Esta semana, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos anunció dos laudos que ponen freno a una parte importante de agenda conservadora y antitolerante del Poder Ejecutivo encabezado por Donald Trump.
El primero es que los miembros de la comunidad LGBTQ
tendrán los mismos derechos que cualquier trabajador y, por tanto, no podrán
ser despedidos de su lugar de trabajo por su orientación sexual. El segundo es
que la Acción Diferida a los migrantes que llegaron de niños con sus padres,
conocida como DACA por sus siglas en inglés, sigue adelante.
Ambas son una excelente noticia para el clima de
tensiones raciales que se vive en el vecino país del norte, y en especial para
la sustentabilidad de la democracia. Es decir, deja claro que los contrapesos
están vigentes y que la agenda antitolerante del presidente Trump hacia las
minorías sexuales y hacia los migrantes se topó con el máximo tribunal
estadounidense.
La decisión sobre los derechos de trabajo de la comunidad
LGBTQ se dio el lunes pasado. Fue de seis votos contra tres. Lo que implica que
dos jueces conservadores, el presidente de la Corte John Roberts y Neil
Gorsuch, quien fue el primer juez nominado por Trump, decidieron unirse a los
cuatro jueces liberales. Esta decisión es considerada como una sentencia
crucial, pues marca un antes y un después en relación a los derechos de la
comunidad gay y transexual.
La lectura que se ha hecho es que la Suprema Corte simple
y sencillamente admitió que, en Estados Unidos, ha habido una revolución
cultural en las últimas dos décadas: las minorías sexuales son parte ya del
tejido social.
El laudo sobre los soñadores es una gran noticia para la
comunidad migrante en Estados Unidos, pero también para México y Centroamérica,
pues hay cerca de medio millón de mexicanos y centroamericanos en ese segmento
de migrantes jóvenes. No es una decisión final. La sentencia señala que la Casa
Blanca tiene que explicar mejor sus motivos para acabar con el programa de
Acción Diferida. Es decir, la causa promigrante ha ganado una importante
batalla, pero no la guerra.
Trump contestó en un tuit politizando la decisión de la
Corte, pues solicita a su base que vote por él en noviembre próximo.
Necesitamos otro cuatrienio para poder nombrar más jueces conservadores y
hacerle justicia a los grupos religiosos y racistas.
En particular, son los grupos religiosos conservadores
los que desean acabar con los avances que han permitido una sociedad más
inclusiva y plural, como el derecho de la mujer al aborto y el matrimonio del
mismo sexo.
Elección en juego
Ahora bien, la decisión de la Suprema Corte sobre la
Acción Diferida es un enorme acicate para que, a través de su voto, los latinos
impidan que Trump permanezca en la Oficina Oval.
Lo que está en juego en la elección de noviembre próximo
es el alma social de Estados Unidos. Si gana Trump, la coalición de blancos
enojados, racistas y antimigrantes tendrá cuatro años más para avanzar su
agenda y provocar un desgarramiento social de enormes consecuencias.
De ganar la llamada coalición Obama –las minorías
raciales y sexuales, los jóvenes, las mujeres y las clases urbanas educadas– se
podrá avanzar hacia un proyecto de sociedad más inclusiva, en que las minorías
étnicas tendrían que integrarse plenamente al proyecto de nación
estadounidense.
La reelección de Trump compromete la idea de una sociedad
plural y tolerante, abierta a las migraciones. Peor aún, pone en jaque al
sistema democrático de pesos y contrapesos, que es la esencia de la democracia
más significativa del planeta.