La idea es de Carlos Cherroni, el mejor ingeniero petrolero de Bolivia, que me lo ha estado diciendo desde hace por lo menos diez años, porque sostiene que la hora fatídica, de importar gas para el consumo interno, llegará en 2025.

Ya se sabe, porque nos lo mostraron los argentinos, que los gasoductos pueden servir para enviar o para recibir. Al fin y al cabo son unos tubos. Son ambidextros. Algo tienen de “trans”. Dos de los siete gasoductos que construyó Argentina para vender gas a Chile sirvieron para comprarlo desde ese mismo país, en los fatídicos años del peronismo anterior.

La culpa de esta situación que se vive en Bolivia es del gobierno del cocalero Morales, según dice un cuidadoso artículo de Carlos Miranda Pacheco, exsuperintendente de hidrocarburos. Asegura que los trabajos de exploración fueron mal hechos, por profesionales que no lo eran, porque algunos equipos quedaron entrampados en las capas geológicas, por falta de pericia.

Es decir que el gobierno del cocalero se estaba dedicando al festín de los recursos del gas pero no hacía lo que debía hacer: explorar y perforar. Total, quizá decían entonces sus improvisados expertos, las reservas descubiertas por los “neoliberales” todavía sirven para seguir sobreexplotando los campos, hasta agotarlos, lo que ahora ha ocurrido.

¿Cómo le dices a un gobierno que sufre sequía de recursos que se debe dejar de exportar gas natural, el rubro de los pocos ingresos que tiene el país en este momento? Una exportación que va hacia Argentina, el país que vive en moratoria, que no le paga a nadie pero sigue tocando el bombo. ¿Vale la pena?

Es cierto, el gobierno del MAS-II sabe usar la propaganda. Y quizá llegue a mentir sobre las reservas, pensando, con mucha razón, que en 2025 ese partido habrá dejado de respirar, para beneficio de Bolivia, y no tendrá que dar cuentas a nadie.

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