Budapest actúa como avanzadilla de Putin dentro de la Unión Europea.
«¿El euro? Hay que reconocerlo: ha sido un error». Así de
lapidario se ha expresado el presidente del Banco Central de Hungría, Gyorgy
Matolcsy, en una columna publicada por el rotativo británico «Financial Times».
Justificando la salida de Reino Unido y lanzando un severo ataque contra la
moneda única, afirma que «ha llegado el momento de buscar una salida a la
trampa del euro», en un gesto público de pleitesía a las pretensiones rusas de
influencia sobre su país.
«Existe un dogma peligroso, según el cual el euro habría
sido un paso normal hacia la unificación de Europa occidental. Pero crear una
moneda europea común no era del todo normal, porque casi ninguna de las
condiciones previas necesarias se cumplieron», argumenta el banquero, que
construye una mitología de surgimiento del euro partiendo de una supuesta
conspiración para dominar a Alemania. «Cuando se concibió, el euro tenía una
intención política que era debilitar a Alemania», novela Matolscsy, «Francia quería
que los alemanes renunciaran al marco. Este paso atrás era el precio a pagar
por la reunificación del país. Sin su poderosa divisa, los franceses pensaban
que Alemania no tendría tanta influencia». Gyorgy Matolcsy se contradice a sí
mismo al reconocer que, desde su introducción en 1999, uno de los países que
más se ha beneficiado de la moneda único ha sido precisamente Berlín, que ha
podido exportar todavía más sus productos.
El responsable del Banco de Hungría defiende que Gyorgy
«los europeos deben renunciar a sus peligrosas fantasías de crear un poder
capaz de competir con los Estados Unidos. Los miembros de la eurozona deberían
poder salir del área monetaria en las próximas décadas, y los restantes
deberían construir una moneda global más sostenible».
Hungría, junto con Polonia y República Checa, están a
sólo un paso de ser condenadas por el Tribunal de Justicia Europeo por su
negativa a participar en el sistema de reubicación de refugiados aprobado en la
UE en 2015 para socorrer a Italia y a Grecia en un contexto de afluencia
masiva. La importancia del litigio no estriba en el caso concreto de aquel
mecanismo, ya expirado, sino en el interés de la Comisión por sentar
jurisprudencia en la obligación de todos los Estados miembros de colaborar en
un sistema de reparto que se puso en marcha en base al artículo 78 del Tratado.
Aprovechando este momento de desafección y mal
entendimiento, Rusia está llevando a cabo una operación de acercamiento al
Gobierno de Viktor Orbán que culminaba la semana pasada con una visita oficial
del presidente Vladimir Putina Budapest que sirvió para escenificar que Hungría
se ha constituido en avanzadilla rusa en el seno de la UE. Orban, en el poder
desde 2010 y un admirador declarado de Putin, lleva reuniéndose con él al menos
una vez al año en la última década y declaró durante la visita que «Hungría es
parte de la OTAN y la UE, y seguirá siéndolo, pero eso no excluye que en
ciertos temas políticos coopere con Rusia». Putin llegó al país centroeuropeo
un día después de que Budapest vetara una declaración conjunta de la OTAN sobre
Ucrania, argumentando que el documento no incluía su exigencia explícita de
respetar a las minorías nacionales, entre ellas la magiar. En el oeste de
Ucrania vive una minoría húngara de más de 100.000 personas, que han denunciado
que la legislación ucraniana limita el uso de su lengua materna.
Otro de los temas que trataron los dos políticos en su
encuentro fue el interés húngaro por participar en el gasoducto Turk Stream,
que transportará gas natural ruso a Turquía atravesando el mar Negro y que
prevé extenderse hacia Europa Central. «Para Hungría la participación en este
proyecto representa un interés significativo, tanto para garantizar su
seguridad energética como para aumentar su papel en el sistema energético de
Europa en general», afirmó Putin. Este nivel de relaciones con Moscú fueron
duramente criticadas por el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo ,
durante una visita a Budapest el pasado febrero. Sin citarlos expresamente,
sugirió que proyectos como el de la ampliación de la única planta nuclear del
país con un préstamo ruso de 12.500 millones de euros amplían la dependencia
energética de Moscú. La central de Paks suministra el 40 % de la electricidad
consumida en Hungría, y Rusia ya provee el 70 % del petróleo y el gas que se
emplean en el país centroeuropeo.
En la misma línea de política exterior, Orbán recibe
Erdogan como único político europeo que ha manifestado explícitamente su
respaldo a la reciente invasión turca del noreste de Siria para forzar la
retirada de las milicias kurdas de la zona. Sin duda se trata de uno de los
grandes retos políticos que ha de abordar la Comisión Europea, bajo la
dirección de su nueva presidenta, la alemana Ursula von der Leyen, puesto que
el verso libre de Hungría consiste sistemáticamente un impedimento a la
política exterior común europea.