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20/04/2020 | Las trifulcas sanitarias de la guerra fría

Joaquín Luna

La OMS, fundada en 1948, se convirtió en un ring científico bajo control de EE.UU. que al año ya sufrió un boicot de la URSS

 

La Organización Mundial de la salud tuvo una gestación feliz –el desembarco altruista de EE.UU. en la gobernación mundial en 1945–, un parto sencillo el 7 de abril de 1948 en Ginebra y una niñez complicada: la Unión Soviética ya dio el primer portazo en 1949 y con ella los llamados “países satélites”. Su adolescencia fue esperanzadora pero siempre hipotecada por el enfrentamiento bipolar. Y la descolonización.

-“El primer período de la OMS es fácil de resumir: si EE.UU. decía blanco, Moscú decía negro”.

Así lo resume el colombiano-francés Germán Velásquez, que ingresó en la OMS en 1989 como economista de la salud y ocupó varios cargos relevantes durante veinte años (hoy es un crítico de la deriva “mercantilista” de la OMS y trabaja en Centro Sur).

Las organizaciones multilaterales de las que tanto reniega el presidente Trump fueron ideadas por una generación brillante de diplomáticos de Estados Unidos al finalizar la II Guerra Mundial (los Dean Acheson, George Marshall o George Kennan) para “contener” a la Unión Soviética a base de promover el desarrollo en la Europa devastada.

Desde su primer director general, el médico canadiense Brock Chisholm, ya se atisbó que salud y sanidad serían dos de los rings menos ruidosos pero rings al fin y al cabo de la guerra fría. Poco antes de la primera asamblea general, en 1949, la URSS y sus aliados –desde bielorrusos a albaneses– se retiraron de la OMS en disconformidad con lo que consideraban discriminación hacia las necesidades sanitarias de Europa del Este. Sólo la diplomacia de Chisholm, ateo, que se plantó en Moscú, evitó la retirada del bloque, lo que hubiese invalidado irreversiblemente su ambición global. El otro frente inicial fue la oposición del Vaticano a cualquier promoción de métodos anticonceptivos.

Estados Unidos fue el principal contribuyente de la OMS durante la guerra fría, una forma de garantizar el molde occidental de la organización (un 33% del presupuesto en 1955). Los primeros años estuvieron marcados por un cuerpo de científicos y asesores “occidentales”, mientras en las alturas cada superpotencia trataba de promocionar en cualquier documento de la OMS las bondades de unos sistemas sanitarios antagónicos, con Francia y el Reino Unido atemperando la lucha. El equilibrio geopolítico quedó alterado con la descolonización. Cuando nació la OMS, África sólo tenía cuatro estados independientes (se dicen pronto: Egipto, Etiopía, Sudáfrica y Liberia).

El desembarco de los nuevos estados de África y Asia tuvo consecuencias contradictorias: los mejores médicos eran invitados a formarse y trabajar en la OMS –con el drama de que muchos después preferían quedarse, en parte por los sueldos y condiciones– y hubo un aumento de la influencia soviética, cuyo modelo de sanidad pública encajaba mejor con el talante “socialista” de los nuevos estados, recelosos además de sus antiguos dominadores, aliados de Estados Unidos. Surge en los 60 otro frente político en el seno de la OMS: un bloque árabe que asamblea tras asamblea pide la expulsión de Israel, a pesar de la capacidad científica y el éxito espectacular de su modelo sanitario. La segunda gran etapa de la OMS llega con la asamblea de Alama Ata de 1978 (en la entonces república soviética de Kazajstan): salud para todos. Estados Unidos ha perdido parte de su liderazgo y entre en escena una fuerte ampliación del personal y un sistema descentralizado que debilita el peso europeo. Una espiral de gastos que el presidente Reagan empieza a cuestionar en los años ochenta. Aún así, la influencia es grande: nunca un documento de la OMS ha puesto en cuestión el sistema de salud de EE.UU. “Ni siquiera cuando el huracán Katrina”, señala Germán Velásquez.

El viceprimer ministro japonés Taro Aro ha descrito esta semana a la OMS como “Organización china de la salud”, otra paradoja: la República Popular China no fue admitida hasta el ingreso en la ONU en 1971...

La Vanguardia (España)

 



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