Reconocer un crimen militar involuntario, como ha hecho Irán con el avión ucraniano, no es algo corriente. La comprensión de su contexto recuerda quienes son los verdaderos bárbaros.
El 8 de enero un misil iraní derribó por error un avión
civil ucraniano cerca de Teherán con el resultado de 176 muertos. Las
autoridades de Irán, el “guía supremo”, Alí Jamenei, el Presidente del país,
Hasan Rohani y el ministro de exteriores, Mohammad Javad Zarif, se disculparon
por lo que calificaron de “trágico error” dos días después de los hechos. En
Londres, el embajador de Irán, Hamid Baeidinejad, también se disculpó: la
víspera, en una declaración a la prensa británica, había descartado el
escenario de un error con un misil. “Pido disculpas y lamento haber transmitido
esos informes incorrectos”, dijo.
Esta actuación debería ser norma, pero está lejos de ser
algo corriente. Es excepcional y ha causado sorpresa. “Apenas puedo recordar
una declaración similar de un embajador en tales circunstancias”, ha dicho
Alistair Burt, un ex miembro conservador del parlamento a propósito del
diplomático iraní. Por desgracia es demasiado frecuente tumbar aviones con
misiles y no reconocerlo. Aún menos frecuente es disculparse por ello.
Hace poco, el 17 de julio de 2014, un Boeing 777 de
Malaysia Airlines fue derribado por un misil cerca de Donetsk (Ucrania). Hubo
298 muertos y los indicios apuntan a Rusia, cuyo ministerio de defensa lanzó
unas cuantas falsedades, pero nadie se ha hecho responsable de aquello al día
de hoy. Si retrocedemos más en el tiempo, la crónica es abultada.
Una larga serie
El 11 de septiembre de 1968 un Caravelle de Air France
con 95 personas a bordo que volaba de Ajaccio a Niza, fue derribado por un
misil francés frente a la costa de Antibes. En el Paseo de los ingleses de Niza
hay un pequeño monumento que recuerda la tragedia, pero no se menciona su causa
ni Francia nunca la ha reconocido.
El 6 de octubre de 1976 los anticastristas cubiertos por
la CIA volaron un avión de Cubana de Aviación con 73 ocupantes tras despegar de
Barbados. En 44 años no ha habido disculpa y los responsables del atentado,
Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, fueron protegidos hasta su muerte por la
CIA y el sistema judicial de Estados Unidos.
En 1980 un DC-9 de la compañía Itavía que volaba de
Boloña a Palermo fue derribado el 27 de junio sobre la isla de Ustica matando a
sus 81 ocupantes. El Presidente italiano Francesco Cossiga lo atribuyó a un
misil, francés o de la OTAN. Muchas fuentes relevantes del caso murieron en
suicidios y accidentes de tráfico a lo largo de los años. Cuatro generales
italianos fueron acusados de encubrimiento pero no condenados. Nadie ha asumido
la responsabilidad.
Tres años después, el 31 de agosto de 1983, un Boeing
surcoreano con 239 personas a bordo fue derribado sobre la isla de Sajalín por
la defensa aérea soviética, que lo confundió con un avión espía. Al parecer el
avión había sobrevolado y fotografiado las bases de misiles estratégicos de
Kamchatka, según reveló años después un ex agente de los servicios secretos
japoneses sugiriendo una inducida provocación.
Cinco años después del derribo en Sajalín, un Airbus de
Irán Air fue abatido, el 3 de julio de 1988, en el estrecho de Ormuz por el
crucero lanzamisiles de Estados Unidos, Vincennes. Murieron 290 personas. El
barco, bajo mando del comandante Will Rogers, se encontraba en una situación de
tensión metido en aguas iraníes cuando lanzó un misil contra el avión civil.
Washington reconoció el error y acabó pagando indemnizaciones tras un pleito de
muchos años, pero el Comandante Rogers fue condecorado con la “Legión al
Mérito”, “por su conducta excepcionalmente meritoria en el desempeño de su
servicio”.
Cinco meses después tuvo lugar el atentado que destruyó
en el aire el Boeing 747 de Pan Am sobre la localidad escocesa de Lockerbie
(270 muertos). Por conveniencia política, la CIA prefirió atribuir aquel
atentado a la Libia del Coronel Gadafi, entonces preferente en el punto de mira
de Washington, pero según diversas fuentes cualificadas lo más probable es que
aquel atentado fuera la venganza iraní por el derribo del estrecho de Ormuz.
“Crímenes” y “errores”
El director del magnífico Le Monde Diplomatique, Serge Halimi,
comparó en un artículo publicado el año pasado el diferente trato
informativo que recibieron en los medios occidentales el Boeing
surcoreano, abatido por el enemigo soviético, y el Airbus iraní derribado por los nuestros.
En el primer caso los grandes medios de comunicación hablaron de
“crimen”, “deliberado”, “bárbaro” y “brutal”. En el segundo prefirieron
calificar el “error” como “comprensible”, “lamentable”, “fatal”,
“justificado” y atribuido a la “complejidad técnica”. “¿Es necesario
especificar a quién dedicaban los periodistas estadounidenses los
términos “seres queridos”, “seres humanos inocentes” e “historias
personales conmovedoras”, y a quién los más sobrios de “pasajeros”,
“viajeros” o “personas que han muerto”? se preguntaba Halimi.
