La traición puede ser una forma de fidelidad y la fidelidad llega a ser una traición cuando uno descubre que está en el lado malo.
John le Carré escribió las últimas páginas de ‘Proyecto
Silverview’ en 2014, pero por alguna razón que jamás explicó decidió no sacar a
la luz el libro. Se fue a la tumba en diciembre de 2020. La novela acaba de ser
publicada en castellano para deleite de sus muchos lectores, entre los cuales
me hallo. Su hijo menor revisó y editó el texto, que, según él manifiesta,
estaba acabado.
La historia que narra es la de un espía que traiciona a
su país porque sus ideas, o mejor sus sentimientos, entran en contradicción con
su trabajo. Todo el relato está contado desde el punto de vista de un ejecutivo
que ha abandonado su lucrativo oficio en la City para abrir una librería en el
sur de Inglaterra.
La novela es magnífica, está escrita con su habitual
maestría y se halla a la altura del mejor Le Carré. Su propio hijo Nick se
pregunta en el epílogo por qué su padre quiso que la obra permaneciera en un
cajón hasta su fallecimiento. La respuesta que aventura es que la narración
ofrece una perspectiva muy negativa de los servicios secretos británicos en los
que él había servido y a los que siempre había permanecido fiel.
La hipótesis me parece probable porque en sus últimos
años Le Carré se mostró muy crítico con la política exterior de su país,
llegando incluso a nacionalizarse irlandés para protestar por el Brexit poco
antes de morir. Pero no quería hacer daño al cuerpo al que había dedicado
cuatro años de su vida.
‘Proyecto Silverview’ plantea crudamente el dilema de los
espías que dejan de creer en la causa para la que trabajan o simplemente, como
Kim Philby, que fingen lo que no son para servir a otro amo. Cuando Le Carré le
reprochó a Philby en Moscú que era un traidor, éste le contestó que siempre había
servido a su verdadera patria: la Unión Soviética.
Gordievski, Poliakov, Blunt, Nunn May y otros se pasaron
al bando enemigo porque sencillamente creían hacer lo correcto. Arriesgaron su
vida y su libertad por la fe en unos ideales. Pero Aldrich Ames traicionó a sus
compañeros de la CIA y los entregó al KGB por dinero. Quería vivir mejor y
deslumbrar a su nueva mujer.
Por lo tanto, la traición puede ser una forma de
fidelidad y la fidelidad llega a ser una traición cuando uno descubre que está
en el lado malo. Al protagonista de la última novela de Le Carré le sucede como
a Philby: alcanza la convicción de que es más honorable servir al enemigo que a
quien le ha reclutado.
La duda que me suscita ‘Proyecto Silverview’ es que tal
vez estemos ante una autoconfesión póstuma del autor, que se daba cuenta de que
había sido un peón en manos de sus jefes y que le habían utilizado para fines
muy poco nobles. Pero Le Carré murió sin decir ni una palabra ni publicar este
misterioso libro que cada uno puede interpretar como guste.