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30/01/2020 | Opinión - Argentina: La indecencia de la casta

Ariel Corbat

Ya no es cuestión de cambiar algunos nombres. Lo que se requiere es un marcado giro cultural, algo que sólo puede surgir desde la conciencia ciudadana, exigiendo la ética y la estética para la conducta del bello gesto.

 

En La Reconquista de Buenos Aires el pintor francés Charles Fouqueray glorifica la victoria de 1806 sobre los británicos. El óleo refleja el preciso instante de tensa y repentina calma que sucede al violento combate, pero entre muertos y heridos destaca el gesto caballeroso de Don Santiago de Liniers al rechazar el sable que el General William Beresford le ofrece en señal de rendición.

Lo pose erguida de Liniers, frente al vencido Beresford, ostenta una magnifica dignidad. Cada vez que pienso en esa imagen no puedo más que sentir admiración por Liniers porque, aunque altiva, su mano rechazando el trofeo tanto conserva la propia humildad como preserva la integridad del enemigo. Y en la firmeza de carácter que trasmite la pose no hay indicio de vacilación o duda: enseña que un caballero siempre es dueño de sus acciones.

EL BELLO GESTO

A mis sentidos, el cuadro de Fouqueray sintetiza la conjunción de ética y estética que produce "la conducta del bello gesto". O si se quiere, simplemente, la austera decencia. Si en estos días viene a la memoria es por contraste. Pues en lugar de ver emulada la conducta del bello gesto, estamos viendo exhibirse obscena la indecencia de la casta política.

El lunes 20 de enero, Alberto de la Fernández recibió en Casa Rosada a dos personajes que representan todo lo opuesto a la conducta del bello gesto. Primero se reunió con Baltazar Garzón, que siendo juez en España fue destituido por prevaricato. Es repudiable que alguien que deshonró la dignidad judicial sea recibido por quien hace de Presidente de la Nación Argentina.

Y luego de reunirse con el prevaricador, recibió Fernández a Hebe de Bonafini, quien además de ser emblema de corrupción al amparo de los derechos humanos, es una constante propaladora de odios.

Alguien sin escrúpulos, capaz de abrazarse al dictador Fidel Castro y ensalzar a sus hijos como guerrilleros para utilizar sus muertes de manto de impunidad justificando al terrorismo totalitario en cualquier lugar del mundo. Alguien cuyo rencor hacia la humanidad le hizo celebrar el atentado contra las Torres Gemelas.

Si la más alta autoridad de la República convoca a la Casa de Gobierno a personajes que representan todo lo contrario del estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional, va de suyo que no ha de conducir el Estado en la orientación ética y estética propuesta por los constituyentes. Queda claro, para quien esto escribe, que la cabeza del gobierno está podrida, pero no es una afección individual sino del conjunto de quienes mal gobiernan el país desde hace al menos dos décadas.

DRAMAS IRREPARABLES

Toda esa casta política desprecia los valores del Himno Nacional y la Constitución de 1853, tanto los desprecian que en la mezquindad de anteponer sus intereses al bienestar general no trepidan en buscar que les resulte redituable la muerte de cualquier argentino.

Así ha ocurrido con el homicidio de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, uno de esos dramas irreparables que produce la estupidez humana.

Frente a tales hechos cabe esperar de los políticos un mínimo respeto por la víctima y sus deudos. Pues bien, no existe ese respeto cuando lejos de mejorar la respuesta institucional del Estado, salen como aves carroñeras intentando garronear o picotear algún grado de protagonismo para su conveniencia. Entonces sobreviene el show del horror, convencidos que todo se trata de ellos y sus negocios de ocasión salen a vendernos algo bajo el reflector de la infamia.

Sergio Berni nos vende su personaje de Súper Berni, un clásico merodeador de escenas del crimen.

Axel Kicillof nos insta a superar el infortunio y comprar, como mérito suyo, la mejor temporada en las playas bonaerenses de los últimos cinco años.

Patricia Bullrich, en plan mercachifle, vende su solución de pistolas eléctricas; olvidando que sin un policía presente no sirven de nada.

Nicolás Trotta vende al por mayor educación sexual integral, porque la imposición cultural de la ideología de género nunca descansa y todo lo malo es cosa de machirulos.

Y finalmente, por si no ha quedado claro que la fábrica de estupideces nunca se detiene, Daniel Lipovetzky nos vende la prohibición de las manos del rugbier.

Sirva este muestrario atroz para entender que la casta política está podrida en su totalidad. Ya no es cuestión de cambiar algunos nombres, está probado que kirchneristas y cambiemitas son más parecidos que distintos, lo que se requiere es un marcado giro cultural, algo que sólo puede surgir desde la conciencia ciudadana, exigiendo la ética y la estética para la conducta del bello gesto.

 

***Ariel Corbat, Periodista. El lector podrá encontrar más artículos del señor Corbat en sus dos blogs: plumaderecha.blogspot.com y unliberalquenohabladeeconomia.blogspot.

La Prensa (AR) (Argentina)

 



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