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12/01/2022 | Así operan los sicarios en la darknet: Se ofrece asesino a sueldo. Haga clic aquí

Carlos Manuel Sanchez

El número de páginas que ofrecen sicarios en Internet se multiplica. Algunas están diseñadas para desplumar a los que recurren a ellas. Pero muchas otras, cada vez más, no. Son asesinos a sueldo de verdad que se presentan como cualquier página de servicios: «¿Tiene problemas con la competencia, con un vecino, con su suegra?». Le contamos cómo operan estas redes criminales.

 

Tú limítate a matarla cuanto antes. No me importa cómo lo hagas con tal de que te asegures de que está muerta, aunque si es con un tiro en la cabeza, mejor. Ella trabaja en [nombre de la empresa] en Bellevue (Washington), pero no sé cuál es su puesto exactamente. Espero que esto te sirva de ayuda. Tiene un hijo de tres años al que recoge a las cinco de la tarde, así que llega a casa a las cinco y pico. Por favor, no le hagas nada al niño... Mándame una prueba cuando el trabajo esté hecho».

El anónimo remitente de este mensaje, enviado el 4 de febrero de 2020, se había registrado con un alias en una página que ofrecía sicarios alojada en la deep web, la Internet profunda a la que no tienen acceso los buscadores como Google. A continuación, informaba al destinatario de que acababa de depositar 0,53 bitcoins (alrededor de 5000 dólares en aquel momento) en el monedero de criptomonedas del destinatario. El primer pago por un asesinato de encargo.

Una copia llegó a manos del FBI de la manera más inesperada: fue el propio administrador de la página que ofrecía criminales a sueldo, es decir, el contratista de los supuestos asesinos, el que reenvió el mensaje (también de manera anónima) a los agentes federales. Gracias al chivatazo, el FBI pudo rastrear la procedencia, aunque tardó un año y medio porque había utilizado un teléfono prepago en el que descargó una aplicación para navegar de manera privada. Resultó ser una mujer. Una esposa que quería ver muerta a la amante de su marido. Del confidente solo se sabe que cerró la página y retiró el dinero, pero los bitcoins no dejan huellas.

En 2019 se confirmó el primer caso de un asesinato por encargo a través de la 'Darknet': una funcionaria que investigaba a unos narcos. Detuvieron a los asesinos, pero no se supo quién pagó por el crimen

¿Por qué alguien que se ofrece para matar, dar palizas, torturar, secuestrar o intimidar, o que se presta a poner en contacto al que solicita esos 'servicios' con un matón, delata a su cliente? La Policía piensa que se trata de un estafador. La mayoría de las páginas que se anuncian en los bajos fondos de Internet y que ofrecen sicarios (y las hay a decenas) están diseñadas para desplumar a los que recurren a ellas. Quizá el timador se inquietó ante la determinación de su cliente y, dado que no pensaba realizar el trabajo, dio el soplo para evitar ser cómplice si finalmente la esposa celosa cometía el crimen por otros medios.

Pero no todas estas webs son falsas. En septiembre, la Policía rusa detuvo a Sergei Magdanov, que presuntamente operaba una de estas plataformas, mediante la cual alguien contrató la muerte de un matrimonio a las afueras de Moscú. En Rusia, ya es un problema que preocupa a las fuerzas de seguridad, según el jefe del departamento de cibercrimen, Konstantin Komarda. «Estamos investigando varios casos de crímenes encargados y cometidos utilizando tecnologías de encriptación, como servicios VPN, redes como Telegram y la web oscura».

No en vano, en marzo de 2019 se confirmó el primer caso de un asesinato por encargo a través de darknet (la parte más profunda de la deep web, a la que solo se accede mediante el navegador Tor, que proporciona una potente encriptación). Dos jóvenes (uno de ellos, menor de edad) fueron arrestados por la muerte de Yevgeniya Shishkina, una funcionaria del Ministerio del Interior que estaba investigado a una banda de narcotraficantes. Los presuntos asesinos nunca conocieron a la persona que había encargado el crimen. Se les pagó de forma anónima, en bitcoins, y uno de ellos se fue a un concierto esa misma noche.

Durante años, los expertos en tecnología consideraban que el tema de los sicarios de la red oscura era un mito. Una de tantas leyendas urbanas. Y, probablemente, lo era. Una cosa es comprar drogas, pero de ahí a hacer clic en un enlace y cargar en el carrito de la compra on-line un homicidio va un trecho. «Sin embargo, a medida que la darknet ha madurado, los compradores de drogas y armas pudieron documentar que, sí, este pedido de marihuana fue efectivamente entregado en mi dirección; sí, recibí esta pistola Glock tal como se anunciaba. Los usuarios verificaron y empezaron a confiar en esos mercados», explica Brian Merchant en The Times.

Asesinatos a la carta. En la deep web existen numerosos sitios que ofrecen la contratación de sicarios. Reales o falsos, todos ofrecen precios y servicios. De media, un asesinato con arma de fuego sale por 18.000 dólares; con arma blanca, 23.000; con veneno, 35.000; un ataque con ácido, 6000; un golpe con un objeto contundente, desde 2500... El precio aumentan si la víctima es menor o si tiene un estatus elevado. Y también si los sicarios son exmilitares.

