La delincuencia ya no solo golpea París y las grandes urbes sino también las ciudades medianas y pequeñas.
Sofiane y Tidiane, de 25 y 17 años, respectivamente,
murieron a balazos en el sótano de la torre 2 de la cité Soubise, un complejo
de viviendas populares en el suburbio parisino de Saint-Ouen, muy cerca de
Montmartre. Los sicarios fueron a buscarlos allí el lunes por la noche. Otro
ajuste de cuentas. Son ya más de trescientos en Francia en lo que va de año.
Hubo consternación en Saint-Ouen porque Sofiane era un
joven conocido y apreciado, militante comunista. El PCF gobernó durante
decenios esta densa ciudad del cinturón rojo de la capital, de 52.000
habitantes. Nadie se imaginaba que Sofiane, conocido como Sosso , pudiera estar
implicado en el tráfico de drogas. Según Le Parisien , se sospecha que era el
jefe del clan local.
Los ajustes de cuentas entre bandas de delincuentes ya no
se circunscriben al área de París y a grandes urbes como Marsella –con fuerte
tradición de bandidismo–, Lyon o Toulouse. Numerosas ciudades de tamaño mediano
e incluso pequeñas se ven afectadas. Han vivido episodios mortíferos Grenoble,
Nîmes, Perpiñán, Foix, Aurillac y muchas otras. Ya no hay santuarios de
tranquilidad. El radio de acción del crimen es muy amplio y engloba zonas
rurales que antes no sufrían este problema.
El confinamiento decretado por la Covid-19 ralentizó la
actividad delictiva y la lucha entre grupos rivales, pero luego se ha
recuperado el ritmo con creces. Los ajustes de cuentas que quedaron pendientes
se han materializado. Cada cual defiende su territorio. Hay delincuentes que
salieron antes de prisión debido a la pandemia.
Los expertos constatan que se ha producido un retroceso
en la autoridad del Estado y en la confianza en la policía y en los jueces. En
ciertos círculos se prefiere tomar la justicia en la propia mano y se empuñan
las armas con facilidad. Uno de los datos más preocupantes es el aumento de las
víctimas entre menores de edad y mujeres. Otro síntoma de degradación es el
incremento de la violencia contra los depositarios de la autoridad pública, ya
sean policías o hasta bomberos.
La crisis de seguridad es un talón de Aquiles para el
presidente Emmanuel Macron, quizás su flanco más débil de cara a sus
posibilidades de reelección en el 2022. En poco más de tres años ha tenido ya
tres ministros del Interior. Al jefe de Estado se le critica la política
económica pero todos reconocen que sabe de la materia y que, en el marco de la
actual crisis, Francia ha sido uno de los países que ha tomado medidas más
agresivas. El ministro de Economía, Bruno Le Maire, no es cuestionado. En
política internacional también se ha apuntado algunos éxitos y se le atribuye
capacidad de liderazgo en la UE. En la gestión de la pandemia se han cometido
errores, aunque no más que en otros países.
En el terreno de la seguridad ciudadana, Macron puede ser
vulnerable ante la extrema derecha de Marine Le Pen o si emerge otro candidato
sólido en la derecha. Fue un aviso la victoria del ultraderechista Louis Aliot
en Perpiñán, también golpeada por la delincuencia.
Para intentar corregir el rumbo, el presidente nombró
como nuevo titular de Interior a Gérald Darmanin, un hombre joven y enérgico,
procedente de la derecha, próximo al expresidente Sarkozy, y con un lenguaje
que recuerda a veces, hasta literalmente, el de Marine Le Pen. Dos de sus
primeras iniciativas son reveladoras. Durante el primer semestre del 2021 habrá
una aceleración en la instalación de cámaras de seguridad en las calles. Otro
proyecto de impacto en el electorado es el de proceder a una modificación
legislativa para proteger mejor a los propietarios de viviendas –tanto si es la
principal como la segunda residencia– ante el fenómeno creciente de los okupas.
Macron sabe que su espacio electoral natural se inclina a
la derecha y que, si no logra revertir el sentimiento de inseguridad entre los
votantes, su continuidad en el Elíseo podría peligrar o bien resultar reelegido
con una mayoría tan justa que le restaría mucha autoridad.