La fuga fue tan imprevista, que los prófugos dejaron todo tal como lo tenían, en un desorden absoluto. No tuvieron tiempo para, por lo menos, poner algo debajo de las alfombras. Es que el caos era la ley, la vocación.
Se los pilló en calzoncillos. No fueron capaces de
diseñar, ni siquiera, un esquema para que la sucesión presidencial recayera en
alguien del partido.
Tal era el susto que sólo pensaron en huir. Quizá
hubieran estado decididos a huir sólo para escapar del caos que ellos mismos
habían creado.
¡Es el colmo! Les ha ganado Nicolás Maduro, que tiene
minoría en el parlamento de Venezuela pero controla el gobierno. Los fugados
bolivianos tienen mayoría en el parlamento pero no pueden controlar el
gobierno. Tan inútiles son!! ¡Maduro es más inteligente que ellos!!! Ese ya es
motivo para el suicidio.
Estaban demasiado asustados y fugaron con lo puesto,
aunque, ya en el avión mexicano, recordaron que en Asunción del Paraguay podían
recoger algunos caudales, que se sumarían a los que, a las apuradas, habían
recogido del Banco Central en las últimas horas del derrumbe.
Los caudales quedaron esparcidos en todas partes, incluso
en bancos bolivianos. Nadie había previsto nada. Es que estaban seguros de que
se quedarían para siempre. Todo estaba expuesto.
Una pobre señora, de nombre María Palacios, quedó a cargo
de unos caudales que, supuestamente, eran de la quebrada PDVSA, aunque en
realidad eran del ministro que había sido capaz de organizar matanzas en Santa
Cruz, Beni y Pando pero se mostró incapaz de organizar las cuentas de la
fortuna que había acumulado. Había ido a la Escuela de las Américas pero se ve
que se aplazó en las clases de inteligencia, porque se metió en un refugio que
es una cárcel natural, un “condominio” rodeado por cerros del que jamás podría
escapar. El muy imbécil! Esto pone en duda el prestigio de la Escuela de las
Américas, si alguna vez lo tuvo.
Presumían de tener buenos estrategas, que les habría
permitido quedarse tanto tiempo en el gobierno, pero ahora se observa que sólo
tenían dinero. Y tenían, eso sí, un control absoluto de los medios de
comunicación.
Si algo fallaba, si era demasiado evidente un negociado,
un fracaso, un nexo con el narcotráfico, la solución era aumentar la
propaganda. Lo importante no era la realidad, sino el reflejo de esa realidad
en los medios, en el muro de la caverna.
Tan imprevista fue la fuga que el poderoso ministro de
gobierno quedó al descubierto y a merced de los fiscales y jueces que él mismo
manejaba con displicencia, ordenando castigos para unos y bendiciones para
otros. Ni siquiera ha podido entender que ahora no puede seguir mirando con
actitud de amenaza y de mando a los policías que deben conducirlo a las celdas.
No controla ni siquiera sus miradas.
Y se fueron, solo después de catorce años. Decían que se
quedarían 500 años. El déficit de 486 años lo tendrán que cobrar en el próximo
milenio. Que no cuenten conmigo.
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