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13/11/2006 | La matriz neoliberal en Chile

Patricio Navia

La Concertación dejará como su mejor legado la consolidación y el perfeccionamiento del modelo neoliberal. Ya es hora que el liderazgo concertacionista asuma, con sus luces y sombras, la responsabilidad de esta gigantesca responsabilidad.

 

Hace unas semanas, la Presidenta Bachelet planteó que su desafío era construir un estado de bienestar a partir del “origen de la derecha de la matriz neoliberal, asistencialista y subsidiaria que nos legó el gobierno militar.” En esa confusa y desafortunada frase, Bachelet intentó distinguir entre el neoliberalismo puro y el énfasis concertacionista por introducir mayor solidaridad y justicia social. Pero al sindicar a la dictadura como responsable del modelo, Bachelet reconoció que la Concertación esencialmente construyó sus políticas económicas a partir del modelo de Pinochet. A confesión de partes, relevo de pruebas.

Bachelet también pareció olvidar que la dictadura se terminó hace 16 años y medio. Aunque las reformas de Pinochet y sus Chicago Boys sentaron las bases del modelo, el Chile que hoy tenemos fue construido por la Concertación. Los cuatro gobiernos consecutivos de la Concertación mantuvieron, refinaron y profundizaron el modelo. Es más, gracias a ambiciosos programas de subsidio a la demanda, hicieron al modelo asistencialista y subsidiario. Enhorabuena. Chile vive hoy el mejor momento de su historia. Los pobres son menos pobres que nunca antes, la clase media finalmente existe en forma independiente del empleo público y el horizonte de los países desarrollados lo tenemos ahí, a tiro de cañón.

Pero Bachelet, representando una sensación mayoritaria en la izquierda concertacionista, parece poco orgullosa de este legado. Pese a haber sido funcionaria, asesora, ministra, candidata y ahora máxima líder de una coalición que ha gobernado con férrea disciplina neoliberal, Bachelet todavía parece creer que la Concertación debiera comenzar a promover políticas económicas diferentes.

Reconocidamente, en 1990 muchos líderes de la Concertación creían que el país debía abandonar el modelo neoliberal. Las leyes de amarre de la Constitución de Pinochet y el temor a la polarización llevaron a Aylwin a frenar las demandas por una corrección inmediata al modelo. Después, ante los buenos resultados económicos y los espectaculares avances en la reducción de la pobreza, los defensores del modelo en el gobierno lograron imponer su moderada postura. El neoliberalismo parecía ser cada vez menos malo (aunque nunca se lo mencionaba directamente por ese nombre.) La Concertación se fue convenciendo de las virtudes del modelo mes a mes, dato a dato. Los impulsos por corregir el modelo fueron olvidados y los planes alternativos quedaron archivados.

Pero si bien las políticas concertacionistas se desarrollaron dentro de la matriz neoliberal—con énfasis en la reducción de la pobreza, el “rostro humano” y la “economía social de mercado”—el discurso de la coalición no se actualizó. Las diatribas anti-neoliberalismo se mantuvieron y las críticas al modelo de Pinochet siguieron siendo populares. Aunque el neoliberalismo era ahora más bien concertacionista, el discurso de muchos “autoflagelantes” seguía buscando cambiar rumbo. Felizmente para el país, esas voces se limitaban a poco prominentes espacios de opinión y vociferantes pero poco influyentes escaños en el parlamento. La Moneda y los ministerios estaban en férreo control de los concertacionistas neoliberales. Incluso Aylwin (con sus ocasionales críticas al mercado cruel) se aseguró de mantener a Foxley, Boeninger y los neoliberales en el control de las políticas económicas. Por cierto, Frei Ruiz-Tagle y Lagos eran abiertamente cristiano y social demócratas neoliberales.

La llegada de Bachelet a La Moneda ha cambiado un poco las cosas. Militante del sector menos comprometido con el modelo neoliberal, la impericia política de Bachelet (a diferencia del experimentado Aylwin) la ha llevado a criticar demasiadas veces el modelo que su gobierno impulsa, profundiza y consolida. Si bien esas críticas no tienen correlato en las disciplinadas políticas del gobierno, si envían confusos mensajes sobre el compromiso ideológico de la Concertación. Dichos mensajes siembran dudas sobre la claridad de La Moneda respecto a la hoja de ruta. Aunque resulta excesivo suponer un cambio en el rumbo en las políticas, ya va siendo hora que la Concertación acepte—y celebre, por cierto—su loable decisión de haber profundizado, ampliado y tornado más incluyente (dándole rostro humano) el modelo neoliberal que implantó en Chile la dictadura de Pinochet.
 
Fuente: Revista Capital, #192, noviembre 2, 2006

CADAL (Argentina)

 


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