Es de no creerlo pero el maleficio de creerse elegido para encarnar el poder supremo eternamente a lo rey Luis XIV de Francia que en el siglo XVIII proclamó nada menos que “el Estado era él” y por lo tanto nadie podía reemplazarlo lo que por entonces causó cumulativa molestia en la población que a las décadas y en la calles hilvanaron sus propias “pititas” y se deshicieron de la monarquía o realeza en la forma más categórica utilizando nada menos que la guillotina para separar la cabeza del cuerpo del rey borbón Luis XVI que no logró escapar, y de su esposa, la reina María Antonieta.
Así el pueblo francés y sobre todo el de París desterró
para siempre la legendaria “eternitis” de poder que tanto había imperado en el
devenir histórico de la gran República que hoy es Francia. Y de “eternitis”
sufrió Fidel Castro de Cuba, Chávez de Venezuela, y ahora N. Maduro, D. Ortega,
desde luego el ido pero no escarmentado y siempre parador e intrigante, E.
Morales. Y, por lo que ha venido aconteciendo también
está en la cuadrilla Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa de 2000 a
2008, luego primer ministro hasta 2012, y presidente electo a su manera hasta
2024. Pero quiere más.
The Economist lo encabeza así: “Si usted se ha hecho de
la cantidad de enemigos que él tiene se quedaría en el poder para siempre.” O
sea que permanecer en el poder para pervivir, y más si se auto considera un “yo
el supremo,” quizá sea más condena que otra cosa. Los detalles son confusos
pero el plan de Putin es permanecer en ese poder dizque constitucionalmente y a
largo plazo. El 15 de enero empezó sorprendiendo porque en su discurso del
Estado de la Unión anunció una reforma de la Constitución y un referéndum lo
que no quedó claro. Este notición fue seguido de la renuncia del primer ministro
Dimitri Medvedeb (y su gabinete) al que dio un apretón de manos, para ser
reemplazado por un economista perito en impuestos, Mikhail Mishustin, que
seguramente Putin espera que haga lo imposible para reactivar la economía que
está en declive de modo que si las cosas favorecen a aquel también benefician a
Putin. Se sabe que el Kremlin desde hace rato estudia la forma en que Putin
permanezca en el poder más allá de los 20 años.
Muchos tienen a Putin como garantía de estabilidad. Como
ex agente de la KGB en Alemania Oriental, procede sembrando opciones de forma
que nadie esté seguro de qué decidirá en el momento que él considere favorable
a su persona y poco más… eso sí, vigilando en todo momento las lealtades
imprescindibles basadas en la sembrada incertidumbre porque en Rusia por
supuesto que hay descontento por el deterioro del nivel de vida y la falta de
libertad política. Las manifestaciones callejeras frecuentes son reprimidas con
fuerzas de choque que practican detenciones, encarcelamientos y otros vejámenes.
De todas maneras, el término “ambigüedad” es el que mejor
proyecta lo acontecido el 15 de enero en Rusia que puede resumirse en tres
conjeturas: (1) lo que parece haber acontecido, (2) lo que los observadores
internacionales opinan que ha ocurrido, y (3) lo que realmente ha sucedido.
Esta última es imposible de discernir ya que el propósito del régimen ruso es
precisamente cultivar la incertidumbre en todo observador que no participe del
centro y origen de estas cosas que es el señor Vladimir Putin. Y si no se está
en el centro y origen no hay forma de discernir lógicamente la existencia de
una voluntad de democracia abierta en Rusia… ni mucho menos.