Bruselas, Bélgica: ESF, Indra, Ferrovial, Dragados y GMW son las españolas más beneficiadas. Desde 1990, se han erigido 1.000 kms de muros terrestres, el equivalente a seis muros de Berlín.
Treinta años después de la caída del muro de Berlín,
otros muchos muros se levantan en Europa. Se construyen en tierra, en el mar, y
en el ámbito digital, a través de la vigilancia y la identificación
electrónica. Si aquel muro comunista se erigió por ideología, los actuales se
alzan para frenar la llegada de migrantes y refugiados, una reacción defensiva
de las sociedades europeas que se ha exacerbado desde la crisis migratoria del
2015. Unos muros que suponen un gran negocio para un grupo de empresas
especializadas en seguridad, según indica el informe elaborado por
Transnational Institut (TNI), el Centre Delàs d’Estudis per la Pau y Stop
Wapenhandel.
“Una de las bases de las políticas de migración europeas
es el discurso de que la migración es básicamente un problema de seguridad, es
vista como una amenaza que necesita ser tratada con un aumento del uso de
equipo militar y de seguridad”, dijo a La Vanguardia Mark Akkerman, autor del
informe.
Desde 1990, los países de la UE han erigido 1.000
kilómetros de muros terrestres, el equivalente a seis muros de Berlín, para
frenar la llegada de personas desplazadas. Si se incluyen las operaciones
marítimas para interceptar la migración, entonces estas murallas se extienden
otros 4.750 kilómetros. Esto supone gran cantidad de inversiones. En concreto,
desde el final de la guerra fría se han gastado como mínimo 900 millones de
euros en muros y vallas terrestres, 676,4 millones en operaciones marítimas
(2006-2017) y 999,4 millones en muros virtuales (2000-2019). Estos últimos son
los sistemas elaborados por las compañías tecnológicas para controlar el
movimiento de personas.
Mucho dinero en juego del que se ha beneficiado un número
considerable de empresas, entre las que destacan tres grandes actores: la
francesa Thales, especializada en armas y seguridad, que produce sistemas de
radar y sensores; la italiana Leonardo, que proporciona helicópteros para la
seguridad de fronteras, y la paneuropea Airbus, que facilita los helicópteros
para patrullar las fronteras marítimas y algunas terrestres.
A nivel español, quiénes más partido han sacado de estas
inversiones públicas en seguridad son European Security Fencing (ESF), Indra,
Ferrovial, Dragados y GMW. La ESF es especialmente conocida por la fabricación
de concertinas, el alambre de cuchillas en espiral de uso polémico por la
capacidad que tiene de provocar cortes y graves lesiones. Esta empresa ha
proporcionado las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla, y también las
de las fronteras entre Hungría y Serbia, Bulgaria y Turquía, Austria y
Eslovenia, así como las del puerto francés de Calais.
Por su parte, Indra consiguió varios contratos para
construir y fortalecer vallas en Melilla, desarrolló el sistema de control de
fronteras SIVE, con radar, sensores y sistemas de visión, que se ha
implementado en la mayoría de las fronteras marítimas de España, así como en
Rumanía y Portugal. Otras de las beneficiadas
son Ferrovial y Dragados, que han ganado contratos
multimillonarios para mantener vallas, mientras que GMV ha recibido numerosos
contratos importantes para Eurosur (European Border Surveillance System), el
sistema de cooperación, y facilita tecnología a la Guardia Civil y software a
Frontex.
Además, las empresas están bien organizadas para ejercer
presión en la elaboración de estas políticas. “Desde el 2016 han creado fórums
público-privados en que colaboran los gobiernos junto con la industria militar
y de seguridad, con lo que se erosiona la gobernanza porque hay intereses
económicos detrás”, declara Ainhoa Ruiz Benedicto, del Centre Delàs d’Estudis
per la Pau.
Las grandes empresas están organizadas a través de dos
asociaciones, la Organización Europea para la Seguridad (EOS) y la Asociación
Europea de Biometría, especializados en ofrecer equipo tecnológico para el
control de fronteras. Entre el 2014 y el 2019, Airbus, Leonardo y Thales, junto
con EOS, mantuvieron 226 reuniones de grupos de presión
registrados con la Comisión Europea. En estas reuniones,
según el análisis del informe, los representantes de la industria se erigen
como expertos en seguridad de fronteras, presentando sus productos como la
solución a las “amenazas a la seguridad” que causa la inmigración.