La organización pide al Gobierno que haga más para proteger a los civiles tras registrar al menos ocho asesinatos por grupos armados.
En todos los países del mundo, y Colombia no podría ser
la excepción, la pandemia del Covid-19 ha dejado al descubierto, sin pudor ni
respeto por vivos o muertos, lo peor de las sociedades por donde avanza.
Sí, también la solidaridad y resiliencia han florecido,
pero sin duda son los vacíos en materia de salud pública, liderazgo político,
responsabilidad ciudadana, de recursos de todo tipo y la manera como cada
sociedad trata a sus ciudadanos y cómo éstos se relacionan, lo que ha dejado al
descubierto esta pandemia. Esas otras enfermedades que tenemos como sociedades.
A pesar de ser similar, el caso colombiano tiene sus
atroces particularidades, como lo denunció la organización Human Rights Watch,
a través de su director José Miguel Vivanco: «En Colombia, grupos armados han
impuesto toques de queda, cuarentenas y otras medidas contra el Covid-19. Las
infracciones se castigan con asesinatos y ataques», y soporta su afirmación con
un documento producto de entrevistas e investigaciones adelantadas en estos
meses donde los colombianos han estado encerrados, pero la delincuencia no
reconoce toques de queda.
En Colombia,
grupos armados han impuesto toques de queda, cuarentenas y otras medidas contra
el covid-19.
Las
infracciones se castigan con asesinatos y ataques.
Documentamos la
situación en 11 departamentos del país.
Nuevo informe
de @hrw_espanol: https://t.co/xCEiiatdf5
— José Miguel
Vivanco (@JMVivancoHRW) July 15, 2020
Lo que afirma HRW esta semana ya en Colombia lo han dicho
otras ONG similares, grupos de la sociedad civil, líderes sociales y ciudadanos
de a pie que padecen todos los males juntos: hay zonas de Colombia donde a
quien no mata el Covid-19 lo puede matar esa otra plaga conformada por grupos
armados ilegales, señores de la muerte que ahora son dueños de la salud de las
regiones donde operan y que se han tomado el control del coronavirus por mano
propia, añadiendo limitaciones a una población ya restringida en sus actividades
por cuenta de la pandemia.
Esta otra amenaza a la vida proviene de la guerrilla del
ELN, miembros de las llamadas disidencias de las FARC y grupos paramilitares
como la Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), que recoge a las
disidencias de los paramilitares de derecha y delincuencia del narcotráfico.
Todos aprovechando la cuarentena y la ausencia de autoridades para imponer otro
esquema de control territorial y, ahora como si fueran autoridades sanitarias,
tratan de contener también el impacto entre sus propias filas.
Jairo Libreros, analista de seguridad, así lo entiende:
«Los actores armados vinculados con el crimen organizado entendieron que la
ausencia del Estado en múltiples espacios territoriales es una oportunidad:
allí las rentas ilícitas marcan las reglas de juego y la necesidad de controlar
la expansión del Covid-19 les permitirá consolidar el control social sobre la
población, contener la fuga de información para los organismos de seguridad y
alistarse para la nueva normalidad cómo los amos y señores de la vida. La
respuesta del Estado ante este fenómeno es mínima, por lo cual la recuperación
de esos espacios en el futuro implicará un ejercicio de fuerza, en el cual los
sectores vulnerables socialmente llevarán la peor parte».
Es decir, además de la crisis económica, que se calcula
traerá una contracción del 7,5% este año, afectando precisamente a las
comunidades y territorios más vulnerables del país, los colombianos se podrán
encontrar entre más de dos fuegos cuando las fuerzas del Estado pretendan
retomar el control de esos territorios, en los cuales tampoco antes del
covid-19 tenían control total y de allí el significativo número de asesinatos
de líderes sociales o exguerrilleros de las Farc, que como el coronavirus no da
tregua.
Precisamente ayer fue publicado otro informe, por la ONG
Indepaz, en el cual hacen el tremendo balance de los asesinatos en tiempos de
Covid: 82 asesinatos desde el inicio del confinamiento nacional. En lo que va
de 2020, han sido asesinados 166 líderes sociales o defensores de derechos
humanos, y 36 exguerrilleros de las FARC, lo que suman 152 asesinatos hasta el
pasado 15 de julio.