Inspirado en los pensamientos de Foucault, el filósofo mundialmente aclamado Byung-Chul Han, en Psicopolítica, busca dar un paso adelante en la misma línea de su predecesor. Reconoce que las afirmaciones que hace el sociólogo francés sobre el control social son ciertas, pero inadecuadas para nuestros tiempos.
Foucault, con el concepto de biopolítica, habla del
control como la manipulación de los cuerpos, sobre lo orgánico. La “biopolítica
de la sociedad disciplinaria, provee un material explotable demográficamente,
pero no psicológicamente. (…) La psicopolítica digital, por el contrario, es
capaz de llegar a procesos psíquicos de manera prospectiva”. Con los ya
naturalizados avances tecnológicos que acompañan cada momento de la vida, el
control es recibido de un modo tan completo como placentero.
El Big Data almacena todas nuestras acciones en la red e
incluso algunas fuera de ella. Esta gran cantidad de datos da la capacidad de
ejercer una profunda dominación sobre el sujeto, incluso utilizando sus gustos
y pensamientos.
Ortega y Gasset en su célebre obra La rebelión de las
masas, recrea a lo que él denomina el hombre-masa, que no debe confundirse con
ninguna categorización socioeconómica. Este es un ser “hecho de prisa, montado
nada más sobre unas cuantas y pobres abstracciones” y que, por ello, es igual
en distintas partes del mundo. La masa está desarraigada de su pasado y su
naturaleza, solamente reconoce un mundo superior al de cualquier otra época,
abierto a infinitas posibilidades. Se siente capaz de realizar todo cuanto se
le antoje, pero no sabe cómo. Es un hombre que no puede ni acceder a la
sospecha de su propia ignorancia, por lo que se cree soberano de construir su
camino, cuando realmente se encuentra perdido, sin poder divisar ni un comienzo
ni un fin. Antonio Gramsci también refiere al “uomo qualunque” y, aunque se
trata de un hombre distinto al anterior, coincide con el filósofo español en
que es un ser incapaz de reconocer su condición. Con este panorama, en medio de
semejante nivel de confusión y auto-desconocimiento, no solo es fácilmente alcanzable
la manipulación sobre la masa, sino que esta la acepta con gozo.
Ataque a la soberanía
Nunca los países habían estado sujetos a acontecimientos
globales que los condicionen tan decididamente y frente a los cuales sean
impotentes. Y en estos tiempos críticos esta cualidad se acentúa. Las presiones
internacionales, económicas y políticas, imponen su poder y control sobre las
naciones y esto dificulta el ejercicio de la soberanía. Impone a los Estados la
imperiosa necesidad de adoptar políticas amistosas para estos poderes
dominantes. De esta forma, si bien todos los países se ven afectados, los más
rezagados cuentan con menos libertad de maniobra para la elección del propio
destino. Es verdad, los Estados siguen siendo soberanos, pero es necesario admitir
que este contexto se los dificulta bastante.
Lo mismo sucede en el plano social. Las App
gubernamentales siguen esta tendencia. Hoy ya es posible ejercer un poderío
antes desconocido por los gobiernos totalitarios, pero siempre soñado. La suma
de controles es vista como liberación por el hombre común. Es importante
advertir que el control no solo sirve a quien busca consumidores de productos,
sino también a quien quiere votos. El Big Data hace “del ello un yo susceptible
de ser explotado psicopolíticamente”.
Legitimidad del control
El politólogo Agustín Laje y el investigador Miklos
Lukacs en el libro Pandemonium, e incluso en su versión marxista y progresista,
Sopa de Wuhan, el mismo Byung-Chul Han y el italiano Giorgio Agamben advierten
sobre las posibles y peligrosas consecuencias que traerían las políticas
públicas aplicadas durante la pandemia en casi todo el mundo, que claramente
responden a un mismo enfoque: el Estado es el único capaz de proteger a las
personas. Han concluye que “con la pandemia además se acepta sin
cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales” y Laje afirma que
las políticas totalitarias de los gobiernos en medio de las crisis dan una
legitimidad a las acciones que difícilmente se pueda retrotraer.
El expresidente de Brasil, Lula da Silva, confirmó esto
con una polémica frase que expresaba “alegría” porque la pandemia enseñó las
“ventajas” del socialismo. Pero, como vimos, el control ya no es el control de
los cuerpos foucaltiano. Este nuevo enfoque geopolítico necesita de un control
absoluto. También un político oficialista, el pasado lunes, dijo frente a las
cámaras de un canal de televisión que “la única manera de controlar el
aislamiento es el control de la conciencia”. Si bien seguramente haya sido un
lapsus, representa con claridad el espíritu de la psicopolítica. Es este el
punto en dónde se unen el más férreo comunismo y el avanzado capitalismo: el
hombre predecible y cosificado, para que algún día la manipulación del sujeto
sea como controlar objetos.
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