Se polarizan las posiciones tras la muerte de un actor luso de piel oscura y el presidente de la República llama a la «sensatez», en un país que asimila mayoritariamente la diversidad de razas.
La reciente muerte violenta del actor Bruno Candé, de
piel oscura, en Lisboa ha destapado la utilización del racismo como arma
arrojadiza de la política portuguesa, en pleno agosto y sin actividad
parlamentaria.
El intérprete de la popular telenovela «Única mujer» fue
presuntamente alcanzado por los disparos de un hombre, de 80 años, en el barrio
de Moscavide, próximo al aeropuerto, después de una discusión sobre el perro,
que el rostro de la cadena TVI, se encontraba paseando.
La investigación al respecto ya se ha puesto en marcha,
pero no está aclarado que el conflicto se desatase por el color de la piel de
Candé, que tenía 39 años y deja tres hijos. Lo que sí se ha constatado, según
testigos presenciales, es que el agresor le dijo: «Márchate por donde has
venido», sin tener en cuenta que se trataba de un ciudadano portugués en toda
regla. De hecho, la presencia en territorio luso de personas de color es algo
asumido al otro lado de la frontera desde siempre, porque abundan los
portugueses nacidos en las antiguas colonias (Angola, Mozambique, Cabo Verde,
Guinea Bissau, Goa, Macao, Brasil) o provenientes de ellas y la mezcla de razas
es un hecho palpable de norte a sur.
Lo que ocurre es que han intervenido dos grupos
minoritarios neonazis, Resistencia Nacional y Nova Ordem de Avis, que
reaccionaron ante las protestas antirracistas acontecidas en las últimas
semanas y convocaron una manifestación denominada ‘parada Ku Klux Klan’ frente
a la sede de SOS Racismo. A continuación, profirieron amenazas a dos diputadas
del Bloco de Esquerda y a la independiente Joacine Katar Moreira. Igualmente,
se han embarcado en una macabra estrategia en la que advierten de que tal vez
pasen a «ajusticiar» a extranjeros y se han lanzado a intimidar a Mamadou Ba y
a otros seis activistas más del entorno antirracista.
Solo un partido político ha mostrado su tibieza después
de semejantes circunstancias: es Chega, que significa Llega y se alinea en unas
posiciones al estilo de Vox en España. Su líder, André Ventura, se ha expresado
de forma reiterada en términos considerados como «xenófobos» por las restantes
fuerzas, aunque su contundencia social comienza a ganar un creciente número de
adeptos. Ahora se ha descolgado con unas declaraciones que están sembrando la
polémica: «Cuando me amenazan a mí o a Chega, lo que sucede de manera
constante, nadie se alarma. Cuando son estos pobrecitos, la gente llora y
grita. Miserable país».
La crispación sube de tono, aunque ni mucho menos como en
España, y el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, no ha tenido
más remedio que terciar en el asunto para apelar a la sensatez, una de sus
señas de identidad. Mientras tanto, el principal partido conservador PSD se ha
instalado en una sorprendente apuesta por la ausencia de actitud opositora, lo
que está dando precisamente alas a Chega.