Tobías Rathjen, racista, neonazi y con graves delirios y manías persecutorias, mata a diez personas, hiere a otras tantas y conmociona a Alemania.
La Policía encontró al asesino de madrugada en su propia
casa, una vivienda de dos pisos del distrito de de Kesselstadt, en Hanau. Antes
de quitarse la vida, había asesinado a su madre, de 72 años. Su padre, con el
que también vivía, miraba fijamente los dos cadáveres sin capacidad de
reacción, aunque consciente ya de los crímenes perpetrados por Tobias Rathjen
solo unas horas antes. La televisión encendida repetía en bucle las imágenes de
la sangrienta orgía xenófoba de su hijo: dos establecimientos de clientela
extranjera por los que había pasado, disparando de forma indiscriminada y
causando diez muertos y otros tantos heridos. Nueve de las víctimas eran
extranjeras, incluida una embarazada de 35 años, la mayoría de origen kurdo. La
otra víctima era una camarera alemana a punto de terminar su turno. Ni los
testigos del bar de shisha «Midnight» ni los del 24 horas «Arena Bar &
Café» podían entender qué había pasado.
No resultó difícil a los agentes encontrar la pistola
Glock 17, 9 milímetros Luger, la SIG Sauer 9 milímetros y la Walther 9
milímetros que Rathjen había comprado legalmente en internet, gracias a su
licencia de armas en vigor, abandonadas en el mismo coche desde el que efectuó
los disparos. También estaba a la vista, en su dormitorio, un manifiesto de 24
páginas en el que Tobías Rathjen exponía detalladamente una mezcla de ideología
racista y paranoias persecutorias.
«Un error fundamental»
El texto afirma que «no es suficiente separar del resto a
ciertos grupos étnicos», ya que su existencia es «en sí misma un error
fundamental». Varios pueblos deberían ser «completamente destruidos», en Asia,
norte de África e Israel. Especialmente agresivo se mostraba con los habitantes
de Turquía y países árabes. «Desde hace más de veinte años analizo el problema
de la constante criminalidad extranjera en Alemania, para concluir que los
criminales extranjeros son solo una cara de la moneda. La otra cara son los
alemanes ignorantes, demasiado débiles o demasiado tontos para devolverlos a
sus países», reflexionaba en el documento en el que justificaba la superioridad
de la raza aria y el odio a «extranjeros y no blancos».
Rathjen había publicado estas ideas en las redes, además
de un sorprendente vídeo, colgado solo cuatro días antes de los crímenes, en el
que advertía en inglés a los estadounidenses de la presencia de bases militares
subterráneas y secretas en su territorio, «en las que se tortura y asesina a
niños» y «se da culto al diablo». Estaba convencido de que era monitoreado por
poderes opacos desde su nacimiento, por «una organización que opera sobre la
base de un servicio secreto pero que no aparece oficialmente por su nombre».
A pesar de estas manifestaciones, nadie había reparado en
el potencial violento de este administrador de empresas de 43 años. Incluso
había pasado inadvertido un escrito ofreciendo «información secreta» que el 6
de noviembre envió al fiscal general, Peter Frank, quien ayer asumió la investigación
constatando que cuenta ya con numerosas pruebas de «pensamientos perturbados»,
«abstrusas teorías conspirativas» y que emanan «racismo». La investigación se
centra en si el autor del doble ataque contó con «cómplices» o «apoyos», por lo
que se va a investigar a fondo su «entorno» y sus «contactos».
Investigación aparte, las instituciones alemanas se
volcaron ayer en la condena, fijar un discurso constitucional y garantizar la
protección del Estado de Derecho. «El asesino actuó por motivos racistas y de
extrema derecha, por odio contra personas de otra procedencia, otra fe u otro
aspecto», lamentó la canciller Merkel en una declaración gubernamental, «el
racismo es un veneno, el odio es un veneno, ese veneno existe en nuestra
sociedad y es el culpable ya de demasiados crímenes».
Combatir el odio
El presidente Steinmeier y varios ministros se
desplazaron a Hanau para mostrar personalmente sus condolencias a los
familiares de las víctimas. «Permanecer unida es lo mejor que puede hacer
nuestra sociedad para combatir ese odio», dijo Steinmeier durante una vigilia
ecuménica de las muchas que proliferaban anoche en diversas ciudades alemanas,
junto a cadenas humanas de solidaridad.
Pero esos mismos hechos que conmovían a la sociedad
alemana, en la arena política se habían convertido ya en arma arrojadiza.
Mientras desde el partido antieuropeo y antiextranjeros Alternativa para
Alemania (AfD) atribuía Jörg Meuthen lo ocurrido a una «esquizofrenia no
detectada», como si no fuera con ellos, prensa progresista como Süddeutsche
Zeitung hablaba en su portada digital de «brazo armado del populismo de
derechas».