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04/06/2021 | Israel - Opinión: La última batalla de Netanyahu para seguir aferrado al poder

Sal Emergui

El líder del Likud trabaja intensamente para que el nuevo Gobierno de coalición se estrelle en la investidura, prevista en los próximos diez días.

 

Escoltado por guardaespaldas y ayudantes, Benjamin Netanyahu avanzaba veloz por los pasillos de la Knésset poco antes de que el líder centrista israelí Yair Lapid anunciase la formación del "Gobierno del cambio". "Primer ministro, ¿es su última semana en el cargo?", le preguntó una periodista. El veterano político se giró y contestó: "¿Es una pregunta o un deseo?".

La respuesta de Netanyahu expresaba su profundo sentimiento de que los medios israelíes le persiguen desde su primera victoria electoral en 1996 pero también una breve y liberadora pausa en plena batalla de supervivencia. No se sabe si es la última, pero sí que es la más difícil porque por primera vez en los últimos 12 años en Israel otro político logra formar Gobierno. Lo que ha hecho Lapid -unir ocho partidos ideológicamente tan distintos- es ya histórico, aunque Netanyahu trabaja intensamente para que se estrelle en la investidura prevista en los próximos diez días.

Incluso en la izquierda, que aceptó aliarse con el derechista Naftali Bennett, la euforia por el anuncio de Lapid se mezcla con la cautela ante la campaña de Netanyahu para lograr tránsfugas.

Especialmente en el partido de Bennett, Yamina. De sus siete diputados elegidos en marzo, uno ya anunció que votará en contra del nuevo Gobierno mientras otro, Ori Orbach, admite ahora dudas. Bennett se reunió con él este jueves en su casa y Netanyahu le llamó y envió mensajes -sin ser respondidos- para deshacerlas pero el hecho de que el nuevo Gobierno depende de cómo se despierte Orbach u otro diputado en la jornada de la investidura refleja su gran fragilidad.

"Esta estructura, basada solo en 61 de 120 diputados, es muy compleja. Además, hay la sensación de que Netanyahu aún no ha dicho la última palabra", comenta el periodista Nadav Eyal.

El líder del Likud apura sus últimos cartuchos con una campaña en canales simultáneos (redes sociales, manifestaciones ante sus casas, llamadas telefónicas, intervención de algunos rabinos del sector nacionalista, etc), centrada en presionar a legisladores incómodos con la alianza con la izquierda y el partido árabe islamistaRaam y recordarles sus promesas electorales de no hacerlo.

"Bennett vendió el Néguev a Raam!", tuiteó Netanyahu sobre el acuerdo entre Bennett, Lapid y el líder de esta facción árabe Mansour Abbas para legalizar poblados beduinos creados sin permiso estatal en el desierto sureño del Néguev. Prueba del poderío de Netanyahu en las redes sociales, administradas por agresivos y talentosos chavales, es que las palabras "Bennett vendió" se convirtió en tendencia en Twitter en Israel. Se trata de una jugada clásica de Bibi en entreguerras electorales: Lanza los dardos al rival por su pacto fotografiado con Abbas pero horas antes él mismo le había ofrecido a éste propuestas más generosas para obtener su apoyo parlamentario lejos de las cámaras para luego negar cualquier contacto con el islamista. Paradójicamente el tango de Netanyahu con Abbas en los últimos meses es el que dio luz verde a Bennett, ex director general del Consejo de asentamientos, a pactar con él convirtiendo a Raamen el primer partido árabe en formar parte de un Gobierno.

Netanyahu intenta abortar ahora la iniciativa de Lapid de sustituir al presidente de la Knésset, Yariv Levin (Likud) que busca acelerar la investidura. La estrategia del primer ministro es retrasar lo más posible la decisiva votación ya que así aumentan las posibilidades de que la quebradiza estructura política se desmorone incluso antes de ponerse en pie. No solo porque aviva las dudas de algunos legisladores, sino porque en estas tierras todo puede cambiar en un minuto. Por ejemplo, hace tres semanas los proyectiles de Hamas encendieron un enfrentamiento a gran escala alterando toda la agenda del país.

La casa de la número 2 de Bennett, Ayelet Shaked, en Tel Aviv fue escenario de otra manifestación de la derecha nacionalista para que aborte la coalición con la izquierda y Raam. "El corazón de Shaked no está con este Gobierno surrealista pero alega que Israel atraviesa una grave crisis y hay que hacer todo lo posible para evitar elecciones", cuenta Shlomi Levy, un activista cercano a Shaked a la que ve -o al menos veía- como líder de la derecha tras la era Netanyahu. Una era que no podrá ser enterrada hasta que la coalición sea aprobada. E incluso entonces intentará volver lo antes posible.

El Mundo (España)

 



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