Norberto Gallego - Philip Rosedale dirige la inmobiliaria más extraña que se pueda imaginar. Vende solares pero no en este mundo sino en otro, SecondLife, que sólo existe en internet, y por el que deambulan 1,2 millones de usuarios, entre residentes y visitantes. Rosedale, físico de 38 años, sostiene que su invención no es un juego sino un modelo experimental sobre la viabilidad de una economía virtual. El catedrático Dan Hunter, de la escuela de negocios Wharton, apunta que "SecondLife es un espacio social idóneo para investigar cuál será el futuro de la globalización de los servicios".

Ciertamente, no es el primer mundo persistente -así llamados porque, cuando un usuario apaga su ordenador, su existencia virtual prosigue-pero se caracteriza por organizar su espacio en regiones e islas. Cada residente crea sus personajes y el ambiente en el que han de existir. Cualquier persona puede asomarse a este mundo sólo con descargar un software gratuito, y si quiere iniciar una aventura virtual, tendrá que crear su propio alter ego en 3D.

La tierra,que en principio debería ser un recurso ilimitado puesto que el universo se supone infinito, es lo que más vale en este mundo, porque no hay tal tierra sino un espacio en los servidores de la empresa Linden Lab. Su precio está determinado por el coste de hacer funcionar la infraestructura informática y de pagar la factura de internet, ambos cada vez más elevados, en proporción a la demanda, que en los últimos doce meses ha dado un salto del 219%.

El negocio inmobiliario es el primer capítulo en los ingresos de Linden Lab: la masa de tierra que gestiona se ha incrementado este año a una tasa del 8% mensual, y ya suma unas 30.000 hectáreas. Por otra parte, la empresa cobra a los residentes un canon por mantenimiento, y gana dinero con las comisiones por el cambio de moneda: los dólares contantes y sonantes son transformados en una moneda ficticia, el dólar Linden, usada en todas las transacciones dentro de SecondLife. Su cotización se actualiza diariamente [ www. slexchange. com]: así, el viernes pasado, 291 dólares Linden se cambiaban por un dólar estadounidense.

Linden Lab es una empresa del mundo real, que hace sus transacciones en dólares de Estados Unidos. Todavía no ha rentabilizado la invención de Rosedale. Por ello, acaba de anunciar un aumento del 13% en el precio de la tierra de SecondLife. Una isla privada de seis hectáreas de superficie se vende ahora a 1.675 dólares (1.310 euros) y el mantenimiento asciende a 295 dólares (232 euros) anuales. Es un primer síntoma de inflación en este modelo de economía virtual, lo que ha provocado reacciones diversas.

Algunos propietarios que alquilan parcelas virtuales temen que la repercusión del alza de costes sobre las rentas aleje a muchos arrendatarios. Por otro lado, se extiende la sospecha de que Linden Lab ha garantizado un trato preferencial a las grandes empresas dispuestas a instalarse en el mundo de SecondLife. Esta es la tesis del SLLA (SecondLife Liberation Army), un grupo anónimo que ha sembrado el mundo virtual de pintadas en las que denuncia la irrupción de las corporaciones en lo que, para ellos, era una arcadia comunitaria.

Como ocurre en el mundo real, la inmensa mayoría de los residentes en SecondLife no poseen tierras ni tienen intención de adquirirlas. Para entrar en este universo metafísico, lo primero es crear un avatar personal, un alter ego digital, dotándole de atributos que le permitirán circular y relacionarse, volar o teletransportarse. Pero, al igual que ocurre en el mundo físico, el consumo de los avatares estimula el comercio: hay un floreciente mercado de indumentaria y accesorios, y en SecondLife prospera el tráfico de servicios sexuales, tridimensionales pero ficticios. Sus precios se fijan en moneda ficticia, pero al final se pagan en dólares reales.

Otra fuente de ingresos para Linden Lab es lo que pudiera llamarse de alguna manera, su registro civil. A cada recién llegado, el sistema le asigna un nombre de fantasía; si quiere usar su apellido real, habrá de pagar 100 dólares (78 euros) y una cuota anual de mantenimiento. Las empresas, que necesitan ser reconocidas por su marca, pueden disponer de un número ilimitado de cuentas por 1.000 dólares (780 euros) y una cuota de 500 dólares (390 euros) por año.

Unos cuantos residentes son, en realidad, mercaderes del mundo real cuyo negocio consiste en suministrar a la multitud de usuarios los objetos virtuales necesarios para dar verosimilitud a sus personajes y a sus diversas posesiones digitales. La economía metafísica ya se empieza a parecer demasiado a la economía cotidiana.