Brasil, México y Perú arrastran a América Latina a su mayor recesión desde que hay registros.
Las dos mayores economías de la región se hundirán un 8%
y un 7,5% respectivamente, mientras el país andino sufrirá una contracción de
hasta el 12% en plena crisis sanitaria. La región apunta a un desplome del 7,2%
este año, muy por encima de la media mundial. La recuperación también será más
lenta
Cuando a principios de marzo la Organización Mundial de
la Salud catalogó oficialmente el brote de coronavirus como pandemia mundial,
América Latina no veía ni siquiera cercano el ciclón sanitario (y económico) que
estaba por llegar. Mientras el número de enfermos crecía en Europa, con Italia
todavía como foco principal en el Viejo Continente, y la enfermedad llegaba a
Estados Unidos, al sur del río Bravo la situación aún lucía manejable.
La sacudida sobre la matriz productiva china, el país
donde primero se manifestó la enfermedad y el gran comprador de materias primas
latinoamericanas, parecía el gran y casi único canal de contagio para la
economía regional. Casi tres meses después la foto se ha dado la vuelta: con el
paso de las semanas, América Latina se ha convertido en uno de los grandes
damnificados económicos del virus. Al abaratamiento de los productos básicos se
sumaron muy poco después un episodio de fuerte salida de capitales, el
hundimiento de las remesas de migrantes (que afecta en gran medida a México y
Centroamérica) y el desplome de las divisas que llegan gracias al turismo (un
enorme golpe para el Caribe), y la conjunción de todas esas variables ha puesto
en jaque a todo el área. El resultado es, según apunta el Banco Mundial en su
informe de perspectivas publicado este lunes, una sacudida que superará con
creces a la de la crisis de deuda regional de los ochenta y a la Gran Recesión
de una década atrás.
Latinoamérica baila, en buena medida, al son de sus dos
mayores economías, Brasil y México —las más expuestas a unas cadenas globales
de valor que han quedado hechas añicos—, y este año el batacazo será de aúpa
para ambas: -8% y -7,5%, según las proyecciones del multilateral. La tercera en
discordia, Argentina, encajará una caída del 7,3% y encadenará tres años
consecutivos de números rojos. Y Perú, que sufrirá un desplome económico del
12%, producto de un zarpazo sanitario mucho mayor y un hundimiento de las
materias primas que exporta, completa un cuadro de pésimas previsiones
económicas que deja al subcontinente a un paso de su mayor recesión desde que
hay registros conjuntos, a principios de los años sesenta: mucho tienen que
cambiar las cosas para que el bloque no cierre 2020 con un hundimiento del
7,2%, dos puntos más de caída que la media de la economía mundial.
El empeoramiento de las condiciones sanitarias, más
rápido que en otros rincones del planeta, también condiciona el rebote esperado
para el año próximo, que será notablemente menor que en el resto del globo: del
2,8%, frente al 4,2%. De entre los grandes, se resistirá especialmente en
Brasil (2,2%) y, en menor medida, en México (3%). Todo, a pesar de que la
mayoría de bancos centrales y Gobiernos de la región han lanzado ambiciosos estímulos
monetarios y fiscales en apoyo de la asistencia social más inmediata, las
empresas pequeñas y el sistema sanitario. Un intento loable —aunque mucho mayor
en algunos casos (Perú) que en otros (México)—, pero que queda desfigurado por
el torbellino de la realidad, del que solo escapa la pequeña Guyana, que
crecerá un 51% gracias a los yacimientos petroleros que acaban de entrar en
fase de explotación.
El panorama, reconocen los economistas del Banco, es
“extraordinariamente incierto: depende de la magnitud y la duración final de la
pandemia" y las previsiones, elaboradas sobre la base de que una notable
relajación de los confinamientos a partir de julio. ”El coronavirus ha
empeorado drásticamente las condiciones económicas en América Latina y el Caribe,
que se encamina a un declive mayor que durante la crisis financiera global [de
2008 y 2009]”, alertan los técnicos del multilateral en su informe de
perspectivas, en el que advierten de un “subreporte” de contagios en algunas
naciones del bloque.
Las razones del hundimiento son, fundamentalmente,
cuatro: los confinamientos para evitar la propagación de un patógeno que en la
región sigue en pleno apogeo, el mencionado abaratamiento de las materias
primas, el deterioro en las condiciones financieras y el efecto que tiene sobre
la región el declive generalizado de la economía mundial. “Y el horizonte de
corto plazo sigue estando sujeto a varios riesgos a la baja significativos,
entre ellos un posible resurgimiento de una ola de protestas sociales como la
del año pasado, una reacción aún más adversa del mercado al aumento de la deuda
pública o una mayor incertidumbre sobre la recuperación del sector servicios”,
advierte el Banco.
Con los tres faros que han guiado el crecimiento
económico regional en el último lustro (Colombia, Chile y el propio Perú)
apagados y sus dos principales potencias inmersas en una crisis inimaginable
solo unos meses atrás, a América Latina solo le queda encomendarse a una rápida
recuperación de la economía y del comercio mundial. Pero todo apunta a que la
vuelta a la vida, aunque rápida tras una crisis relámpago, no será tan vertical
como algunos pronosticaron en los primeros días de la crisis: la V canónica ya
se parece mucho más al símbolo de Nike, con una segunda pendiente mucho menos
pronunciada de lo que gustaría en todas las capitales latinoamericanas. En
clave interna, la región necesita como el comer que sus tres grandes motores
(Brasil, México y, en menor medida, Argentina) retomen la senda del
crecimiento. Hasta que eso suceda, seguirá su particular travesía por el
desierto.