Por regla general los servicios de Inteligencia reflejan las fortalezas y debilidades de cada país. Pensemos en el poderío estadounidense, ruso o chino, la supervivencia israelí o colombiana, la tradición británica o francesa, la disciplina chilena, el expansionismo parasitario de Cuba, la brutalidad venezolana o la tristemente insulsa y caótica decadencia argentina, y veremos que todos los países tienen servicios de Inteligencia en correspondencia a lo que son.
Y así como algunos de esos países, por tener clara
conciencia de su identidad nacional y la aspiración de ocupar un lugar en el
mundo proyectan su futuro a 30 o 50 años, haciendo lo necesario para cumplir
sus propias profecías, Argentina es un raro ensayo donde el futuro parece estar
siempre veinte años en el pasado; o más.
Por esa razón, y todo lo que encubre, ser agente de
Inteligencia en la República Argentina es una tarea ingrata y frustrante,
porque en la Argentina pensar es en sí mismo una tarea ingrata y frustrante.
Dicho esto, subrayo que la ineficiencia del Sistema de Inteligencia Nacional
obedece, esencialmente, a cuestiones de cultura política cuya corrección no
está al alcance de los agentes activos de Inteligencia. Nuestro país dilapida
recursos humanos en todos los órdenes, también la vocación, la capacidad
profesional y el talento de sus agentes de Inteligencia.
PROCESO RACIONAL
Entendamos que Inteligencia es simplemente el proceso
racional que antecede a la toma de decisiones, consistente en reunir y analizar
información en previsión de escenarios futuros de modo que el decisor pueda
avizorar de antemano los efectos de lo que decide.
Todas las personas, en tanto seres racionales, hacemos
Inteligencia en forma cotidiana, desde el ama de casa que intenta llegar a fin
de mes hasta quien dirige una empresa. Por supuesto la Inteligencia de Estado
tiene una mayor complejidad, pero en esencia es siempre la misma simple cosa
obedeciendo a una razón elemental explicada magistralmente por el General Sun
Tzu hace 2.400 años, cuando en El Arte de la Guerra observó y enseñó:
"Cada asunto requiere un conocimiento previo".
Lo supo el General San Martín, un aplicado discípulo de
Sun Tzu. Por eso no ha sido un factor menor el rol de la Inteligencia en el
éxito de la campaña libertadora y, más aún, desde entonces hasta hoy puede
afirmarse que a la Argentina le ha ido tan bien o tan mal como cerca o lejos se
haya ubicado de esa enseñanza del general chino.
Un país que cuenta con Inteligencia ahorra tiempo y
dinero, no malgasta oportunidades ni rifa su futuro, y esa es una razón por la
cual los ciudadanos deben exigir que el gobierno pueda acreditar fundamentos de
Inteligencia en su toma decisiones.
KOLAPSO
Largamente desvirtuado y maltratado por la política, el
Sistema de Inteligencia Nacional colapsó a finales del 2014 durante el régimen
kirchnerista. Tan previsible fue aquello que ocurrió del modo exacto en que
quien esto escribe lo anticipó en 2009 *.
En el afán de causar daño institucional al país, el
último insulto a la inteligencia por parte del régimen fue inventar la AFI y
colocar a su frente a Oscar Parrilli, secundado por elementos afines como Juan
Martín Mena y Marcelo Saín.
De esos inútiles, cuando Mauricio Macri asumió la
Presidencia de la Nación recibió un sistema de Inteligencia derrumbado y
pisoteado. La promesa del cambio hacía suponer que el nuevo gobierno, más
racional al no ser un proyecto totaltiario, entendería el rol de la
Inteligencia y pondría empeño en alcanzar un mínimo de eficiencia, acorde a los
desafíos que anunciaba su sola orientación republicana.
Sin embargo ello no ocurrió y por una inaudita razón:
Mauricio Macri demostró como Presidente no tener intención de incorporar
fundamentos de Inteligencia a su toma de decisiones. Tanto así, que en
diciembre de 2018 lo confesó en un artículo de su autoría, que arrancaba
diciendo: ""La vida es una toma de decisiones constante, y decidir no
siempre es fácil. Implica elegir una alternativa y renunciar a otra u otras de
antemano, sin saber cómo podrían resultar"".
Es cierto que decidir no es fácil, pero es enteramente
falso que no se pueda anticipar el efecto de lo decidido. Luego se entiende la
persistencia de marchas y contramarchas del gobierno por decidir en base a
prueba y error. Significa que no hay un estadista en Balcarce 50, que no es una
calle sino un desierto lo que separa la Casa Rosada de 25 de Mayo 11, que
Gustavo Arribas es apenas un amigo que habla de fútbol con el Presidente y que
acaso ya sea tarde para regalarle al Presidente ese mismo libro que supo
integrar la biblioteca de San Martín. Y no es sólo el Presidente, es también la
constante de quienes lo rodean potenciando sus errores, como Patricia Bullrich
quien, sin explicaciones, mantiene acéfala la Dirección Nacional de
Inteligencia Criminal (DNIC).
Un país agobiado por el peso de la incertidumbre se agota
en el presente y en la postración es casi imposible levantar la cabeza para ver
más allá, por eso este envejecido servicio no envidia a los camaradas que
revistan en actividad.
La tienen muy cuesta arriba, porque las crisis complican
pensar a plazo y a medida que adquieren velocidad el decisor se ve superado por
la coyuntura. Además, si nunca te dio bola... menos ahora.
***Ariel Corbat, Periodista. El lector podrá encontrar
más artículos del señor Corbat en sus dos blogs: plumaderecha.blogspot.com y unliberalquenohabladeeconomia.blogspot.