buscan ocultar el origen del dinero mal habido. Pero esa tecnología arroja
tantos datos que las instituciones deben contratar legiones de trabajadores
para clasificarlos y separar la paja del trigo.
El personal adscripto a las divisiones de cumplimiento
regulatorio y delitos financieros representa actualmente alrededor del 3 por
ciento de la plantilla de un banco promedio en Estados Unidos y Europa, una
cantidad que duplica con creces a la de 2013, según la consultora Boston
Consulting Group (BCG). Debido a que la mayoría de las entidades bancarias
ahora evalúan exhaustivamente a los clientes comerciales de forma anual en
lugar de cada tres o cinco años, como hacían hace algún tiempo, los grandes
bancos suelen gastar más de 300 millones de dólares anuales en personal para
sus operaciones contra el lavado de dinero, dice BCG. El banco de inversión
italiano Mediobanca SpA estima que las instituciones financieras europeas
tendrán que contratar a diez mil personas en los próximos dos años, pero no hay
suficientes candidatos cualificados. “Hay una crisis continua de personal”,
dice el socio de BCG Norbert Gittfried. “La necesidad diaria sigue aumentando”.
En un escenario de bajas tasas de interés y una economía
regional débil que merma los beneficios, aumentar el personal es difícil, pero
los bancos no tienen otra opción. En enero entrarán en vigor nuevas
regulaciones contra el lavado de dinero en la zona euro, que endurecerán las
normas y ampliarán el rango de actividades que deben ser inspeccionadas. El
banco danés Danske Bank AS, que dice haber detectado transacciones sospechosas
por valor de 220 mil millones de dólares en su sucursal en Estonia, necesita
600 personas para sus unidades de delitos y cumplimiento.
El banco holandés ING Groep NV, que en 2018 pagó una
multa de 775 millones de euros para resolver casos de blanqueo de dinero, creó
en el segundo trimestre de este año 500 puestos de tiempo completo para
monitorear transacciones sospechosas, incrementando ese personal en un 20 por
ciento. El mayor banco de Francia, BNP Paribas SA, ha aumentado su plantilla de
cumplimiento y delitos financieros en un 40 por ciento en los últimos tres
años, para un total de 4 mil 200 empleados.
Varias entidades han tercerizado a Europa del Este
empleos de menor nivel en el campo, mientras que otras celebran rondas de
entrevistas donde los ejecutivos de cumplimiento se reúnen con posibles
candidatos, buscando mejorar la imagen de lo que durante mucho tiempo ha sido
visto como un rancio páramo de la industria financiera. El banco holandés
Rabobank Group, que acordó pagar 369 millones de dólares para zanjar una
investigación estadounidense sobre el lavado de dinero para narcos mexicanos,
ha abierto 21 centros de cumplimiento en los Países Bajos para atraer a
aquellos trabajadores reacios a mudarse a ciudades más grandes.
Deutsche Bank, el atribulado banco alemán que planea
recortar 18 mil empleos para 2022, ha prometido que “no sacrificará nada” en la
lucha contra el crimen y espera gastar 4 mil millones de euros para reforzar
sus capacidades de cumplimiento en los próximos tres años. En toda Europa, los
salarios de los funcionarios de cumplimiento han aumentado un 20 por ciento
desde 2016, superando con creces los aumentos en el resto del negocio bancario,
según la reclutadora Korn Ferry.
Aunque para los bancos sería imposible cumplir con las
regulaciones antilavado de dinero sin la ayuda de software, esas herramientas
pueden inundarlos con miles de “falsos positivos”. Flexibilizar los algoritmos
podría reducir el problema, pero eso probablemente también dejaría pasar a
algunos maleantes, exponiendo a los bancos al riesgo de masivas sanciones.
Además, los delincuentes constantemente buscan formas de ocultar la procedencia
de su dinero, a menudo utilizando elaboradas redes de compañías offshore o
moviéndolo por todo el mundo utilizando transferencias digitales y
criptomonedas. Las computadoras pueden detectar la actividad sospechosa, pero
generalmente no son lo suficientemente listas como para desentrañar con
precisión lo que está sucediendo con un cliente o una transacción.
Es por eso que los bancos necesitan a personas como
Carolien Al-sabbag. La analista de 29 años fue contratada el año pasado por el
centro de cumplimiento de Rabobank en Zeist, una localidad de 63 mil habitantes
a unos 45 minutos al sur de Ámsterdam. En una tarde reciente, recibió un aviso
de que un cliente con una considerable cartera de bienes raíces había realizado
una serie de depósitos en efectivo que superaban los diez mil euros, y la
fuente de los fondos no estaba clara. Después de una búsqueda rápida en Google,
Al-sabbag descubrió que la policía había encontrado una granja ilegal de
mariguana en una de las propiedades del cliente. Llamó al contador de este,
quien dijo que el cliente es dueño de un restaurante y que el dinero era un
ingreso legítimo procedente de allí. Transmitió sus hallazgos a un supervisor,
quien decidiría si reportar la actividad sospechosa a la policía. “Las personas
no siempre están contentas cuando las investigamos, pero con tantos escándalos
de dinero sucio, comienzan a entenderlo un poco”, dice.
Aun así, contratar a una hueste de analistas no es
suficiente, dice Charles Delingpole, CEO de ComplyAdvantage, una startup de
Londres que proporciona software antilavado a más de 400 clientes, incluida la
división británica del Banco Santander y Earthport, un procesador de pagos
propiedad de Visa. A los bancos se les pide vigilar de cerca las cuentas, aun
cuando las aplicaciones móviles les permiten a los clientes hacer de todo,
desde negociar divisas hasta contratar hipotecas con solo unos pocos toques en
su teléfono. Y cada vez que un banco detiene una transacción o investiga a un
cliente, puede perder a un usuario y a su dinero.
Delingpole dice que lograr un equilibrio es un desafío
que requiere una nueva mentalidad en toda la organización, no solo más personas
y más software. “Es mucho más fácil tratar de resolver el problema con más
personal que reconfigurar la infraestructura financiera”, señala. “Pero los
blanqueadores de capital son tremendamente innovadores, y las exigencias
regulatorias y la severidad de las sanciones siguen aumentando”.