El tema en México sigue siendo, sin duda, el hackeo a los servidores de la Secretaría de la Defensa Nacional que, entre otras cosas, dejó en entredicho la salud del Presidente, quien se vio obligado a aceptar que tiene varios padecimientos crónicos.
La confesión preocupó a todos, porque, independientemente
de filias y fobias, se trata del hombre que dirige los destinos del país, y si
llegara a quedar imposibilitado para seguir en el cargo, México entraría en una
crisis institucional que le causaría mucho daño.
Esto ha generado varios supuestos, pues el sistema
político mexicano no prevé una figura como la de vicepresidente, por ejemplo,
que tome las riendas en caso de que el titular del Ejecutivo no pueda
continuar.
Por causa de fuerza mayor, quien pudiera sustituir al
Presidente sería el secretario de Gobernación, en este caso Adán Augusto López
Hernández, pero sólo temporalmente.
Si la ausencia fuera definitiva, el Congreso tendría que
nombrar un presidente sustituto para concluir el mandato. La razón para sustituir
al Presidente no tiene que ser necesariamente por fallecimiento del titular,
sino por la imposibilidades de continuar en el cargo.
Y aquí es donde algunos dicen que puede estar la jugada
para 2024, y que si el Presidente ve el asunto muy complicado, podría optar por
la renuncia por cuestiones de salud, y ni la oposición se opondría a ratificar
a Adán Augusto como sustituto.
El nuevo titular del Ejecutivo prepararía el relevo de
2024, y todo mundo coincide en que operaría en favor de Claudia Sheinbaum, que
es la única que continuaría al pie de la letra el proyecto de su jefe.
De esta forma el secretario de Gobernación sería
Presidente, aunque fuera sustituto, y López Obrador podría construir dos
narrativas fundamentales, que le podrían acarrear votos a su corcholata.
Diría que, a pesar de sus padecimientos, todos los días
iniciaba su jornada laboral desde las 5:00 horas, en favor de los más pobres.
También diría que su transformación iba bien, que estaba
por dar resultados, pero su salud le impedía continuar, por lo que sería
necesario que alguien afín al proyecto —de nuevo aparece Claudia— le dé
continuidad para concretarlo.
Con esto salvaría también el juicio de la historia, pues
el país seguiría dividido entre los que creen que su gobierno llevó al
precipicio a México, y los que dirían que le faltó tiempo para lograr la nación
justa que siempre soñó.
Y otra cosa, ya sin ser presidente, nada le impediría
hacer campaña informal por su corcholata en todo el país, a fin de pasarle el
apoyo de sus simpatizantes. Y de paso seguiría siendo el gran líder moral del
país, y en una de esas de Latinoamérica.
Parece ficción… pero es posible.