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10/06/2022 | Opinión - ¿Cuál será el final para Ucrania?

Borja de Aristegui

No podemos permitirnos una victoria rusa ya que establecería no solamente un precedente peligroso sino un terrible mensaje a los poderes revisionistas: la conquista, la fuerza y la crueldad funcionan.

 

En las últimas semanas hemos visto como una serie de analistas y expertos en relaciones internacionales tan variopintos como Henry Kissinger o Noam Chomsky, entre otros, han hecho diversos llamamientos a encontrar una salida negociada del conflicto sobre la base de extensas cesiones territoriales por parte de Ucrania a Rusia. Estos llamamientos son fáciles de hacer desde la comodidad y seguridad de sus sofás en Estados Unidos pero establecen un peligroso precedente que mandaría un simple terrible mensaje a los poderes revisionistas: la conquista, la fuerza y la crueldad funcionan. A pesar de estos casos aislados en Occidente, parecería que se ha producido un cierto refuerzo del bloque occidental frente a la agresión rusa. O no.

En las fases iniciales de la invasión la respuesta occidental fue ejemplar. Además, una serie de desarrollos del mayor interés están reorganizando todo el panorama geopolítico europeo. Suecia y Finlandia, poderes con una fuerte tradición de neutralidad, ha pedido formalmente su ingreso en la OTAN. Además Dinamarca, país que se ha resistido siempre a los diversos intentos de profundización de la integración europea decidió abandonar su tradicional resistencia hacia la UE e integrarse en el mecanismo de seguridad común europeo.

A pesar de estos desarrollos positivos, nos encontramos ante un escenario algo más complejo, y es que desde nuestro entorno se están produciendo ciertos movimientos que harían indicar que podrían estar apareciendo las primeras grietas en la unidad occidental. Francia y Alemania se muestran tibios, casi tímidos, a la hora de tratar con la invasión por parte de Moscú. No quieren quemar todos los puentes con Rusia, ya saben, cosas de la dependencia. ¿Qué decir de Hungría?

Si bien desde nuestra perspectiva parecería claro que la denuncia de los crímenes rusos en Ucrania debiera ser unilateral, nos encontramos ante una realidad bien distinta. A pesar de la condena aplastante de la gran mayoría de miembros de la Asamblea General de Naciones Unidas, nos encontramos ante una posición, cuanto menos, ambigua de la mayoría de los principales actores en la esfera internacional que no conforman el bloque occidental.

Muchos países africanos se han negado a condenar las acciones del Kremlin. No es sorprendente. Rusia es uno de los principales actores geopolíticos en el continente, sobre todo a través del Grupo Wagner, compañía de mercenarios contratados por diversos estados africanos como apoyo a sus fuerzas de seguridad, o, paradójicamente, por parte de actores no estatales en sus pugnas contra diversos gobiernos. Se da pues que Wagner sea, a la vez, un agente de seguridad e inseguridad en el continente. Por otro lado, Rusia es uno de los principales exportadores de alimentos en la región, así como el mayor proveedor de armas.

Aunque quizás se el caso de India el que genere mayor preocupación. Nueva Delhi es uno de los principales socios de Washington en su pugna con Pekín, pero, en esta ocasión, se ha mostrado muy reticente a la hora de condenar al Kremlin por sus acciones en Ucrania. Desde nuestro entorno solemos tener una visión bastante sesgada de la historia, y solemos olvidar u obviar ciertas realidades que nos incomodan o no compartimos. Por ejemplo, ya en tiempos de la Guerra Fría, los lazos entre Nueva Delhi y Moscú eran estrechísimos. La URSS fue siempre un garante de los intereses indios en el Consejo de Seguridad, en particular en lo referente al conflicto en Cachemira. Los vínculos económicos y comerciales entre ambos países siempre han gozado de buena salud. India está aprovechando la coyuntura actual para comprar petróleo ruso con grades descuentos. Rusia es, aún hoy, el mayor proveedor de armamento a India. La cruda realidad es que los intereses de muchos países no se alinean con los nuestros, y muchos son los que acusan a Occidente de hipocresía aludiendo las muchas intervenciones militares unilaterales que hemos llevado a cabo en las últimas décadas.

En Oriente Medio la situación sería, si cabe, aún más preocupante. Se da que Rusia, con su fuerte presencia en Siria, y tras su exitosa campaña contra el Estado Islámico, se ha convertido no ya solo en el baluarte del régimen de Assad, sino también en uno de los principales actores en el marco de seguridad regional. Ni Arabia Saudí, ni Emiratos Árabes Unidos, ni Jordania, ni siquiera Israel, todos socios clave de Estados Unidos en la región, se han mostrado particularmente interesados en condenar al Kremlin.

Ante estos desarrollos nos encontramos ante una solución difícil, y seguramente mala, de la situación en Ucrania. No contamos con un frente unido ante Rusia. Pero es que la propuesta de cesión territorial no solamente es perversa, si no que tampoco serviría para proteger el orden internacional de futuras agresiones por parte de regímenes descontentos que se encuentren incómodos bajo el liderazgo liberal.

Rusia tiene que perder en Ucrania. No podemos permitirnos una victoria rusa ya que establecería no solamente un precedente peligroso, también nos encontraríamos ante una situación de confrontación de fácil escalada entre potencias nucleares. A raíz de las capacidades demostradas por las fuerzas de ocupación rusas en Ucrania, tanto Washington como Moscú saben que en caso conflicto entre ambos lados, la alianza atlántica tendría la capacidad de someter al enemigo con relativa facilidad. Rusia sabe que en ese caso su única opción para evitar la derrota total pasaría por la amenaza que supone su arsenal nuclear. Esta perversa palanca del Kremlin supondría también un envite a los esfuerzos globales contra la proliferación de este tipo de arma.

Kissinger y Chomsky se equivocan. Valdría preguntarles si aceptarían tan expeditamente la cesión de sus tierras al agresor. Cabría preguntarles qué clase de orden quedaría tras semejante claudicación.

https://www.larazon.es/internacional/europa/20220609/lamtuldtynebrhzx26lgqfuwwy.html

La Razon (Es) (España)

 



 
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