Iowa da el pistoletazo de salida a las primarias a la Casa Blanca. A por la movilización: Sanders: “Si la participación es baja, perderemos; pero si es alta, ¡vamos a ganar!” Republicano “con principios”:“Voy a hacer todo lo posible para que Trump se vaya”, dice un votante conservador.
En el pulso final por el alma del Partido Demócrata, el
gigantesco aparcamiento de la Iglesia de la Eternidad, un faro de neón
evangelista entre la nieve, fue la salvación para los seguidores de Bernie
Sanders que la noche del viernes acudieron a escucharle en un acto en Clive
(Iowa).
“Estoy emocionada”, confiaba una veinteañera al
encontrarse con sus amigos en la puerta. Si sabía o no que el senador
socialista no iba a estar presente –el juicio del impeachment a Donald Trump le
obligó a quedarse esa noche en el Senado– no importa. La devoción casi
religiosa que le profesan sus seguidores compensó su ausencia física y explica
también por qué Sanders, para desesperación del establishment del partido,
cuatro años después de disputar por sorpresa a Hillary Clinton la nominación,
sigue ahí y con posibilidades de ganar en Iowa, New Hampshire y más allá.
“Amigos, si la participación es baja el lunes, vamos a
perder esta elección; pero si es alta, ¡vamos a ganar!”, aseguró Sanders a sus
embelesados seguidores mediante conexión telefónica desde Washington. “Ahora
depende de vosotros”, ha insistido en cada parada de su intensa campaña para
los caucus de Iowa. Mediante estas originales asambleas vecinales, el pequeño
estado del Medio Oeste dará a las siete de la tarde (dos de la madrugada en la
península) el pistoletazo de salida a las primarias demócratas y republicanas
(estas, en cambio, sin emoción).
“Esta vez [Sanders] realmente tiene una buena oportunidad
para ganar la nominación. Estoy seguro de que harán todo lo que puedan para
pararle, como la última vez. Pero si tiene suficientes apoyos, no podrán con
él. Hay un límite a lo que el Partido Demócrata puede hacer para frenarle”,
confía Josh S., un activista que representó a la campaña del senador en uno de
los condados en los que se acusó al partido de favoritismo hacia Clinton en el
2016 y que confía en la fuerza de la calle para que este año ocurra con Sanders
lo mismo que con Donald Trump entonces.
“Se puso por delante de los otros candidatos y el Partido
Republicano no sabía qué hacer. Pensaron que se hundiría, pero no fue así”.
Ganó, afirma, “porque la gente está cansada de políticos vendidos a los
intereses corporativos y pensaron que sería diferente. Ahora está viendo que no
es así”, asegura. Por eso y porque cree que más gente ahora está madura para
las ideas de Sanders, sostiene que podría ganar unas elecciones nacionales.
“Fácilmente” incluso, insiste.
Aunque no precisamente por la edad de algunos de sus
protagonistas, hay algo de choque generacional en estas primarias. El senador
de Vermont, de 78 años, es el favorito entre los votantes de menos de 29 años.
Lo apoya el 32% de esta franja de la población, pero sólo el 13% de los
votantes entre 54 y 72 años, la generación del baby boom . En sus
electrificantes actos de campaña salta a la vista. “Boomers , haced un favor a
vuestros hijos y nietos y votad pensando en su futuro, votad a Sanders”, ha
pedido con su apasionamiento habitual el cineasta y activista Michael Moore en
los mítines del socialista.
Mucho más sosegado y nostálgico es el ambiente en los
mítines de Joe Biden, de 77 años, favorito entre los séniors y el ala centrista
del partido. Hace campaña con él el ex secretario de Estado John Kerry, una
elección sorprendente tratándose de un fallido aspirante a la Casa Blanca. ¿Un
problema, la edad de Joe? “¡Los 70 son los nuevos 50!”, proclamó Kerry en un
acto en Cedar Rapids del que se tuvo que evacuar a un simpatizante por una
aparente crisis cardiaca.
En el campo centrista, la energía está con Pete
Buttigieg, de 38 años, con un potente currículum y ecos de Obama en su
discurso, que trufa con su experiencia como gay y cristiano para reivindicar su
capacidad de recuperar votos republicanos. Buttigieg, exalcalde de Indiana, ha
visitado sobre todo los condados de Iowa que después de votar en dos ocasiones
por Obama se pasaron a Trump en el 2016.
