¿Han inventado las redes sociales la mentira? ¿Son culpables nuestras cuentas de facebook o twitter de que existan rumores o chismes truculentos? ¿Había crueldad, cargadas, bromas pesadas, ese paquete que hoy llamamos pomposamente bullying, antes de instagram? ¿Existían antes los demagogos? Y políticos falsos y maniqueos? ¿Es que ya se conocían antiguamente los asesinatos, masacres, el morbo por los escándalos antes de que los pudiéramos googlear?.
Si la respuesta a todas estas preguntas es sí, ¿a qué
viene tanto alarmismo por la circulación de información en las redes sociales?
¿Por qué tanta ofuscación con las fake news y la manipulación de la
información? ¿Es que acaso alguien ha visto plasmado en un tuit algo que no se
haya escrito nunca antes? ¿Que diferencia una mentira expresada desde un canal
de televisión de una fake new? Pues solamente la preferencia de los medios de
comunicación.
REDOBLADA MORAL VICTORIANA
Los medios tradicionales, casi monolíticamente, han
abrazado el mismo conjunto de conclusiones respecto del mundo que nos rodea.
Gracias a un cóctel de pauta estatal y prebendas corporativas, fueron
elaborando un protocolo de visiones tas sesgadas y tan estructuradas que
resultaron aplastantes y autoritarias. A ese conjunto de mandamientos sobre lo
que se puede o no decir y pensar se llama “corrección política” una especie de
redoblada moral victoriana que no les permiten salir ni ver más allá.
En consecuencia lo único que sí pueden hacer, al igual
que el famoso perro del hortelano, es vigilar y castigar a aquello que no es
políticamente correcto en el marco de la circulación de información por vías
alternativas. Los medios atados en su debacle a la corrección política no
pueden soportar que les redes sociales salten este protocolo tan estricto
basado en una agenda ideológica que en general los excede y que no les permite
casi opinar: es su techo de cristal, su cepo y la causa de su bancarrota.
Los grandes medios son paradójicamente, cada vez más
chicos y su influencia, menor. Las personas que son lo suficientemente libres
encuentran la forma para defenderse de lo que unos cuantos popes del negocio de
los medios masivos tienen diseñado para ellas.
¿Por qué tanto alarmismo alrededor de los medios pequeños
y los nuevos formatos? Porque el miedo es una herramienta de control, se sabe.
Generando neurosis sobre la amenaza de las fake news intentan ser los
vendedores únicos de una única versión de la realidad.
La noticia, la realidad mediática es la representación
que el escriba produce basándose en unos códigos y en unos intereses concretos.
Las corrientes de opinión se forman como resultado de este complejo proceso, en
el que los medios no son ni tan rigurosos ni tan neutrales. Las grandes
corporaciones mediáticas son ventanas que abren sólo para el lado de lo
políticamente correcto y dictan una agenda social y cultural, que aparece hasta
el hartazgo en los bloques informativos, se repite en las portadas y titulares
y se amplifican con los comentarios de los especialistas.
Anquilosados, los medios tradicionales lanzan, desde su
corporativo inmovilismo, toda su artillería contra medios más pequeños y redes
sociales. Tiene sentido porque su estructura clientelar no está articulada con
el océano digital. Por este motivo sólo pueden mirar por las hendijas del
turbulento mundo de las redes sociales y tratar de desprestigiarlas
subestimando su poder y acusándolas de diseminar fake news.
¡Justo los grandes conglomerados periodísticos! Lejos de
ser una fuente de contacto con la realidad, se han transformado en una usina
ensimismada que otea desde sus murallas como la opinión pública ya no pasa por
sus noticieros, sino por el trending topic procesado por un algoritmo.
Es el turno de los algoritmos y no hay lugar para lo
políticamente correcto. Cuando es censurada la información circula por los
medios pequeños y alternativos. Es como el agua, por algún lugar cuela. La
agenda victoriana de la corrección donde las minorías y las voces discrepantes
quedan silenciadas es hoy un fracaso.
Como no somos niños de jardín sabemos que la demagogia
electoral, el amarillismo en las noticias y la mentira como método de
persuasión no son un fenómeno novedoso. Podríamos situar la primera fake new en
palabras de Caín diciendo que no tenía ni idea de por dónde andaba Abel que no
se aparecía a cenar. Es casi seguro que las redes poco tuvieran que ver con el
pícaro asesino.
¿Por qué se exige regulación, vigilancia y castigo para
las redes sociales pero se condena el control sobre los medios tradicionales?
¿Fake news, noticias falsas o manipuladas, fenómenos con enorme capacidad de
daño que requieren de regulaciones, prohibiciones y controles destinados a
protegernos de su maléfica influencia no han existido siempre?
Cuando los medios tradicionales ven que no sirven ya para
vender crecepelos, cuando ven que el protocolo de lo políticamente correcto los
aleja de la preferencia del público allí se condolecen de su infortunio. Los
medios alternativos son la respuesta a la hegemonía discursiva mediática. Sobre
todo son reflejo de un movimiento heterogéneo, caótico, irregular, espontáneo y
libre. Quienes logran escapar de los grilletes de la corrección política llevan
las de ganar.
La pérdida del poder único de manipulación de la
información y de la opinión es lo que genera la alarma hacia las redes. Alguien
más susurra, ahora, en los oídos del público. La corrección política tiene cada
vez menos influencia. La industria del miedo a decir algo que pueda ser
castigado o rechazado por los grandes medios pierde poder ante el desgobierno
de la información recorriendo las redes.
Entonces se conduelen de que crean polarización. Las
creen responsables del auge de movimientos apolíticos y contraculturales. Hay
quienes consideran que las redes sociales están pudriendo la democracia
llevándola a su destrucción. ¿Podemos hablar de una industria de la corrección
política? Posiblemente. Se trata al menos de una corporación regida por un
consenso ideológico y político definido. Un grupo de iluminados que pensaron
que su protocolo de visión del mundo ya había sido vendido, metabolizado y
sellado. O hablemos mejor de un grupo de buscadores de buenas causas para
convertirlas en poder y negocios.