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03/11/2006 | Globalización y el flujo migratorio - -''Tantas idas y venidas...''

Ilya Fortún

Por mucho esmero que le pongo, hay cosas que no logro entender: El sistema capitalista globalizado pregona a los cuatro vientos la libertad y apertura de mercados.

 

Y no sé si me perdí algo, pero hasta donde alcanza mi discreto intelecto, entiendo que la receta liberal reconoce como el paraíso terrenal una economía en la cual las mercancías, el capital, la información y los conocimientos circulan libremente a lo largo y ancho de la aldea global. ¿Y si esto es así para la plata y los productos, por qué no es así para las personas?

¿Por qué estos principios valen para unas cosas y no para otras? ¿Por qué es tan ¡guau! que yo exporte alguna cosita al mercado norteamericano, o que una empresa norteamericana invierta en Bolivia, y es pecado mortal que yo quiera irme a trabajar a los Estados Unidos? No me refiero a mi caso particular, pues a mí en Estados Unidos no se me ha perdido nada, y lo mismo podría estar hablando de España, Argentina o Gran Bretaña. El tema es que en mi humilde ignorancia, cuando veo informativos que pueden provenir de diferentes latitudes, no encuentro consistencia alguna entre el enfoque que se le da a las ´oportunidades´ del comercio internacional, con el ´problema´ migratorio que ´sufren´ algunos países.

Los fenómenos migratorios no son invento del siglo veintiuno, éstos se han dado en todas las direcciones, en todas las épocas, y debido a diversos factores; desastres climáticos, cataclismos, búsqueda de nuevas fronteras agrícolas, persecuciones religiosas, étnicas y políticas y puro afán de conquista, han dado lugar al flujo de personas en innumerables ocasiones. La gente siempre ha circulado con su cultura a cuestas, por las buenas o por las malas, y este fenómeno nunca ha sido tan estigmatizado como lo es ahora. Sin ir muy lejos, cuando se habla de la transformación de los Estados Unidos en la primera potencia mundial, siempre se valora en tono positivo y reivindicativo, el aporte de las múltiples migraciones que contribuyeron a ese proceso; irlandeses, italianos, polacos, judíos, latinos y muchos otros, fueron ampliamente reconocidos en la construcción del coloso del norte.

En nuestros páramos, la cosa no es distinta. La conquista española fue esencialmente importante en el desarrollo de nuestras culturas mestizas, y mucho después, cuando ya no se trataba de ninguna conquista, sino del exilio de una cruenta guerra civil, millones de españoles eligieron a México, a la Argentina, al Uruguay, a Venezuela, y en general a toda Latinoamérica, como sano refugio para rehacer sus vidas. Y aunque sólo venían cargados de buenas intenciones, el continente fue con ellos muy generoso.

Hoy la cosa pinta distinta en todas partes: el emigrante es un delincuente desde el momento en el que decide migrar, y debe enfrentar el doble discurso de un sistema que se resiste a asumir las migraciones como una consecuencia de los perversos e inmensos desequilibrios entre ricos y pobres. Debe enfrentar murallas (las más groseras son físicas pero no son las únicas) erguidas por los que exportan el modelo, pero se niegan e importar sus consecuencias.

Y como a mí no me cuadra que el ´free world´ sea libre para todo, menos para la gente, y no me banco las incongruencias de la teoría económica, me rebelo ante el ensañamiento de los poderosos sobre los más débiles, apuntándome cínicamente a la hipocresía general: ¡exijo seguridad jurídica en el primer mundo para todos los emigrantes del tercer mundo! ¿Qué les parece? La misma y sagrada seguridad jurídica que se exige para los grandes capitales… para la gente.

La Razón (Bo) (Bolivia)

 



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