La jornada estuvo protagonizada por una gran abstención, cercana al 45,5 por ciento, la más alta desde el retorno del país a la democracia.
Portugal apuesta por el continuismo socialista. Ni la red
de nepotismo familiar instaurada por al menos 43 de sus dirigentes ni su
enfrentamiento con el colectivo de profesores le han pasado factura al Gobierno
de António Costa, que mejora su resultado de 2015 y se quedó más cerca de la
mayoría absoluta de lo que ellos mismos imaginaban. Sí, porque de aquellos 86
el PS ha pasado a 106 diputados electos, al menos al cierre de esta edición
(porque las peculiaridades del recuento al otro lado de la frontera dilatan
mucho el veredicto final y, superada la medianoche lusa, restaban 13 escaños
por adjudicar).
Por su parte, los conservadores del PSD se descabalgaron
estrepitosamente bajo el paraguas del errático Rui Rio: sus 107 escaños cuatro
años atrás dan paso a los 75 vigentes, hasta la confirmación definitiva cuando
finalice el escrutinio en el extranjero.
Peor panorama vivieron sus conmilitones del CDS, cuyo
fracaso llevó a su jefa, la efectista Assunçao Cristas, a anunciar que convoca
un congreso extraordinario y que no será candidata. Por el flanco izquierdo,
eran los comunistas los más perjudicados, con un descalabro mayúsculo bajo el
bastón de mando del anacrónico Jerónimo de Sousa. Porque el Bloco de Esquerda se
mantiene en niveles similares. Mientras tanto, irrumpe por primera vez
Iniciativa Liberal en la Asamblea de la República y el Partido Animalista
triplica su exiguo escaño.
Los primeros sondeos a pie de urna ya habían indicado que
los socialistas se quedarían al borde de la mayoría absoluta, establecida en
116 diputados. Y finalmente no anduvieron demasiado lejos.
El PSD, de signo conservador y comandado por Rui Rio,
trató de disimular su peor resultado de siempre, si las cifras finales
confirman que no supera los 75 escaños.
La segunda nota destacada de los comicios fue la
abstención récord, que apuntaba a superar el 44% registrado cuatro años atrás.
Y así fue, con al menos un 45,55% al final del larguísimo proceso escrutador.
En este sentido, las cifras alarmaron a los políticos de uno y otro lado toda
la jornada.
Muchos votantes acudieron a las playas y no salieron de
casa para emitir sus papeletas hasta bien entrada la tarde, con los colegios
cerrando a las 19.00 hora continental portuguesa, aunque se prolongaba el plazo
una hora más en las islas Azores.
Entre 21 partidos
Los 10,8 millones de portugueses llamados a las urnas
tenían más opciones que nunca para elegir porque el número de partidos se ha
multiplicado, especialmente por el flanco derecho, hasta un total de 21.
Entre los votantes conservadores, la propuesta
mayoritaria sigue siendo el PSD, encabezado por el portuense Rui Rio, pero no
ha terminado de convencer ni a sus simpatizantes. Y, mientras el excesivo
personalismo de Assunçao Cristas lastraba al CDS-PP, ni se asomaban tímidamente
dos formaciones de nuevo cuño: Aliança, puesta en pie por el exprimer ministro
Pedro Santana Lopes tras pegarse un verdadero batacazo en su intento de suceder
a Passos Coelho, y Chega, donde el excéntrico André Ventura impone unos
postulados cercanos a Vox (hasta el punto de que ha viajado a Madrid varias
veces para mantener contactos con Santiago Abascal).
En cuanto a Nós Cidadaos, trata de seguir la onda de
Albert Rivera, pero no logra calar mínimamente, ni siquiera para entrar en el
arco parlamentario. Una fragmentación que no ha beneficiado en nada a la
derecha, que no ha sabido exprimir que António Costa se vio superado por Rui
Rio en un debate televisadvo.
La izquierda, por su parte, se quedó en el descenso
comunista, pero tampoco desde las posiciones contrarias se ha explotado la
evidente falta de sintonía que se observa entre los comunistas (tan vetustos
como que su líder, Jerónimo de Sousa, fue capaz de dar la bienvenida a una
delegación «hermana» norcoreana) y el Bloco de Esquerda, convertido en una
especie de versión «light» de Unidas Podemos, aunque Catarina Martins no suele
dar la nota tanto como Pablo Iglesias.
«Es el día de que los ciudadanos hablen, la mejor forma
de que no haya abstención es que las personas ejerzan su derecho al voto»,
había declarado el candidato socialista Antonio Costa nada más votar en un
colegio electoral de Lisboa.
El primer ministro de los casi tres últimos años, que
acudió a votar a pie y en solitario, aseguró sentirse «tranquilo» y clamó por
una «gran participación electoral». Unas palabras serenas que contrastaban con
el momento vivido durante el cierre de campaña, pues perdió los nervios y se
encaró con un hombre de avanzada edad. El ciudadano se acercó a él en el Terreiro
do Paço lisboeta y le recriminó que estaba de vacaciones el 17 de junio de
2017, cuando un gigantesco incendio mató a 67 personas en la localidad de
Pedrógao Grande. Costa se abalanzó sobre el hombre y le dijo «mentira, mentira»
visiblemente exaltado. Pese a este bizarro episodio, Costa se ha alzado con una
rotunda victoria en las elecciones de ayer.
Desde Madrid, el presidente del Gobierno en funciones y
secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, felicitó anoche a Costa por su
victoria: «La sociedad portuguesa vuelve a elegir estabilidad, igualdad y
justicia social. Portugal apuesta por un proyecto de izquierdas, progresista y
modernizador».