Quienes durante su vida han vivido solamente en un estado de la República podrían perder de vista que esta nación está hecha en realidad de muchos países.
Al mismo producto, en la Ciudad de México le dicen
'chela', en Monterrey, 'cheve' y en Mérida, 'cheva'. Esas sutiles diferencias
sumadas al rompecabezas gastronómico del país pueden sumar a la diversión en la
convivencia de todos.
El presidente Andrés Manuel López Obrador sabe leer muy
bien esos matices, pero también, el tufillo a rencor que existe entre algunos
hacia la Ciudad de México, o bien, esa suerte de desdén que el norte arroja
sobre el sur.
Tejió su campaña sobre esas bases cuando prometió a cada
entidad su secretaría de Estado aunque en los hechos, como hoy está claro,
nunca operó el deshuesadero del poder Ejecutivo.
Hoy que el dinero del erario escasea, gobernadores de
distintos estados amenazan con llevar sus tortas ahogadas a otro lado y cambiar
las relaciones que tienen con la Federación. La ruptura del pacto fiscal es la
bandera que tejen entidades como Nuevo León, Chihuahua o Jalisco.
No voy a meterme con sus razones. Si hay argumentos
válidos, defenderlos es cosa de cada quien.
Pero expertos en finanzas públicas no lucen tan confiados
en un eventual rompimiento como el propuesto por los mandatarios estatales.
Por un lado, están los estados anclados, aquellos que
aportan menos de lo que reciben. Un funcionario estatal me lo dijo claramente:
nosotros damos un tercio de lo que nos devuelven, no hay manera de sumarnos a
una iniciativa así.
Por el otro, están los arrojados, representados por las
entidades que argumentan que su aportación es mayor que lo que la Federación
les devuelve. Ahí es en donde el asunto está más interesante.
“Dejar el pacto fiscal es dificilísimo”, me expuso
durante una llamada reciente Miguel Messmacher, quien tuvo casi todos los
cargos de mayor relevancia en la Secretaría de Hacienda, salvo la del despacho
de secretario.
Su argumento es simple, pero poderoso: los estados no
están facultados para cobrar ISR o IVA. Las leyes son federales. Parece un
asunto fácil de darle la vuelta: que el Congreso del estado faculte esos cobros
y listo.
Dejemos a un lado si les parece la discusión jurídica. El
que el corporativo esté ubicado en una ciudad no significa que el negocio
también se sitúe ahí.
¿Cómo dividirían el ISR que deben pagar los OXXO por sus
ventas de Veracruz o de Puebla? ¿Cómo cobraría el estado de Nuevo León el IVA
del cemento que Cemex cobre a un cliente de la Ciudad de México? ¿Qué haría con
los parabrisas que Vitro entregue, por ejemplo, en Toluca, a una trasnacional?
¿Cómo operaría eso? Requeriría que la Secretaría de
Hacienda programe operaciones que separen los recursos por lugar de origen de
las compañías, aunque sus ingresos los hagan con el dinero de otros estados.
Todo ello después de un rompimiento hostil justamente con esa Secretaría. Eso
no ocurrirá.
Ya ni hablemos del lío que levantaría en materia de
aranceles interestatales que los gobernadores 'afectados' por estar anclados,
buscarían cobrar a empresas 'foráneas' para compensar la salida de esos
recursos.
Pero atención, que el asunto es serio. La narrativa del
presidente López Obrador no aporta a una mayor cohesión, por el contrario, los
vínculos nacionales crujen.
Un empresario con mucho poder me habló hace poco más de
un año de la posibilidad real de que surjan pactos regionales que ante una
dinámica económica adversa como la actual, propicien blindajes, acuerdos para
que las empresas compren exclusivamente a proveedores locales.
Lo más estremecedor es que estas pláticas que antes
estaban al nivel de broma, ahora sean abordadas públicamente por quienes toman
decisiones por millones. México puede cambiar.
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/jonathan-ruiz/puede-separarse-mexico