El 80% de la basura espacial que ingresa de nuevo en nuestros dominios son partes inservibles de lanzadores. Pero el problema no es que entren, sino que se queden fuera.
Este viernes despertábamos con la noticia de la caída sin
control del cohete chino Long March 5B. A muchos les sonará a 'deja vù', pues
no es la primera vez que alguna parte de un modelo similar, que en su totalidad
alcanza los 30 metros de altura (tan alto como un edifico de 18 pisos), hace
una reentrada descontrolada en la atmósfera terrestre, creando incertidumbre
mundial y alentando el debate sobre cómo está gestionando China su incipiente
carrera espacial. De hecho, se trata la tercera vez en dos años que las
autoridades espaciales del gigante asiático generan esta situación, calificada
como «irresponsable» por la NASA en anteriores ocasiones. Pero, ¿cuál es el
peligro real en este tipo de maniobras?
Los antecedentes mediáticos empiezan en 2020, cuando
partes de un cohete del mismo modelo cayeron sobre algunas zonas pobladas del
territorio de Costa de Marfil, en África, registrando algunos desperfectos
materiales. «Jamás he visto que una entrada de restos no controlados pasara por
encima de tantos lugares urbanos», afirmó entonces a través de su cuenta de
Twitter Jonathan McDowell, astrónomo del Centro Harvard-Smithsonian de
Astrofísica. En concreto, la trayectoria del Long March 5B ingresó por África y
pasó por Sydney, New Calcedonia y Fiji. Después cruzó el continente americano,
por encima desde California a New York; y finalmente, algunos trozos cayeron en
Costa de Marfil, tal y como se pudo ver en algunas fotografías que circularon
por las redes sociales.
La siguiente, y más sonada, fue en abril del año pasado,
cuando China envió uno de sus módulos a su nueva estación espacial usando de
nuevo al 'monstruo' Long March 5B. Al contrario que otros cohetes, como los
Falcon de SpaceX, este modelo no es reutilizable, por lo que partes de él, como
la primera etapa que ha amenazado el espacio aéreo español, caen de nuevo a la
atmósfera. En mayo de 2021 la situación mantuvo en vilo al mundo entero durante
días. Finalmente, sus trozos se desintegraron sobre el Océano Índico sin
provocar daños.
El pasado mes de junio mucha gente desde España fue
testigo de espectaculares hileras de bolas de fuego cruzaron el cielo. Se
trataba de la reentrada, esta vez sí, controlada, de la última etapa del cohete
Zheng 2F (CZ-2F), el mismo que unos días antes había transportado a tres
astronautas chinos a su nueva y flamante estación espacial. Si bien no se trata
del mismo modelo y en este caso se sabía que los restos caerían en algún punto
sobre el Mediterráneo, el fenómeno también provocó cierta alarma.
Estados Unidos y Europa también lo hacen
A la vista de estas situaciones, cabe preguntarse si
China está violando algún tratado o, simplemente, si lo que hace es ilegal. La
respuesta es no: «Es muy mediático porque, lo primero, es China; después,
porque lanza a la misma latitud que nos encontramos nosotros, por lo que los
restos cruzan por encima de países como España o Italia; y, además, se trata de
un cohete muy grande», explica Alberto Águeda, jefe de vigilancia espacial de
GMV, empresa española que es referencia mundial en el estudio, monitorización y
prevención de la proliferación de la basura espacial. «Pero es algo que también
hacemos europeos y estadounidenses, lo que pasa que se lanzan en latitudes más
cercanas al ecuador -desde los puertos espaciales de Cabo Cañaveral, en
Florida, para el caso de la NASA; o la Guayana Francesa, para la Agencia
Espacial Europea-, por lo que no suelen sobrevolar por encima de nosotros y
acaban en el Pacífico».
Este tipo de maniobras pueden ser de dos tipos:
controladas, en las que los restos se dirigen hacia un punto seguro para la
reentrada, en el que la trayectoria estará predefinida; e incontroladas, en las
que la basura espacial ingresa en algún momento indeterminado y con una posible
trayectoria mucho más amplia, que crea incertidumbre, como en este caso.
La diferencia entre ambas estrategias es, básicamente,
monetaria: «Cuesta mucho más dinero llevar a cabo una maniobra de este tipo
-señala Águeda-. De todas formas, hay que tener claro que la probabilidad de
que caigan escombros espaciales sobre lugares poblados es mínima», insiste el
experto de GMV. Bajo la premisa de que el 70% de la superficie es agua y que,
además, los núcleos poblados están diseminados de forma heterogénea por el 30% restante
-más la acción desintegradora de la atmósfera, que suele reducir la basura
espacial hasta que solo sobrevive del 20 al 40% del total-, provocan que la
estrategia de reingresar estas partes de cohetes sea un procedimiento seguro e
incluso deseable.
«Podemos debatir sobre si China debería llevar a cabo una
reentrada controlada de este tipo de restos masivos, pero en ningún caso está
violando ningún tratado internacional o haciendo algo diferente a lo que hace
el resto de agencias espaciales», señala Águeda. «Aunque en el caso de que los
restos cayeran sobre algún lugar poblado y hubiera daños, entonces sería el
estado chino quien tendría que hacerse responsable».
Más de 100 toneladas al año caen sobre nuestras cabezas
Cada año vuelven a ingresar en la atmósfera más de 100
toneladas de basura que se encuentra en órbita y el 80% del total son restos de
lanzadores. De hecho, de media, cada dos semanas hay un reingreso de algún
cuerpo superior a las dos toneladas; y baja a cada semana los cuerpos por
encima de los 1.000 kilos. «Y el problema no es que entren de nuevo, al
contrario; el problema es que se queden flotando y se acumulen en la órbita
terrestre».
Es más: la mayoría de las estrategias para acabar con el
creciente problema de la basura espacial pasan por arrastrar todos estos
cuerpos hacia nuestra atmósfera para su desintegración. «Porque en las órbitas
es donde son un verdadero peligro: ahí se pueden producir choques que incluso
inicien colisiones en cadena y dañen los satélites activos«. Satélites que nos
proporcionan desde internet al GPS, pasando por las predicciones meteorológicas
o la telefonía móvil, servicios sin los cuales la civilización retrocedería al
menos un par de siglos.
Águeda alerta de que si el ritmo de lanzamientos sigue,
este tipo de episodios serán cada vez más recurrentes. «Cuantos más cohetes
despeguen, más basura espacial se generará».