Desde su intervención en Siria, Vladimir Putin demostró que era un socio confiable para aliados autoritarios y que ya no toleraría cambios de régimen impulsados por Occidente. (Publicado marzo 28, 2022).
WASHINGTON, DC.- Hay una serie de acciones y cambios en
la geopolítica que explican el contexto y el momento que eligió Rusia para
iniciar la lamentable y condenable guerra en Ucrania. Tras la caída de la Unión
Soviética hubo un acuerdo (verbal) entre el ex secretario de Estado de EU,
James Baker y el exlíder ruso Mikhail Gorbachev de no avanzar más allá de las
fronteras de Alemania.
Esto fue reconfirmado en un discurso del Secretario
General de la OTAN el 17 de mayo de 1990, que indico: “...El mismo hecho de que
estemos dispuestos a no desplegar tropas de la OTAN más allá del territorio de
la República Federal da a la Unión Soviética firmes garantías de seguridad...”.
Años después, en la Conferencia de Seguridad de Múnich en
2007, Vladimir Putin acusó a las potencias occidentales de violar este
compromiso al ampliar la OTAN –sobre todo con la incorporación de los países
bálticos a la Alianza en 2004–, preguntando: “¿Qué ha pasado con las garantías
que dieron nuestros socios occidentales tras la disolución del Pacto de
Varsovia?” La OTAN no ha dejado de expandirse desde la caída de la Unión
Soviética, pasando de 17 países en 1990 a 30 en la actualidad, varios de los
cuales anteriormente formaron parte del pacto de Varsovia liderado por los
soviéticos. Esta es la visión de los hechos por parte de Putin.
En cambio, los países miembros originales de la OTAN
alegan que este acuerdo nunca fue formalizado en un tratado y que sus puertas
están abiertas a cualquier país que cumpla con los requisitos de entrada. ¿Por
qué entonces Putin no hizo nada con las ampliaciones anteriores? La lógica
indica que es porque Rusia no se sentía con la fuerza militar y económica para
poder responder. ¿Qué cambió?
A partir de ese discurso Putin incrementó las expresiones
de poderío militar, invadiendo Georgia en 2008 y anexándose Crimea en 2014. La
respuesta de la OTAN en ambos casos fue con sanciones económicas con baja
efectividad. Posteriormente vino el escalamiento de la situación en Siria.
Cuando Putin, lanzó por primera vez ataques aéreos en Siria en 2015, el
conflicto estaba en su quinto año. Los rebeldes armados, que se oponían a
Bashar al-Assad, estaban ganando terreno. ISIS estaba en ascenso y Assad había
reconocido una retirada.
En agosto de 2013, Assad usó armas químicas y provocó la
respuesta de EU con ataques aéreos. Putin convenció a Assad para que anunciara
que estaba dispuesto a renunciar a usar armas químicas, allanando el camino
para un acuerdo que evitaría la intervención militar de EU. De la noche a la
mañana, la narrativa pública de Rusia sobre Siria cambió. Moscú pasó de
defender pasivamente a Assad e intentar desviar la culpa por sus acciones a
felicitarse por mantener a EU fuera de otro conflicto en el Medio Oriente.
Putin logro cambiar el rumbo de la guerra a favor de
Assad y defender las instalaciones e inversiones propias en Siria. Moscú
demostró que era un socio confiable para aliados autoritarios y que ya no
toleraría cambios de régimen impulsados por Occidente. Al mismo tiempo, Rusia
pudo ensayar con armamento y entrenar personal en condiciones de combate real
sin agotar su presupuesto. En medio de todo, esta guerra ha dejado más de 500
mil muertos, en su mayoría civiles y hasta 2018, más de 11 millones desplazados
(según ACNUR) y de la que lamentablemente ya no escuchamos.
La invasión a Georgia, la anexión de Crimea y el
conflicto sirio generaron gran confianza y un renovado posicionamiento en
geopolítica a Rusia. Con estos antecedentes y la lógica desde la que actúa
Putin, su interpretación de la amenaza de Biden con “sanciones económicas muy
poderosas” si invadía Ucrania no fue un disuasivo. Por el contrario, parecía un
indicativo que la respuesta sería similar a las tres situaciones anteriores.
En este contexto, decide invadir Ucrania.