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09/04/2020 | El Síndrome de China en la génesis del nuevo capitalismo surgido de la Covid-19

Marcel Gonzalo Unzueta

La UE, Japón y EE.UU. sufren de la nueva competencia económica, tecnológica y militar de los chinos en un mundo con interrogantes tras la crisis del coronavirus

 

El coronavirus es la marca de fuego de la Naturaleza que hace caprichosamente, de vez en cuando, y que ya ha cambiado vertiginosamente nuestro mundo.

Ese pequeño microrganismo, cuya familia vive en la Tierra desde hace millones de años y cuya mutación natural se hace mortífera cuando pasa de un animal al ser humano, ha puesto en cuarentena al planeta.

Vino desde los mercados de China, de aquel gigante asiático que ingresó al Mercado Mundial del Comercio (OMC), después de la cuarta reunión ministerial de ese organismo.

Para el mundo, entonces, se abría un mercado de 1,3 millones de personas. Para China significaba un programa de inversión anual de 40 mil millones de dólares en sectores estratégicos como el petrolero, financiero y de telecomunicaciones, actuales lideres absolutos.

Todo ello, le permitió quemar etapas de desarrollo y crear un know how capaz de hacerlo altamente competitivo con los países más industrializados del mundo.

Competitividad también quiere decir presencia en el mercado mundial –que le abrió sus puertas aún a riesgo de sus propias industrias- y, por tanto, el inicio de una ronda de negociaciones multilaterales de liberación del comercio.

Considerando esta introducción, ahora me refiero a la tesis de Michel Albert en ‘Capitalismo contra Capitalismo’, donde habla de dos modelos económicos: Aquel anglosajón, basado en los mercados financieros, y el renano, que mira a las instituciones con un rol más relevante respecto de los mercados financieros.

Considerando que la estructura política de China pertenece al sistema comunista y, por su membresía a la OMC, a una estructura capitalista de la cultura occidental, creo que se puede comenzar a hablar de un capitalismo-comunista, aunque puede parecer extraño y contradictorio.

También es posible hablar de la adopción de un paradigma dominante de capitalismo. Si fuera aquel anglosajón, la China se vería obligada (ya lo está haciendo y en grande) a comprar grandes y estratégicas empresas occidentales y asiáticas.

Vale recordar, por ejemplo, la competencia que hubo entre China e India por Petrokazakhistan, la sociedad canadiense que opera en Asia central.

Asimismo, el intento de la empresa china Cnooc por comprar la estadounidense Unocal, también del sector petrolero. Ni qué decir de las inversiones en África y Latinoamérica.

Y si fuera aquel renano, donde la empresa asemeja a una comunidad —aunque Albert hable del réquiem renano— el dragón asiático tendría que potenciar de tal forma sus empresas estratégicas que lo impulsaría a reforzar su dominio en la nueva geografía comercial que vive este incierto y complejo siglo XXI.

El inmenso flujo de capital financiero y humano, además de contar con una organización estatal centralizada y autoritaria, le permitirá desarrollar esta lucha, aunque deba sacrificar derechos civiles y libertad política.

Recordemos la epidemia de gripe asiática en 2002 y la campaña de desinformación de parte del gobierno, que se vio obligado a revelarla recién el 2003, debido a la falta de control sanitario, igual como sucedió en la provincia de Wuhan.

Otro competidor comercial que está llegando al nuevo escenario económico del mundo es Rusia que, como la China, tiene un marcado pasado histórico filo marxista-comunista.

Ambos países, junto a la India, modificarán gran parte del juego financiero y económico del mundo de hoy y de mañana.

Actualmente, podemos ver como la Unión Europea, Japón y Estados Unidos sufren de la nueva competencia económica, tecnológica y militar, particularmente de la China y, no menos intensa de Corea del Sur y Rusia, que recientemente ha hecho lo que Stalin no pudo: entrar en Europa (Italia), con un puñado de expertos militares en guerra bacteriológica y personal médico, a dar ayuda al amigo del Mediterráneo.

Y China, ¿que da ayuda humanitaria a su “rival” capitalista del norte?

Sin embargo, me queda un gran interrogante respecto al país de Tzu Hsi, la última emperatriz de la China: El surplus del dragón asiático, después de la crisis del Covid-19, ¿hará o no saltar la economía mundial?

Esperemos que no.

La Vanguardia (España)

 



 
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