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19/10/2019 | España - Cataluña - Opiniòn: Esto no nació ayer

Luis Ventoso

El Estado español lleva años alimentando a las fuerzas que ahora lo agobian.

 

Un presidente autonómico fuera de control, que se pone al frente de una marcha que corta la autopista que une España con Francia, que anuncia otro referéndum a la brava, que intriga con los radicales que queman las calles y los ha animado en público («¡apretad!»). La segunda ciudad de España sumida en un aquelarre de violencia y fuego durante varias noches. La policía desbordada y el Gobierno central «esperando acontecimientos» para decidirse a actuar, porque Sánchez teme que tomar medidas para restaurar el orden le pueda restar votos el 10-N en Cataluña.

Los españoles y sus sucesivos gobiernos resistieron durante décadas las embestidas salvajes de ETA, en un impresionante esfuerzo de sangre, sudor y lágrimas. Con ese estoicismo de todos, con esa constante lealtad a la unidad de España, se acabó derrotando al terrorismo. ¿Asumirían la ciudadanía y los políticos de hoy un sacrificio similar a aquel? ¿O acabaríamos cediendo con fórmulas eufemísticas? No lo sé. Es política ficción. Lo que sí sé es que la fotografía de estos días en Cataluña arroja dos conclusiones: 1. -El separatismo tiene cada vez menos miedo a la hora de desafiar al Estado. 2. -Los Gobiernos y la sociedad española son cada vez más tolerantes y blandos ante los desmanes nacionalistas. El patriotismo y el respeto por nuestras propias normas han menguado de manera alarmante.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Por qué han ganado los nacionalismos disgregadores tanta cancha, osadía y respaldo social? Pues por una sucesión de malas políticas en la instauración y desarrollo del llamado «Estado de las autonomías». Su balance real es el siguiente: todas las reformas que se han ido acometiendo se han orientado a reforzar el poder autonómico, convirtiendo en la práctica a las comunidades en miniestados. No se ha dado un solo paso para fomentar el patriotismo español, la unidad de la nación y el fortalecimiento del esqueleto del Estado, que se ha replegado casi por completo en Cataluña y el País Vasco.

En el arranque de su Gobierno, González se mostró reticente a desmontar España en el mostrador de las comunidades. Pero en 1992 acordó con el PP el primer gran paquete de transferencias. En su largo mandato, el presidente socialista acabó entregando 1.368 competencias. Además, a partir de los años noventa se incurrió en el error de recurrir al apoyo de partidos nacionalistas antiespañoles para formar Gobierno cuando no había mayoría absoluta. Pujol le tomó el pelo a España. Se presentaba como la argamasa del sistema, un cabal «hombre de Estado», mientras bajo cuerda iba forjando los cimientos del Estado catalán. Aznar también pasó por taquilla en 1996 y en un gravísimo error transfirió la educación no universitaria y la sanidad. Este desdichado relato se completa con Zapatero, un irresponsable, que por su historia familiar -un abuelo republicano fusilado- confundió España con Franco, declaró la nación española «un concepto discutido y discutible» y abrió la caja de pandora del separatismo con unas reformas estatutarias que no estaban en el debate público.

Torra no nació solo. Lo hemos creado entre todos.

ABC (España)

 



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