El factor de la elegibilidad del candidato, su capacidad
para ganar no las primarias sino a Trump, está en todos los cálculos de los
votantes. A Randy, de 68 años, le gusta Buttigieg y todos los demás, pero ha
llegado a la conclusión de que Biden es el que más posibilidades tiene de
derrotar a Trump. “Toda la vida he votado con el corazón en lugar de con la
cabeza. En el último ciclo electoral apoyé a Sanders. Sigo pensando que lo que
defiende son aspiraciones maravillosas, pero no creo que podamos llegar allí de
un solo paso. Lo primero que hay que hacer es ganar”, argumenta.
Reed, un estudiante de teología de 25 años, está de
acuerdo. Es republicano “con principios” y ha conducido 14 horas desde Atlanta
para hacer campaña por el exvicepresidente. “Trump está haciendo trizas la
Constitución e hiriendo al país sembrando tanta división. Voy a votar y hacer
todo lo posible para que se vaya”, explica mientras espera ver a Biden en un
pequeño acto en North Liberty. “Quiero asegurarme de que hago algo por
enderezar el rumbo del país para cuando mis hijos y nietos me pregunten qué hice
durante la era Trump”, añade. Apoyará al candidato demócrata que sea. “Sanders
sería más duro de tragar”, admite sin descartarlo.
Para una parte del electorado progresista, la senadora
Elizabeth Warren es una alternativa más segura. Las encuestas la sitúan por
detrás de Sanders, pero en Iowa nada es seguro hasta el último minuto y en las
horas previas a los caucus han seguido visitando diferentes rincones del estado
y lanzado llamamientos a la movilización. A diferencia de su rival más directo,
ella se declara “capitalista hasta la médula”. No hay que acabar con el sistema
sino reformarlo “para que funcione para la gente, no para las grandes
corporaciones”. “¡Grandes cambios estructurales, eso es lo que necesita este
país!”, insistió en la Universidad de Cedar Rapids con un enérgico discurso en
el que mezcló sus orígenes en una familia de clase media de Oklahoma con sus
grandes propuestas como la creación de un impuesto sobre la riqueza para pagar
una sanidad universal y gratuita.
Warren, de 70 años, derrocha vitalidad sobre el
escenario. Warren, 70 años, derrocha vitalidad sobre el escenario. Acepta
preguntas del público e insiste en saludar a sus interlocutores por su nombre,
un gesto que contribuye a dar una imagen de cordialidad con la que quiere
contrarrestar la fama de elitista que le han puesto por haber sido profesora de
Harvard y proceder de Massachusetts. “Espero que ganes a Trump y seas la
primera mujer presidenta de EE.UU.”, le deseó una niña de nombre Sophie.
El mayor rival de todos los candidatos a las primarias
son las expectativas. Si Sanders no está a la altura hoy en Iowa y la semana
próxima en New Hampshire, donde ganó en el 2016, podría dar margen a sus
rivales centristas para defender que son la mejor opción para ganar a Trump en
noviembre. Lo mismo con Biden: si no está a la altura en la cascada de
primarias de este mes y llega con fuerza a Carolina del Sur, donde espera
recibir la mayor parte del voto negro, los electores y el establishment del
Partido Demócrata empezarán a buscar alternativas.
Anoche, Kerry que haya pensado en presentarse, como la
NBC dedujo tras escuchar una conversación telefónica mantenida en un
restaurante de Des Moines. Su razón sería el temor a que Sanders “hunda el
Partido Democrático”, le oyeron decir, repasando la lista de trabajos a los que
debería renunciar para poderse presentar (su puesto en el consejo de
administración de Bank of America, sus discursos pagados...). “Eso es una
malinterpretación absoluta basado en oír por encima sólo un lado de la
conversación”, replicó a la cadena televisiva.
Hay otras alternativas sobre la mesa. La decisión,
anunciada el viernes, de eliminar los requisitos de donaciones individuales
para participar en los debates televisivos ha sido interpretada como una
alfombra roja para el multimillonario Michael Bloomberg, que saltará a la
carrera dentro de un mes, en el supermartes , cuando podría presentarse como el
caballero blanco del partido para frenar a Trump. Warren le ha acusado de
querer “comprar” las elecciones. Hay que destacar que Bloomberg autofinancia su
campaña.
En la recta final de los caucus de Iowa, los candidatos
han redoblado los llamamientos a la unidad para, gane quien gane las primarias,
estar de su lado para conseguir su objetivo primordial, sacar a Trump de la
Casa Blanca. En el campo de Sanders hay desconfianza hacia lo que puede
ocurrir. “Le apoyaré si gana de forma justa”, matiza Josh S. “Si lo deciden a
través de los superdelegados, perderán las elecciones y probablemente el
partido, porque iríamos a una fractura”.