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05/11/2006 | USA´06-Elecciones legislativas en EE UU - La última batalla de Bush

José M. Calvo

Su nombre está en la cabeza de todos los votantes, pero no en las papeletas de las legislativas del próximo martes. George W. Bush libra la última pelea electoral de su vida, y quizá la más difícil: la guerra de Irak, que le ayudó a ganar en 2004, pesa ahora como el plomo en el electorado, que muestra además otras señales de rechazo a la dirección política del país.

 

Aunque lo que está en juego es el Capitolio y no la Casa Blanca, el presidente Bush es el protagonista de estas elecciones. Y en el centro de las preocupaciones y del pesimismo de los norteamericanos se encuentra Irak.

Los demócratas perdieron en 1994 un Congreso que dominaron durante 40 años y han estado en la Casa Blanca sólo ocho de los últimos 25 años. Necesitan desesperadamente la victoria y todo parece indicar que la van a tener, pero, ¿va a ser arrolladora, como la republicana de 1994, o relativamente modesta? Dos de cada tres personas creen que Estados Unidos no va en la buena dirección. ¿Se traducirá con claridad en las urnas?

"No tengo una bola de cristal, pero parece que los norteamericanos están ampliamente descontentos con una serie de cosas, desde la política exterior y la guerra hasta la economía. En una situación así, lo habitual es que el partido que manda pierda escaños en unas legislativas, y eso debería ocurrir en las dos Cámaras. Lo que está por ver es que pierdan los suficientes como para cambiar la dirección del Congreso. Eso dependerá de varios factores, sobre todo de la participación", afirma Philip J. Crowley, que fue asesor de Clinton para asuntos de Seguridad Nacional y que ahora está en el Centro para el Progreso de América.

"Reconocemos que el ambiente nacional es difícil", dice Alex Burgos, portavoz del Comité Nacional republicano del Congreso. "Históricamente, el sexto año de un presidente es difícil para su partido: en los últimos 150 años, el partido que está en la Casa Blanca retrocede en las legislativas del sexto año. La excepción fue en 1998, con Clinton".

Los demócratas necesitan ganar 15 escaños para conseguir la mayoría en la Cámara de Representantes (que tiene 435 escaños, y todos se renuevan) y 6 para dominar el Senado (con 100 escaños, pero sólo un tercio se somete a las urnas cada dos años).

"En cierto sentido estas elecciones tienen más que ver con el pasado que con el futuro; quizá lo más importante es que se trata de la última campaña de Bush", cree Harvey Kaye, director del Centro de Historia y Cambio Social de la Universidad de Wisconsin. Aunque el presidente no se presente, "para él, el resultado es muy importante", afirma Roberto Suro, uno de los directores del prestigioso instituto de encuestas Pew Center. "A corto plazo, porque este resultado va a influir en cómo va a dirigir el país en los dos próximos años. Y a medio plazo, porque ya se está empezando a escribir la historia de esta presidencia. Quizá después del martes podrá escribirse que en 2006 los norteamericanos rechazaron a este presidente y le dijeron: ya no estamos contigo en la guerra. Castigar a un presidente en medio de una guerra es algo importante, no está en la tradición de Estados Unidos".

¿Cuál es la foto del país? "Lo que se ve en los sondeos", dice Suro, "es que hay un nivel notable de ansiedad e incluso de preocupación sobre la guerra, y una pérdida de confianza en los que están en el poder, incluidos los congresistas. Los republicanos pierden terreno y el presidente tiene menos apoyo", añade, pero esto no quiere decir que el rechazo se traduzca en apoyo demócrata. "Lo que podríamos ver ahora es un voto de no confianza. El punto clave de esa desconfianza es la guerra, y eso está muy centrado en el presidente, que es el símbolo del Partido Republicano".

No siempre es fácil traducir la intensidad de los sentimientos del electorado. ¿El enfado que causa el enorme rechazo a la guerra puede verse suavizado por el descenso en el precio de la gasolina? ¿Las imágenes de los soldados muertos en Irak se sobreponen a las del 11-S? Hay ansiedad, hay preocupación, pero ¿tanta como para ir a votar? Las legislativas no suelen atraer a muchos electores -algo más del 40% en anteriores ocasiones-, y tanto el factor local como el diseño de los distritos dificultan los pronósticos. Al final, se trata de quién moviliza más y mejor a su base.

