Jerusalén - El primer ministro se aferra al poder y puede forzar unas terceras elecciones.
El primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, se ha
quedado prácticamente sin margen de maniobra para mantenerse en el poder. Ayer
tendió la mano a su máximo rival, Benny Gantz, líder de la coalición Azul y
Blanco, que lidera el recuento de votos después de las elecciones del martes,
pero no tuvo éxito. Gantz rechazó la oferta sin ni siquiera mencionar su
nombre. Los problemas del primer ministro no acabaron aquí porque Avigdor
Lieberman, líder ultranacionalista y hasta el pasado noviembre su ministro de
Defensa, hizo una oferta a Gantz para cerrar un pacto que excluya a los
partidos religiosos y, de paso, también a Netanyahu.
Durante los diez años que lleva en el poder, más que
ningún otro jefe de Gobierno, Netanyahu no había estado en una posición tan
difícil. El bloque conservador que lidera suma, una vez escrutado el 98% de los
votos, 55 escaños. El bloque de centro izquierda, por su parte, tiene 56. Es
más, su partido, el Likud, ha conseguido 31 escaños en la Kneset, dos menos que
Azul y Blanco. Todo parece indicar, por lo tanto, que el presidente Reuven
Rivlin encargará a Gantz la tarea de formar gobierno. Las consultas arrancan el
domingo y se prolongarán durante dos días. Gantz tendrá entonces seis semanas
para cerrar una coalición que sume los 61 escaños de la mayoría absoluta.
El ultranacionalista laico Lieberman propone a Gantz un
pacto que excluya a los partidos religiosos
Alcanzar esta cifra parece que sólo está al alcance de un
gobierno de unidad entre Likud y la coalición Azul y Blanco, pero ésta solo
sería posible si Netanyahu se retira. En este sentido, el centrista Yair Lapid,
uno de los líderes de Azul y Blanco, pidió al primer ministro que, por el bien
de Israel, renuncie a un quinto mandato.
Netanyahu, sin embargo, parece improbable que se vaya sin
plantar cara. En octubre ha de comparecer en la vista previa de un juicio por
corrupción. El fiscal tiene previsto acusarlo de tres delitos. El juicio podría
celebrarse antes de fin de año.
Netanyahu ganó las elecciones de abril pero, cuando no
pudo formar una coalición de gobierno, disolvió el Parlamento. Fue una medida
sin precedentes porque lo lógico hubiera sido ofrecer a Gantz la posibilidad de
intentarlo. Ahora también está en situación de abortar los planes de gobierno
del centro izquierda. Le bastaría con mantener a raya a los posibles rebeldes
del Likud que quieran vender su piel a cambio de una coalición laica con Azul y
Blanco. En este caso podría forzar unas terceras elecciones, hecho que tampoco
tendría precedentes. Para lograrlo debería aguantar los 42 días que, a partir
del martes, tendrá Gantz para formar gobierno si, como es de suponer, el
presidente Rivlin le concede el privilegio.
Netanyahu ganó las elecciones de abril pero, cuando no
pudo formar una coalición de gobierno, disolvió el Parlamento
Reuven Rivlin valoró positivamente la oferta de Netanyahu
a Gantz de formar un ejecutivo de unidad en el que ambos se alternen en el
puesto de primer ministro. Hay un precedente. Entre 1984 y 1988 el conservador
Shamir y el laborista Peres compartieron el poder.
Las circunstancias, sin embargo, han cambiado. Gantz, que
ayer coincidió con Netanyahu, en un homenaje a Peres, habló de una coalición
sin los ultraortodoxos y sin un primer ministro acusado de corrupción. Rivlin,
que también estuvo en el homenaje a su predecesor, intentó mediar entre los dos
políticos pero no tuvo éxito.
El fracaso de Netanyahu –el segundo desde abril– abrió
las puertas a un envalentonado Lieberman, representante de los inmigrantes
judíos procedentes de la URSS. Este ultranacionalista, que vive en un
asentamiento en Cisjordania y que ha demostrado con creces su aversión a los
palestinos, siente el mismo odio por los ultraortodoxos que apoyan a Netanyahu.
Su oferta a Gantz arrincona aún más a Netanyahu, muy lejos ahora de su
verdadero objetivo: que la nueva Kneset blinde su inmunidad y no pueda ser
juzgado.