Lo
que ocurrió en la localidad de Toulon, la Cartagena de la marina de
guerra francesa, el 15 de febrero de 1989, no tuvo que ver con un avión,
pero sí con un misil. Sobre las dos y media de aquel día, la llamada Maison des têtes,
una casa del siglo XVII de cinco pisos del barrio viejo, se desmoronó
como un castillo de naipes con el resultado de 13 muertos y 32 heridos.
Las autoridades atribuyeron la causa a una “explosión de gas”, pero todo
apunta a que fue un misil. Más de treinta años después tampoco este secreto de Estado ha sido reconocido.
El
contexto del derribo del avión civil ucraniano sobre Teherán es la
enorme tensión militar que enfrenta a Estados Unidos e Irán. En su
último capítulo esta tensión se agravó, en 2018, con la retirada
unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear alcanzado con Irán.
Trump restableció e incrementó entonces las sanciones que Obama había
cancelado en 2015 en el marco de aquel acuerdo. Si el problema fuera la
proliferación nuclear, alguien debería acordarse de que, desde los años
setenta, Teherán ha venido proponiendo hacer de Oriente Medio una zona
no nuclear, como las que existen en otras partes del mundo como Asia
Central o América Latina. Todos los países de la región, excepto Israel,
que dispone de arsenales nucleares químicos y bacteriológicos
completos, firmaron en su día el tratado de no proliferación nuclear de
Naciones Unidas.
Tan dañino como las bombas
Las
tensiones derivadas de la retirada de Estados Unidos y de las nuevas -y
viejas- sanciones, asfixian la economía y la sociedad de Irán. Sus
consecuencias no son menos dañinas que las bombas y los misiles. La
economía iraní que registró un crecimiento del 12% en 2016, cuando se
levantaron las sanciones, se ha desmoronado en un -10% en 2019. En un
año su moneda ha perdido el 80% de su valor, la clase media se está
encogiendo, la vital exportación de petróleo ha caído un 80% y el
chantaje de la extraterritorialidad de la ley americana ha hecho retirar
del mercado iraní a empresas y bancos de todo el mundo, incluida a la
poderosa petrolera china CNPC.
El objetivo declarado de esta
política es claramente criminal, reconoce el secretario de Estado
americano Mike Pompeo: “La situación para el pueblo iraní es hoy mucho
peor y estamos convencidos de que eso hará que la gente se levante y que
cambie el comportamiento del régimen”. La gente ya se ha levantado:
desde el otoño el régimen ha matado a unos 300 manifestantes en las
protestas por el deterioro de la vida y la carestía.
Todo esto se ha agravado con el asesinato, el 3 de enero, del General Gasem Soleimani,
una de las principales figuras del régimen iraní, lo que se parece
mucho a una declaración de guerra. De la lectura de la edición del
pasado domingo de The New York Times se deduce que el asesinato
de Soleimani no fue ni una improvisación, ni una respuesta a un hecho
puntual o amenaza inminente, sino algo planeado desde hace dieciocho
meses. Estados Unidos ha sufrido últimamente importantes reveses en Irak
y Siria que tienen que ver con Irán y con la estrategia de Soleimani.
El informe también aclara la conveniencia del asesinato para que Trump
“preserve el apoyo de los halcones republicanos en el senado en el
próximo proceso de destitución que se le prepara”, explica el diario.
La liga de los bárbaros
Este
es el contexto irresponsable en el que se produjo el derribo del avión
ucraniano en Teherán. Este tipo de crímenes con muerte de civiles
inocentes en un contexto de tensión bélica recibe en occidente el cínico
calificativo de “daños colaterales”. Recordemos que el concepto fue
acuñado por la OTAN de Javier Solana en la campaña de Yugoslavia y los
medios de comunicación occidentales lo aceptan desde entonces como algo
natural cuando se trata de crímenes propios. Así, la muerte de civiles
en la toma de los nuestros en Mosul (Irak) eran “daños
colaterales”, pero en Alepo (Siria), donde ganaron los gubernamentales
de Asad con apoyo ruso e iraní, fueron masacre. Esto es tan antiguo como
la guerra y el periodismo establecido lo acepta sin rechistar.
Al
admitir su criminal error, las autoridades iraníes se han creado
problemas internos, como se ha visto estos días en las protestas contra
los tres días que duró la mentira oficial. Cuando un régimen teocrático,
es decir vinculado de alguna forma con la divina infalibilidad, admite
un error, se abre entre la población la sospecha d
***Fuente: https://rafaelpoch.com/2020/01/15/sobre-misiles-y-aviones-caidos-por-error/#more-400
e si la mentira
enmendada no será una más entre muchas. También los sumos pontífices
occidentales saben mucho de ese riesgo, por grande y sofisticada que sea
su habilidad en torearlo en las condiciones de relativo bienestar que
gobiernan, bien alejadas de las que imperan en Irán. Sea como sea, la
admisión por parte de Irán de su trágico error así como la comprensión
de su irresponsable contexto, nos recuerda quienes son los verdaderos
bárbaros.
***Fuente: https://rafaelpoch.com/2020/01/15/sobre-misiles-y-aviones-caidos-por-error/#more-400