¿Está el cambio en el aire? Sí, por agotamiento: por el desgaste de los errores, escándalos e incompetencias del Gobierno de Bush. "Existe el potencial de que estemos ante un momento importante, un momento de cambio como lo fue 1992 con Clinton o 1994 con la victoria republicana en el Congreso. Si los demócratas ganan con claridad sería una señal de que el país se mueve, después de seis años de dominio republicano", dice Suro. En su último análisis, el Pew Center indica: "El panorama político de EE UU ha cambiado radicalmente desde otoño de 2002

[las anteriores legislativas de mitad de mandato presidencial]: los votantes que estaban divididos, como las mujeres y los independientes, ahora favorecen a los demócratas, y los votantes que favorecían a los republicanos, como hombres blancos, mujeres casadas o católicos, están ahora divididos".

David Brooks, en The New York Times, cree que "vamos a entrar en uno de esos periodos sin ideología dominante en Estados Unidos", pero "está claro que estas elecciones marcan el final del predominio conservador". Y Joe Klein aventura en la revista Time: "2006 quizá se recordará como el año en que la revolución de Reagan empezó a retroceder".

"Los resultados tienen consecuencias significativas con vistas al futuro, en todos los sentidos", analiza Philip J. Crowley, "pero los que siguen estas elecciones desde España, por ejemplo, deben entender que no necesariamente van a representar una tendencia, una dirección. Las presidenciales sí son una decisión nacional; las legislativas pueden tener implicaciones nacionales, pero lo que las mueve son asuntos locales, personalidades locales. Hay un componente nacional: la crítica a Bush y al Congreso republicano. Pero incluso si los demócratas llegan a controlar una o las dos Cámaras, de ahí no debe deducirse automáticamente que los norteamericanos estén apoyando una clara alternativa demócrata; lo que estarían haciendo es abrirles la puerta para que demostraran de qué manera son diferentes, cómo pueden gobernar más eficazmente".

En unas elecciones-termómetro como éstas se trata del cambio, más que de la alternativa. Lo sugiere un sondeo de Fox, que indica que sólo el 15% de los que dicen que van a votar demócrata lo hacen porque le gustan las iniciativas del partido; el 65% lo va a hacer porque quiere un cambio de liderazgo en el Congreso. Harvey Kaye lo explica así: "Es un momento de cambio, una palabra que sugiere un sentido de dirección, aunque no veo que los demócratas ofrezcan una dirección hacia la que debamos ir". Para Suro, "no es más que el primer capítulo de un momento político que durará tres años, hasta septiembre u octubre de 2009, cuando haya un nuevo presidente que haya tomado algunas decisiones. Estamos en una primera batalla, en un primer paso de lo que vendrá en los tres próximos años".

Dos son las novedades en estas elecciones, en opinión de Philip J. Crowley: "Primero, aunque Bush no se presenta, éste va a ser un referéndum sobre su Gobierno, y segundo, aunque normalmente las legislativas están dominadas por temas nacionales, no de seguridad o de política exterior, en esta ocasión, el asunto dominante es Irak, lo cual es muy inusual". De forma que, "aunque hay muchos factores locales y personales -que pueden decidir resultados-, la elección está centrada en buena medida sobre Irak y es un referéndum sobre George W. Bush".

La estrategia demócrata ha sido clara: someter a Bush a referéndum -con un índice de apoyo del 38%, la apuesta es sensata- y poner Irak en el centro. Según un sondeo de The New York Times y la CBS, sólo el 29% aprueba la manera en la que Bush está manejando la guerra y casi el 70% cree que no tiene un plan para terminarla. Con estos datos, ni siquiera meteduras de pata como la de John Kerry sobre la ignorancia de los soldados -aprovechada a fondo por Bush y los republicanos- deberían cambiar mucho las cosas, porque la desazón con Irak es de fondo, aunque no repercuta en la calle, según Harvey Kaye: "Es un factor de descontento, pero no ha generado mucha oposición activa: la mayoría es escéptica sobre el futuro de la guerra, pero no hasta el punto de pedir que vengan las tropas. No hay militancia contra la guerra, incluso hay quienes creen que tenemos la obligación de estar allí y ayudar a los iraquíes, aunque creo que eso cambiará muy pronto. Pero mucha gente recuerda lo que pasó en EE UU después de Vietnam y nadie quiere otro síndrome similar". Lo que los norteamericanos esperan, si ganan los demócratas, es que se acelere la retirada de tropas, pero la mayoría preferiría que se hiciera de forma ordenada, sin que Irak se deslizara -aún más- hacia el caos.

La estrategia republicana ha sido múltiple. Los candidatos con problemas que saben que la guerra juega en su contra prefirieron no contar con Bush; los que creen que el presidente da energía a las bases le llamaron, y cuando Bush fue, su discurso reivindicó una economía que "ha creado 6,6 millones de empleos en los últimos tres años" y amenazó con subidas de impuestos si ganan los demócratas. Sobre Irak, el presidente optó por obviar los detalles de la caótica situación: "El objetivo de los demócratas es que nos vayamos de Irak; el de los republicanos es vencer en Irak. El planteamiento demócrata desemboca en esto: los terroristas ganan, América pierde".

