La precariedad obrera y el temor a que el sector textil se desplace a Vietnam reabren las fábricas. Un mes con las máquinas paradas. La primera ministra Hasina quiere una apertura gradual que prime la seguridad de las trabajadoras. Temor a que los encargos vayan a países que no pararon como Vietnam o Camboya.
El engranaje mundial de fabricación de prendas de ropa
vuelva a chirriar en Bangladesh. Más de seiscientas fábricas textiles han
vuelto a abrir en Dacca, en su suburbio industrial de Narayangonj y en
Chittagong. De hecho, muchas ya lo hicieron el domingo, que es laborable.
La vuelta al trabajo ha generado aprensiones, ya que
aunque la epidemia del coronavirus es relativamente benigna en la región, aún
sigue una curva ascendente. El país reconoce 155 fallecimientos y 6.000 casos.
Un milagro, teniendo en cuenta que acaban de desbaratar una red de reciclaje de
máscaras usadas.
Pese a todo, la presión combinada de subcontratistas,
multinacionales extranjeras y de los propios trabajadores en situación precaria
ha inclinado la balanza.
Hace un mes, se pararon las máquinas no tanto por prurito
sanitario, como por el parón de encargos de primeras marcas.Ahora Dacca, la
capital confinada, autoriza a volver a la fábrica a los obreros presentes en la
ciudad, pero no el regreso de aquellos que se desplazaron a sus pueblos hace un
mes, con los cierres.
Paco Pérez, agente textil que trabajó varios años en
Dacca, minimiza los reveses: “No creo que el parón textil tenga mayores
repercusiones que algunos retrasos y algunas cancelaciones de pedidos de la
temporada de invierno”. Sin embargo, la patronal exportadora habla de pérdidas
de miles de millones por cancelación de pedidos y ha presionado a favor de la
reapertura. No es necesaria demasiada presión, puesto que la mayoría de la
clase política tiene intereses fabriles.
La primera ministra, Sheij Hasina, se ha declarado
partidaria “de abrir por fases, garantizando la seguridad de los trabajadores”.
También ha prometido 500 millones de euros en ayudas, pero Faisal, un
fabricante, aclara: “Serán préstamos a bajo interés”.
Este dueño de una fábrica de prendas de punto, que dice
haber producido souvenirs para el Barça, da su versión a La Vanguardia : “Hay
muy pocas fábricas abiertas y con un número limitado de trabajadores, que irán
incrementando si se ve mejora”. Él dice estar a la espera: “Antes tendrá que
abrir la industria auxiliar, de bordado, teñido o accesorios, que ha dicho que
lo hará el 2 de mayo”.
El temor en Bangladesh es que los encargos para la
temporada de invierno vayan a competidores que ya han abierto, como China, o
que casi no se han visto afectados, como Vietnam o Camboya.
El viernes pasado hizo siete años de la catástrofe del
Rana Plaza, una de las peores de la historia industrial, con un millar de
muertos. Pero “el virus puede empequeñecer esa cifra”, advierte la sindicalista
Kalpona Akter.
No obstante, el riesgo se reduce por el promedio de edad
de 27 años y un porcentaje muy pequeño de mayores de 70. El hacinamiento en las
grandes ciudades sí que es un problema, pero en ellas el porcentaje de gente
mayor es aún más bajo. Aunque el salario mínimo no subió durante los cinco años
posteriores al desastre –lo hizo en un 51% en el 2018–, la seguridad de las
fábricas sí que ha mejorado sustancialmente, según CC.OO. Sólo para la española
Inditex trabajan 288 fábricas bengalíes, con más de medio millón de empleados,
sobre todo mujeres.