La confianza se debe, en buena medida, a la popularización de las criptomonedas, con su aureola de inexpugnable anonimato. Pero también a la consolidación de una tendencia más generalizada, el ciudadano le ha perdido el miedo a comprar por Internet. Confiamos en las transacciones digitales. Y la violencia por encargo, por delirante que sea, es un mercado. Esto conecta con algo muy profundo y que se conoce como 'el efecto de desinhibición que proporciona Internet', una teoría acuñada por el psicólogo John Suler y que sostiene que el comportamiento humano cambia cuando nos conectamos a la Red y se materializa en lenguaje grosero, odio, amenazas... La gente visita sitios de pornografía y violencia porque asume que no se aplican las mismas reglas y normas que en la vida real. De ahí a la banalización de la crueldad va un paso.

«La conducta humana se basa en decisiones que sopesan la recompensa en función del riesgo a ser castigado. Los individuos cometen un delito cuando los beneficios de la acción superan a las consecuencias negativas», explica la criminóloga Ariel Roddy, de la Universidad de Míchigan, que ha investigado 24 sitios donde se ofrece la contratación de sicarios en la deep web. Llama la atención que utilicen un lenguaje al que estamos acostumbrados, el de la publicidad: «¿Tiene problemas con la competencia, con un vecino, con su suegra? ¿Hay un testigo incómodo del que se quiere librar, una herencia que no llega? Contratar a uno de nuestros 'asesores' resolverá sus problemas», se anuncia en uno de estos portales.

Todos ofrecen una lista de precios y servicios: de media, un asesinato con arma de fuego cuesta 18.000 dólares; con arma blanca, 23.000; con veneno, 35.000; un ataque con ácido, 6000; un golpe con un objeto contundente, desde 2500... Los precios aumentan si la víctima es menor o si tiene un estatus elevado. Y también si los sicarios son exmilitares. «Incluso si estos anuncios no son reales, hay tantos que la conclusión es que, efectivamente, existe una demanda. Y el vendedor ajusta los precios en función de lo que considera razonable que puede pagar el comprador».

Quien más ha contribuido a destapar este negocio abyecto es un informático británico, Chris Monteiro, que en su tiempo libre se dedica a investigar la deep web en busca de estas páginas. Monteiro se encontró con un sitio llamado Besa Mafia, supuestamente gestionado por sicarios albaneses. Ofrecía un menú de opciones que iban desde la mutilación al asesinato y, aunque tenía una interfaz gráfica con un sistema de mensajería integrado y una apariencia más elegante en comparación con otras, estaba descaradamente diseñada para robar dinero a los usuarios crédulos.

Un 'hacker' constató 300 peticiones de homicidio en distintos países: dos en España. El caso más espeluznante: un pederasta que pagó por matar al adolescente del que había abusado

Monteiro, con ayuda de un amigo hacker la boicoteó y consiguió cerrarla, aunque la página reabrió con otro nombre: Águilas de Azerbaiyán. La volvió a cerrar y volvió a abrir: Sicarios de la Camorra... El juego del ratón y el gato se prolongó hasta 2019, sin que las fuerzas del orden interviniesen, excepto para detener brevemente a Monteiro por una falsa denuncia. Monteiro hizo algo más: consiguió acceder a los archivos de las conversaciones entre el estafador y los que solicitaban sus servicios. Y se encontró con un problema de conciencia inesperado.

En los archivos había constancia de unas 300 peticiones de asesinato en decenas de países (dos en España, que están bajo investigación). Es decir, 300 víctimas potenciales no sabían que alguien, casi siempre alguien muy cercano, como su cónyuge o su expareja, había pagado para matarlas. Por tanto, corrían un peligro y todavía hoy, probablemente, muchas de ellas lo corren.

Monteiro afirma que ha puesto esos archivos a disposición de la Policía de varios países, pero no siempre ha conseguido que contacten con las personas afectadas. Él no puede avisarlas porque lo que hace, recabar información mediante pirateo informático, es ilegal. No obstante, se han producido al menos ocho detenciones; la mayoría, en Estados Unidos, aunque también en Italia. El caso más espeluznante es el de un pederasta de Filadelfia que pagó para asesinar a un adolescente al que había embaucado para intercambiar fotos sexuales y cuya familia lo había denunciado. «El objetivo tiene 14 años. ¿Es aceptable o es demasiado joven?», llegó a preguntar. «No hay problema», le respondieron. Y pagó 20.000 dólares en bitcoins. Cuando vio que no hacían el trabajo, protestó.

Los timos suelen tener una lectura moral. El 'primo' es castigado porque demuestra más bajeza incluso que el que lo embauca. Pero, si ya resulta repugnante la normalización de un comercio tan cruel, que quepa la posibilidad de que en ocasiones no se trate de un engaño indica que hemos pasado a otro nivel. Al menos, eso piensa Monteiro. «En la primera darknet solía ser imposible comprar, por ejemplo, un cuerno de rinoceronte real. Todos eran falsos, ahora no lo son». Al menos, no siempre.

El Pais Semanal (España)

 



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