Arrinconado el priísmo por el cochinero de corrupción que dejó el gobierno de Peña Nieto, el PRI se ha convertido en la última llanta salvavidas de los peñistas para salir con vida del hundimiento del PRITanic. El control del mando del partido lo tiene Luis Videgaray Caso y el nuevo presidente Alejandro Moreno Cárdenas Alito no ha podido asumir su papel directivo.
En cambio, el que parece emerger del desorden priista es
el exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz, quien enfrentó sin armas a Alito
en la competencia y le impidieron aparecer en la boleta. Y la tercera
competidora, la exgobernadora yucateca Ivonne Ortega Pacheco, prefirió salirse
del PRI y buscar nuevos espacios políticos que se le están abriendo con
facilidad.
El dinamismo de Alito se desinfló bien pronto porque el
PRI en realidad sigue sin ser un verdadero partido político y continúa como
instrumento de poder de sus últimos dueños, el equipo de Peña Nieto que lo tomó
por asalto desde 2012, nunca dejó hacer política a Manlio Fabio Beltrones y al
final quedó bajo el control de Videgaray y sus operadores Enrique Ochoa Reza y
Aurelio Nuño Mayer.
La frase chistosa del presidente López Obrador como
mensaje a los corruptos –“¡ríndanse, están rodeados!”– se puede ilustrar en la
ofensiva del gobierno actual contra el entorno del expresidente Peña Nieto: en
efecto, los fiscales anticorrupción los tienen rodeados, aunque en el peñismo
están considerando al PRI como la caballería que llegue al rescate rompiendo el
cerco gubernamental.
En este escenario vuelve a aparecer el exgobernador
oaxaqueño Ruiz Ortiz con su propuesta de rescatar al PRI del control político
de Peña Nieto y Alito como mero intendente. La propuesta de Ruiz Ortiz que ha
comenzado a calar entre los grupos políticos priístas que no aceptan el
sometimiento del PRI a las iniciativas morenistas sólo como concesiones que
favorezcan la presión anticorrupción contra funcionarios del gobierno anterior.
La iniciativa de Ruiz Ortiz se basa en tres puntos:
1.- Reorganizar al PRI como partido ajeno a las
complicidades de grupo, sobre todo cuando este grupo es acosado por expedientes
de corrupción.
2.- Empujar una renovación del PRI para evitar que las
candidaturas del 2021 sean una extensión del poder Peña-Videgaray como ocurrido
en 2018.
3.- Y la difusión de un proyecto de nación de once puntos
que regrese al partido al debate de la coyuntura ante el avasallamiento del
discurso político de la 4T.
La oportunidad para cuando menos reactivar al PRI se
localiza en los saldos del primer año del gobierno actual, sobre todo en
materia de PIB, y en el desorden dentro de Morena para cambiar su dirección
nacional. Sin embargo, Alito ha aumentado el control autoritario interno en el
partido y carece de fuerza para ponerse por encima de los liderazgos priístas
en las dos cámaras.
Una propuesta audaz de Ruiz Ortiz radica en crear
instancias de equilibrio al papel dinámico de los “servidores de la nación”:
reconstruir los comités seccionales del PRI abandonados por Salinas, Zedillo y
Peña Nieto y convertirlos en “comités defensores de la patria”. Los seccionales
del PRI representaron la última defensa que hizo Luis Donaldo Colosio como
candidato, porque fueron sustituidos de manera formal por los comités Pronasol
salinistas.
En este sentido, la gran lucha interna en el PRI no ha
terminado y se agudizará en 2021 para definir candidaturas de 500 diputados y
trece gubernaturas. La tarea de Alito será la de desmovilizar las estructuras
del PRI para centralizar la decisión en grupo peñista comandado por Videgaray-Nuño.
Ante la falta de iniciativas de la nueva dirección
priísta para reactivar a los priístas que siguen lamiéndose las heridas por el
batacazo de la derrota del candidato peñista José Antonio Meade Kuribreña y sus
operadores Videgaray y Nuño, el priísmo se sigue hundiendo en el desconcierto
por la inactividad legislativa del partido y la inmovilidad de sus dirigentes.
En ese escenario, la iniciativa de Ruiz Ortiz y la salida de Ortega Pacheco
podrían ser un buen detonador para sacar al PRI del territorio peñista, sobre
todo porque el exgobernador oaxaqueño ha reiniciado sus giras a municipios del
país en busca de los priístas que olvidaron Salinas, Zedillo y Peña.
Segob alterna. Como ocurre en situaciones de diversidad
de hilos sueltos, los gobernantes tienen siempre un operador de resultados, a
veces para mal como Luis Enrique Miranda en el gobierno de Peña Nieto o para
bien como Ricardo Peralta en el gobierno actual. Como subsecretario de
Gobernación ha logrado acuerdos de Estado. Las crisis de gobernabilidad
estallan cuando las ofertas oficiales son menores a las demandas sociales. La
clave está en la negociación en medio, tarea que ha realizado Peralta lo mismo
en educación que en el desorden del gobierno de Ciudad de México.
***Política para dummies: La política es la técnica del
líder que manda por cualquier vía.
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