Pero la credibilidad presidencial está muy deteriorada como para que estos mensajes tengan eco: Irak es letal para Bush y ha abierto los ojos a muchos. El cambio importante en estas elecciones, según Suro, es el siguiente: "En 2002 y 2004, Bush y los republicanos definieron con éxito la elección. La pregunta era: ¿con quién se siente usted más seguro?, y a ella se ligó, en 2004, la decisión de ir a la guerra. Kerry entró en ese debate, y perdió, pero lo que ahora preocupa a la opinión pública es cómo se está manejando la guerra y quién la va a ganar". Los republicanos no han tomado nota de este cambio, que es muy reciente, del verano. Los debates de ayer son los de las armas de destrucción masiva o los de la democracia en Irak y Oriente Próximo. "Los de hoy tienen que ver con qué es lo que se hace, cómo se resuelve la situación, quién tiene un plan. Hasta ahora, el éxito de Bush ha sido poder captar la inquietud por la seguridad después del 11-S y sacar ventaja de ello", añade Suro: "Existen los riesgos, pero con nosotros vas a estar más seguro que con ellos, era el mensaje. Bush ha sido muy fiel a esa estrategia, pero ahora la situación es distinta. Rove es muy inteligente, todo el mundo lo sabe, y ha hecho esta campaña ligando la guerra a la seguridad nacional, para poder volver a preguntar al votante: ¿quién cree que le va a defender contra el terrorismo, ellos o nosotros? No sé si la fórmula va a seguir teniendo éxito".

En todo caso, la Casa Blanca está lanzada a un frenético final de campaña en el que la electricidad que se quiere transmitir a las bases para que vayan a las urnas no admite vacilaciones: "Los republicanos van a estar en mayoría en el próximo Congreso, así que no le puedo responder a la pregunta de qué es lo que cambiaría si ganan los demócratas", dice Alex Burgos, el portavoz del los republicanos del Congreso: "Tenemos confianza en que, a pesar de las dificultades, la estrategia de basar cada campaña en los temas locales, de hacer una campaña distrito por distrito, nos ayude a mantener la mayoría. Ellos se están concentrando en darle a cada candidato una campaña nacional y de meter a Bush en todas. Nosotros basamos nuestra estrategia distrito por distrito".

Philip J. Crowley coincide en que "hay una tendencia a nacionalizar las legislativas, y, sin embargo, son en última instancia decisiones que los votantes toman sobre personas individuales en cada distrito, en cada Estado", y añade: "Existe una dicotomía interesante en EE UU; por una parte, la gente le da al Congreso, como institución, notas muy bajas; están muy poco satisfechos con la manera en la que hace su trabajo. Dicho esto, esa misma gente tiende a mantener a sus congresistas en los escaños, y hay un 90% de reelección. La gente dice: 'el Congreso no funciona, pero eso no es culpa de mi congresista o de mi senador".

Ésa es una de las esperanzas de Alex Burgos: "Los votantes odian el Congreso pero adoran a su congresista. La gente está enfadada con el Congreso, pero no suele penalizar a su representante. Si miras los sondeos nacionales, los demócratas llevan la delantera, pero eso también ocurrió en 2004. Y a la pregunta de quién se quiere que tenga el control del Congreso, los demócratas tienen ventaja. Pero si sigues leyendo esos sondeos y miras donde le preguntan a los votantes si aprueban el trabajo de su congresista, te das cuenta de que en casi todos los casos se apoya". ¿Esperan un milagro, entonces? "No, lo que decimos es que los sondeos, distrito por distrito, indican que hay muchas contiendas muy reñidas, pero que no está decidido. Contamos con más recursos financieros que los demócratas, hemos invertido mucho en anuncios y tenemos una operación para facilitar el voto de nuestros simpatizantes, que fue clave en 2004. Vamos a luchar hasta el último momento".

"Da lo mismo", escribe Mark Mellman, un estratega demócrata, en The Hill: "No importa lo buena que sea su maquinaria o lo que hagan sus bases; el Partido Republicano necesita encontrar algo más para parar la ola que se le viene encima". James Carville, uno de los cerebros de Bill Clinton en 1992, recomienda no sacar las botellas de champaña antes de tiempo, y la militancia, esperanzada, le hace caso: "Estoy un poco cautelosa", señala Melissa D. "Creo que vamos a ganar, pero eso mismo creí en 2004. Los distritos electorales están diseñados para que no haya muchos cambios, pero si la ola de descontento lleva a la gente a las urnas, ganaremos, y conseguiremos las dos Cámaras".

El Pais (Es) (España)

 


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