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29/09/2020 | Los futuros escenarios bolivianos: Sin Evo, pero con el MAS

Ivan Witker

El hecho que el MAS haya logrado una candidatura única ha llevado a no pocos en el gobierno a admitir el error de haber inhabilitado para el proceso electoral sólo a Evo y no a todo el MAS. Mal que mal, el fraude no lo cometió Morales en solitario.

 

Si Covid19 no dice otra cosa, el 18 de octubre se efectuará la elección presidencial en Bolivia. El ambiente muestra una intensa lucha entre el candidato del MAS, Luis Arce Catacora y el expresidente interino Carlos Mesa, siendo probable el triunfo de este último en segunda vuelta. También se habla de un ambiente fuertemente polarizado. En todo caso, lo central es que -gane o pierda el MAS- cualquier escenario que se configure no tendrá a Evo Morales como protagonista. Y los motivos son varios.

En efecto, pese a las grandilocuentes declaraciones desde su exilio en Argentina, Morales representa cada vez más un lastre para su propio partido producto de un nocivo narcisismo político, de sus innumerables escándalos y desaciertos, pero principalmente de la acusación de pedofilia (donde moros y cristianos toman fuerte distancia). A su extinción paulatina, deben sumarse nuevas y profundas grietas al interior del MAS, debido a liderazgos nuevos, re-articulaciones internas y los inevitables ajustes de cuentas entre las numerosas facciones, tanto sobre lo ocurrido como lo que está por venir. Esta situación ha llevado a que el otrora reverenciado partido-movimiento, cuyas características innovadoras llenaron de entusiasmo a la nueva izquierda latinoamericana, esté en una lucha algo dramática por su sobrevivencia.

Su profunda fragmentación quedó expresada hace algunos meses en la seria dificultad para encontrar un candidato presidencial para representar medianamente a todo el partido. Hoy se divisan allí a lo menos cuatro facciones, enfrascadas en una despiadada lucha, puesto que una derrota implicará con toda probabilidad la fragmentación orgánica del MAS.

En primer lugar está el Pacto de Unidad. Por lejos la más numerosa y única facción de raigambre efectivamente indígena, por lo que cualquier decisión actual, y futura, pasa por su cedazo. Sin embargo, este pacto tiene una fractura interna entre dos personajes con escasa tolerancia mutua. Por un lado, David Choquehuanca, actual candidato vicepresidencial y deseoso de cobrar una larga de lista de cuentas pendientes, acumuladas durante sus 12 años como canciller, mientras, que, por otro, el joven Andrónico Rodríguez, dirigente de federaciones sindicales cocaleras, poco inclinado a reconocer incondicionalidad a los dirigentes históricos.

Luego está el círculo de hierro de Morales, el cual despierta nulo afecto entre las otras facciones por la arrogancia con que ejerció el poder. Líder de este grupúsculo es el exministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana (alias “Ernesto Eterno” y hombre muy cercano a La Habana).

Por otra parte, y a la espera de su momento de gloria, está otro pequeño grupo, compuesto por antiguos militantes del Partido Socialista Uno, interesados en actuar como bisagra entre todas las facciones, ya que su líder Arce Catacora es el candidato presidencial.

Finalmente, están los colaboradores y seguidores de Alvaro García Lineras, mayoritariamente blancos, y profundamente enemistados con las demás facciones, ante todo con el Pacto de Unidad. Por estos motivos, el ex Vicepresidente optó por alejarse, ingresando a la Universidad Nacional de San Martín en el conurbado norte de Buenos Aires, y dejando como nuevo operador a su hermano Raúl.

Como si esto fuera poco, figuras parlamentarias claves, como la popular senadora Eva Copa, indigenista y Presidenta del Senado, operan con total autonomía en cuestiones centrales. Por ejemplo, pactó con la presidenta Jeanine Añez un mínimo de gobernabilidad tras la huida de Morales. Copa y otras parlamentarias cortaron vínculos con el exPresidente al hacerse público el caso de pedofilia.

Fuego étnico

Para entender este encizañado panorama es imprescindible mirar la naturaleza de las rencillas internas y dejar de lado el laberíntico marco sociológico de “excepcionales clivajes”, elaborados por aquellos especialistas que admiran al MAS. Sin embargo, la evidencia empírica no muestra particularismos ni excepcionalidades. Las disputas por el poder siguen derroteros florentinos usuales en cualquier parte del mundo, y no hay motivos para que el MAS escape a ello.

Por lo tanto, dentro de los escenarios posibles, cabe preguntarse sobre el futuro inmediato de Bolivia si ocurriese una hipotética victoria del MAS. ¿Podrá en realidad asumir la Presidencia? La respuesta no es tan evidente si revisamos la historia boliviana, tan plagada de golpes militares y violencia gubernativa (no por casualidad, la sede presidencial se llama Palacio Quemado). Puesto en sencillo, es inimaginable una fotografía de la actual presidenta entregándole el poder al MAS. Tal hipótesis podría repetir la coyuntura de 1951, cuando el presidente Mamerto Urriolagoitía se negó entregarle el poder a Víctor Paz Estenssoro, al representar éste al Movimiento Nacionalista Revolucionario (tan odiado entonces, como Morales ahora), y prefirió dejarlo a buen resguardo; en manos de los militares.

El hecho que el MAS haya logrado una candidatura única ha llevado a no pocos en el gobierno a admitir el error de haber inhabilitado para el proceso electoral sólo a Evo y no a todo el MAS. Mal que mal, el fraude no lo cometió Morales en solitario.

A su vez, en el escenario de victoria de Carlos Mesa, parece obvio que lidiar con los vestigios de la experiencia evista no será fácil. Quizás lo más complejo será enfrentar ese discurso campesinista e indianista extremo, que potenciará las vías furtivas para avivar el fuego étnico. Ese discurso permeará inevitablemente lo quede del MAS. Y es que en Bolivia caló hondo esa curiosa interpretación cromática del inclusivismo que plantea ex ante la imposibilidad de tener un líder blanco. Es curioso, aunque no excepcional. En Zambia, el querido Vicepresidente, Guy Scott, por ser blanco, no puede ser Presidente debido a ese absurdo determinismo racial. Similar impedimento se aplica a la política sudafricana, Helen Zille.

En resumen, tarea nada fácil tendrá Carlos Mesa, el periodista y autor de varios libros de historia de Bolivia. Enfrentar los resabios de un populismo cromático, y desprolijidades del proceso de des-evización, le consumirán mucha energía e imaginación. Todo, en un ambiente muy poco comprensivo con la grave situación social, económica y sanitaria del país.

https://ellibero.cl/opinion/ivan-witker-los-futuros-escenarios-bolivianos-sin-evo-pero-con-el-mas/

***Iván Witker , Investigador ANEPE. Académico Escuela de Gobierno U. Central. PhD U. Carlos IV, Praga, República Checa

El Libero (Chile)

 



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