La gran interrogante es cómo poder presionar a las grandes petroleras a que reduzcan sus actividades.
A unos días de que inició la COP27, esta cumbre climática
mundial que se está llevando a cabo en Egipto, la gran interrogante es cómo
poder presionar a las grandes petroleras a que reduzcan sus actividades, que
aunado a la crisis energética en Europa que ha reactivado la demanda de
hidrocarburos, mantienen cada vez más lejano lograr las metas de
descarbonización.
Sin embargo, aunque varias de las grandes firmas han
anunciado que se volverán empresas de energía, para soltar “paulatinamente” el
negocio del upstream, en la realidad, este año ha sido un jugoso negocio al que
difícilmente alguien se puede resistir. Revisemos algunos casos.
Con información al cierre del tercer trimestre de este
año, Shell logró ganancias por 5 mil 896 millones de dólares; entre enero y
septiembre, Chevron generó 24 mil 798 millones de dólares tan sólo del negocio
petrolero, 150 por ciento más que en el mismo lapso de un año atrás.
Por su parte, la noruega Equinor, antes Statoil, informó
a sus accionistas haber amasado 116 mil 486 millones de dólares en los primeros
nueve meses de este año, el doble que en el mismo periodo de 2021.
Sabemos que el negocio petrolero es muy volátil, el año
pasado, por ejemplo, se tuvieron precios negativos, pero con un barril de crudo
50 por ciento más caro contra el año anterior, producir hidrocarburos durante
este año ha vuelto a ser una joya.
Para 2023 la tendencia del precio del petróleo será
similar. Se proyecta que el barril se mantendrá por encima de los 90 dólares,
esto ante la poca voluntad de los miembros de la OPEP para tomar acciones que
bajen el precio, ¿y quién lo querría? si la larga temporada de precios altos
les está trayendo ganancias históricas.