Una de las preguntas, de muchas que se generaron a raíz de la sorpresiva desestimación de cargos contra el general Salvador Cienfuegos en Estados Unidos, fue qué obtuvo ese país a cambio.
El canciller Marcelo Ebrard ha dicho que la decisión de
repatriar a Cienfuegos se basó sólo en el señalamiento, por parte de México, de
que la cooperación entre los dos países dejaría de tener sentido si se daban
detenciones como la de Cienfuegos sin que el gobierno estadunidense cruzara
antes la información con el gobierno mexicano.
Cuestionado sobre si México había amenazado con realizar
alguna acción específica en caso de no encontrar respuesta a su inconformidad,
Ebrard afirmó:
“No, yo no le externé al fiscal general (William Barr)
ninguna acción específica (...) Siendo un hombre muy inteligente (…) le quedó
muy claro y me imagino le preocupó el impacto que esto podría tener en nuestra
relación bilateral y en esa cooperación”.
Algunos medios estadunidenses han publicado que México
advirtió que, de no haber un acuerdo, se impediría que siguieran actuando en
territorio nacional los agentes de la DEA, lo cual ha sido negado por el propio
presidente López Obrador.
Pero, entonces, ¿a cambio de qué fue la repatriación de
Cienfuegos? Puede ser que haya sido 1) a cambio de nada o 2) a cambio de algo
que no tiene que ver con los agentes de la DEA.
Conociendo el estilo de negociar del presidente
estadunidense Donald Trump, y dado que está a punto de abandonar la Casa
Blanca, es muy poco probable lo primero.
Creo, más bien, que la inusitada decisión de enviar a
Cienfuegos de regreso a México fue a cambio de algo, aunque nada relacionado
con la DEA.
¿Por qué? Porque dudo que a Trump le preocupe el futuro
inmediato de la cooperación antidrogas. Y si le importara la DEA, la decisión
que tomó sería contradictoria porque ésta ha dejado a la agencia en ridículo.
Yo soy de la idea de que hubo otro cálculo: la
posibilidad de que México retirara a los miembros de la Guardia Nacional que
han contenido durante meses la migración proveniente de Centroamérica que busca
llegar a Estados Unidos.
Bastaría que México dejara de vigilar su frontera sur
para que, en unos cuantos días, decenas de miles de hondureños, guatemaltecos y
salvadoreños, así como personas de otras nacionalidades, se agolparan en la
frontera con Estados Unidos.
México podría haber dicho que, dado que no hay
cooperación con Estados Unidos, daría vía libre a los “hermanos
centroamericanos” y reasignaría a los 27 mil miembros de la Guardia Nacional
actualmente dedicados al tema migratorio –desde que Trump amenazó con aplicar
aranceles a las exportaciones mexicanas– para que se aboquen a labores de
seguridad pública, que mucha falta hacen.
¿No fue esa la manera en que el gobierno cubano dobló a
Washington en el verano de 1994, permitiendo la salida de 37 mil balseros en
unos cuantos días?
El control de la frontera fue la principal promesa de
Trump al electorado en 2016 y, con la indudable ayuda de México, la ha
cumplido.
Ahora aspira a mantener el control del Partido
Republicano y, eventualmente, ser otra vez candidato presidencial en 2024. Por
eso, no podría darse el lujo de permitir un caos migratorio a unas semanas de
dejar la Casa Blanca.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/a-que-tuvo-miedo-trump/1417835