En el supuesto de que los negativos augurios se concreten, se entiende, el ahora innegable estancamiento —práctica recesión— de la economía del país se deberá profundizar o, en el mejor de los casos, dar signos de incipiente recuperación en los meses por venir, alejando cada vez más del panorama nacional la expectativa de alcanzar crecimientos mayores a dos por ciento.
Si bien al más alto nivel gubernamental se mantiene el
esperanzado discurso de que, muy probablemente en noviembre, el Congreso
estadunidense podría aprobar la nueva versión del acuerdo trilateral de libre
comercio signado con Estados Unidos y Canadá, el T-MEC, lo cierto es que, en
círculos cerrados del lopezobradorismo, tal posibilidad se vislumbra cada vez
más lejana… ¡tanto como al término de 2020!, pasadas ya las elecciones
presidenciales en la Unión Americana, lo que diferiría su entrada en vigor
hasta principios de 2021.
Ello, no sólo por la intrínseca dificultad que un proceso
como el que se apunta conlleva sino, ahora, por el inicio del proceso de juicio
político iniciado contra el lenguaraz Donald Trump por parte de la minoría
demócrata, agravado por la, cada vez más, evidente falta de apoyo en amplios
sectores de la sociedad y, esto es lo grave, la íntima convicción prevaleciente
en no pocos de que el mandatario carece de fuerza, y de intención incluso, para
llevar adelante el referido convenio.
Y esto, que a todas luces parece explicable y hasta
comprensible, no lo es tanto para quienes, al interior de la administración de
la 4T, apostaban a que la inminente entrada en vigor del renovado Tratado
Comercial de Norteamérica, como lo explicitó ayer el propio titular (sustituto)
de Hacienda, Arturo Herrera, constituirá, junto con la proclamada nueva
activación de Petróleos Mexicanos (Pemex), una de las plataformas de
lanzamiento idóneas del proceso de reactivación económica que, más pronto que
tarde, dijo, deberá reflejarse en un crecimiento positivo y estable del PIB
nacional.
Cancelada, pues, tal posibilidad, en el supuesto de que
los negativos augurios se concreten, se entiende, el ahora innegable
estancamiento —práctica recesión— de la economía del país se deberá profundizar
o, en el mejor de los casos, dar signos de incipiente recuperación en los meses
por venir, alejando cada vez más del panorama nacional la expectativa de
alcanzar crecimientos mayores a 2% o, como en algún momento se llegó a
comprometer por parte del Ejecutivo, promedios de 4% anual.
Parecería, pues, que, al margen del desbordado optimismo
de que una mañana sí y otra también muestra el gobierno, las expectativas no
sólo apuntan a que no nos irá requetebién como se augura, sino, inclusive, que
las cosas se están desordenando de manera tal que, en materia económica al menos,
pudiera irnos requetemal.
Ojalá nos equivoquemos…