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16/10/2019 | Argentina - Opinión: Indeseable notoriedad de la AFI

Ariel Corbat

Pocas cosas contradicen tanto la propia esencia de un servicio de Inteligencia como la denuncia judicial a periodistas. La irrestricta supremacía de la Constitución debe ser siempre la razón de ser.

 

En esa genialidad de Mel Brooks que es la serie El Superagente 86 (Get Smart), el malvado pero encantador Conrad von Siegfried solía corregir las tonterías de su subordinado Starker diciendo:

-¡Starker! En KAOS no hacemos eso.

Esta mención viene a cuento porque la AFI, Agencia Federal de Inteligencia que mal conducen Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, viene obrando con una torpeza tan digna de Starker que merece correctivo a lo Siegfried.

Mientras el Presidente Mauricio Macri gobierna en estado de constante sorpresa, siempre detrás de los hechos, sus jefes de Inteligencia se dedican a hacer denuncias penales que los dejan en ridículo. Ocurre que Arribas y Majdalani siguen en sus cargos tras la imbecilidad de haber denunciado por amenazas al Dr Osvaldo Pugliese. No fueron echados ni tuvieron la dignidad de renunciar. Y como la nave así va, trascendió ahora que la Cámara Federal ordenó volver sobre los periodistas Gerardo Tato Young y Rodis Recalt, a quienes la AFI había denunciado por revelar el nombre de un agente de Inteligencia, causa que el juez Casanello había desestimado archivando el expediente en noviembre del año pasado.

Pocas cosas contradicen tanto la propia esencia de algo como un servicio de Inteligencia denunciando a periodistas. E intentando ser breve paso a explicar el punto, primero desde la óptica profesional y luego conforme a nuestro Derecho.

LIMITACIONES PROFESIONALES

El viejo y querido Manual de Informaciones, gloriosa revista que en sus antiguas épocas publicaba el Comando en Jefe del Ejército y editaba la Jefatura II Inteligencia, tenía una muy atractiva sección que se llamaba "Cuando el espionaje es noticia".

¿Qué significa? Que algunas veces lo secreto deja de serlo. Es normal. Pasa, y cuando pasa rara vez corresponde ir a patalear a tribunales. Para empezar, si se filtra al público alguna información que una institución de Inteligencia debía mantener a resguardo se debe a dos razones: falla del sistema y/o personal infiel. Por eso, ante la evidencia de vulnerabilidad la primera respuesta es rigurosamente de puertas para adentro. Luego, eventualmente, alguna represalia puertas afuera. Esas son las reglas básicas del juego.

Ahora bien, esa sección que traía el Manual de Informaciones empezó a publicarse en plena Guerra Fría, en tiempos en que la velocidad de la información y los canales de circulación eran mucho más lentos y limitados que hoy. Pero aún entonces, antes de la revolución tecnológica en las comunicaciones, solamente por la aparición de las primeras fotocopiadoras un analista de Inteligencia escribió un libro titulado Un mundo sin secretos.

En ese libro, que en la SIDE conservábamos fotocopiado (porque esa era la gracia), se afirmaba que la sola existencia de las fotocopiadoras aumentaba exponencialmente el riesgo de filtraciones. Y de hecho, algunas de las veces en que el espionaje fue noticia se debió a fotocopias, por ejemplo operaciones montadas en torno al mantenimiento técnico de las fotocopiadoras de distintas embajadas. Ello nos debe recordar que siempre que hay un secreto, es porque hay un otro que no debe saberlo pero que, va de suyo, hará todo lo posible para saberlo.

En el presente, cuando cada simple teléfono es una computadora con infinidad de posibles aplicaciones y la velocidad de la información roza lo instantáneo desde casi cualquier punto del planeta a otro, lo que puede mantenerse en secreto es cada vez más limitado; y mucho más limitado aún lo que debe mantenerse en secreto. Además la utilidad temporal de lo secreto es menor, a veces no más que minutos.

La comprensión de qué es lo que amerita el esfuerzo de conservarse en secreto y por cuanto tiempo, hace a la profesionalidad de cualquier servicio de Inteligencia, porque no hay profesionalismo en pretender que todo sea secreto.

MITOS LEGALES

Existen diversos mitos legales sobre la actividad de Inteligencia. El más difundido -y que trataré en extenso en otra oportunidad- afirma que "está prohibido hacer inteligencia interior", una falacia con rango de estupidez absoluta que, además de contradecir la Ley, bien explica la falta de comprensión de la actividad de Inteligencia por parte de la casta política que es la usina de ese dislate.

Sobre llovido mojado, la propia AFI difunde que "la Ley Nacional de Inteligencia 25.520 y su modificatoria 27.126 establece que nadie puede divulgar de manera alguna cualquier información referida a la AFI y sus actividades". Eso es falso. No es cierto que la Ley 25.520, aún modificada por ese mamarracho kirchnerista que es la 27.126, diga semejante cosa.

La ley (en sus artículos 16 y 17) no busca blindar indiscriminadamente cualquier información sobre la AFI sino aquella que pueda afectar el interés de la seguridad interior, la defensa nacional y las relaciones exteriores de la Nación. Es el mismo criterio del Artículo 222 del Código Penal, que pena con prisión a quien revelare secretos políticos, industriales, tecnológicos o militares concernientes a la seguridad, a los medios de defensa o a las relaciones exteriores de la Nación.

Por ende, en la consideración de ese interés, tampoco es cierto que los funcionarios de la AFI estén obligados a denunciar automáticamente cualquier filtración como presunto delito. Desde el más elemental criterio profesional, en el entendimiento de las reglas básicas del juego, tienen un claro margen discrecional de oportunidad, por mérito y conveniencia, para decidir formalizar o no cualquier denuncia.

Y es que allí, para la interpretación de los hechos y la ley, debe imperar la propia razón de ser del Sistema de Inteligencia Nacional desde su lealtad y funcionalidad a la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional.

Por eso, que la AFI denuncie a un ciudadano por emitir una opinión, como a un periodista por hacer su trabajo (publicar algo que supo -y si lo supo ya dejó de ser secreto-), no solamente es una estupidez sino que implica la contradicción de su propia esencia, perder el norte de su lealtad y misión.

La conclusión que nos dejan estas lamentables denuncias, es que a falta de cumplir con su deber, bajo otro gobierno más que desprecia la práctica de la Inteligencia en su toma de decisiones, la AFI se dedica a meter la pata concitando una notoriedad indeseable.

 

***Ariel Corbat,  Periodista. El lector podrá encontrar más artículos del señor Corbat en sus dos blogs: plumaderecha.blogspot.com y unliberalquenohabladeeconomia.blogspot.

La Prensa (AR) (Argentina)

 



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