El incremento en la agresividad de las protestas divide a la región administrativa especial de Hong Kong, en China. Los expertos temen que el violento círculo vicioso entre Policía y manifestantes no se detenga.
"Me he quedado sin palabras. La generación más joven
está poseída por la ira. Para ellos, la venganza es la única salida”, dijo
Claudia Mo Man-ching. La mujer, de 62 años, fue moderadora de un programa
político de entrevistas para la televisión local, antes de que Hong Kong
regresara a ser parte de China en 1997. Más tarde, Mo se convirtió en profesora
honorífica en la Universidad China de Hong Kong (CUHG). Ahora, ella forma parte
del sector opositor y crítico del partido "Hong Kong First” (Hong Kong
Primero). Hasta octubre fue portavoz de Democracy Camp Meetings, un grupo
parlamentario no oficial de partidos democráticos de la oposición.
En entrevista con DW, Mo habla del temor de que su ciudad
natal se hunda en el caos. "El lema de las protestas masivas ha cambiado
drásticamente. En los últimos tiempos, ese lema es ‘Hong Kong, véngate'. Eso es
aterrador, si no logramos parar el caos, nos veremos arrastrados a una guerra”,
afirma.
Mayor libertad política
Desde hace cinco meses, la gente está pidiendo reformas
políticas. El detonante fue un controvertido proyecto de ley, que permitía la
extradición de sospechosos del territorio de Hong Kong hacia China. La
población temía que los extraditados no recibieran un juicio justo en Pekín y
salió a la calle a protestar. La ley fue finalmente retirada después de
protestas pacíficas masivas de hasta dos millones de participantes. Hong Kong
tiene siete millones de habitantes.
Sin embargo, los manifestantes exigen más. Quieren una
verdadera democracia y mayores libertades políticas por parte del Gobierno
central de Pekín. En el fondo de todo ello, subyace la cuestión de cómo se
elige al jefe administrativo: los hongkoneses quieren votarlo ellos mismos, no
que lo haga, como hasta ahora, una comisión que simpatiza con China.
Espiral de violencia
El Gobierno local no ha atendido hasta el momento las
demandas. Por su parte, el Gobierno de Pekín calla y amenaza con el despliegue
del Ejército Popular de Liberación. Las acciones de los manifestantes se están
volviendo cada vez más radicales.
Inicialmente, obstruyeron los túneles submarinos entre la isla de Hong Kong y el distrito de Kowloon en el continente y entorpecieron el transporte público.
Hubo que parar el tráfico aéreo del aeropuerto. Después arrojaron
huevos y pintura al escudo nacional chino en la oficina de enlace de
Pekín y lanzaron la bandera nacional al mar. Ahora levantan barricadas
y lanzan cócteles Molotov.
Escalada reciente
Uno
de los últimos episodios de violencia se registró con un teléfono
móvil: un transeúnte que les recordó a los manifestantes sus raíces
chinas, fue gravemente agredido, le rociaron combustible y le prendieron
fuego. Tuvo que ser llevado al hospital debido a la gravedad de sus
quemaduras.
Las acciones de la Policía son también cada vez más severas. El spray de
pimienta y el gas lacrimógeno forman parte de las medidas habituales de
represión. Los medios de comunicación locales informan que se han usado
al menos 6 mil granadas de gas lacrimógeno en los últimos cinco meses.
"Parece
que muchos jóvenes de Hong Kong están dispuestos a sacrificar sus vidas
por obtener derecho al voto para todos y conseguir sus reivindicaciones
políticas. Y ven la protesta como si esta fuera la ‘última batalla'”,
explica Mo.
Nadie sabe qué sucederá
Como política, Mo
parece no tener respuestas. No sabe cómo Hong Kong puede romper la
espiral de violencia, aunque ella misma apoya las reivindicaciones
políticas de los manifestantes. El campus de la Universidad China de
Hong Kong (CUHK), donde alguna vez enseñó, ha sido escenario de conflictos particularmente violentos desde
el comienzo de la semana. Mo advierte de que puede haber más violencia.
"Cada día que pasa, pienso que ha sido muy malo. Pero la jornada
siguiente es aún peor. No me atrevo a predecir cómo terminará este
caos".
***Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas.