Los sondeos dan ventaja al oculto o el escondido, como se refieren al aspirante demócrata los que sienten poco aprecio por él. Algunos temen que, si sale más, Biden se vea más expuesto a cometer los gazapos tan frecuentes en él.
Pocas veces un candidato con tan escasa presencia pública
ha conseguido liderar la carrera a la presidencia como ocurre con Joe Biden.
Los sondeos dan ventaja al oculto o el escondido, como se
refieren al aspirante demócrata los que sienten poco apreció por él.
El impacto del coronavirus, que ha hecho de esta campaña
un territorio totalmente inexplorado, supuso que el exvicepresidente se
confinara en su casa de Wilmington (Delaware).
Ha salido muy pocas veces del “sótano”, expresión con la
que los críticos tratan de ridiculizarle, y casi todo su contacto exterior lo
hace en conexiones por zoom.
Este es el gran contraste. Por lo general, el presidente
que busca el segundo mandato aplica una táctica de contención, fortificado en
la Casa Blanca, para no exponerse a errores no forzados. Según Douglas
MacKinnon, escritor para los presidentes Ronald Reagan y George H.W. Bush
(padre), esto se conoce como “estrategia de la Rosaleda”, el jardín del 1600 de
Pennsylvania Avenue.
Al no poder convocar sus mítines masivos –no parece
preocuparle mucho el virus, pero sí las apariencias–, Trump se ha impuesto una
serie de visitas a estados decisivos y ha vuelto a convocar ruedas de prensa
diarias, que son más bien actos de partido.
Alguna de estas comparecencias son tan estrafalarias como
la de esta pasada noche del viernes en su club de Bedminster (Nueva Jersey).
Los informadores se encontraron rodeados de adinerados socios de esa entidad,
quienes, además de pagarle una fortuna, le rieron las gracias sin máscara ni
distancia social.
Sin embargo, “la estrategia de la Rosaleda” se la aplica
hasta hoy el aspirante, que se supone ha de arriesgar más para lograr mayor
cuota mediática frente a la plataforma de que dispone el presidente por su
cargo.
Los demócratas se hallan en una encrucijada. Los hay que
presionan para que Biden incremente su visibilidad. En los estados péndulo, que
pueden caer a un lado o al otro, el presidente Trump está en todas las partes.
En cambio, echan de menos al contendiente.
Los signos de un despliegue público empiezan a salir a la
superficie. La campaña del ex vicepresidente está perfilando incrementar cómo y
dónde implicarse con los votantes, líderes comunitarios y organizaciones.
Pero también estás los cautelosos, lo que temen la
tendencia histórica de Biden a los gazapos.
“Su último obstáculo es uno bajo, demostrar que está
todavía vivo y a la altura de la tarea”, escribe Mat Lewis en The Daily Beast .
Pero recuerda que este pasado jueves Biden tuvo que hacer
un comunicado para aclarar otro de sus deslices y disculparse.
Empezó en una entrevista en la CBS con una periodista
negro. Le cuestionó si pasaría un examen cognitivo y le dijo que eso era
absurdo, “es como si a un reportero negro le preguntas si toma cocaína o no”.
Y prosiguió con una periodista hispana en la NPR (radio
pública), a la que le respondió: “A diferencia de la comunidad afroamericana,
la latina es increíblemente diversa, con una increíble actitud hacia diferentes
cosas”.
Los medios de la derecha dieron rápidamente vuelo a esta
declaración y Trump se hizo eco diciendo que Biden había perdido el apoyo de
los negros.
“De ninguna manera quise sugerir que el colectivo afroamericano
es monolítico, no por identidad, ni por sus asuntos, en absoluto”, dijo en su
clarificación.
Los republicanos saben de esa debilidad. Por eso han
tratado de forzar que haya cuatro debates en lugar de tres. Se olvidan que
Trump es capaz de meteduras de pata de tanto calibre o más.