Para poder tener una cuenta verificada en Twitter, Elon Musk pretende cobrar ocho dólares mensuales. ¿Cuántos estarán dispuestos a pagar por su libertad de expresión?.
Confieso que una de las cosas que más me han sorprendido
de este siglo 21 ha sido que los ricos, los de verdad; los que hacen que se
mueva el índice de Wall Street, quienes de golpe pasaron de estar ideando en un
garaje o en su sótano, ninguno de ellos –salvo el gran Steve Jobs– ha buscado
establecer una ideología o compartir algún programa político. Esta es la
primera vez en la historia en la que el interés y sus ideologías no sólo los
harán más ricos, sino que son pensamientos y formas de actuar que sólo
comparten consigo mismos. Estos personajes están dispuestos a vender hasta a su
madre y a su padre con tal de tener un beneficio propio.
Henry Ford fue un hombre que en el siglo 20 cambió el
panorama del mundo inventando un automóvil que se convirtió en un elemento de
modernidad y de transformación industrial. El famoso Modelo T, creado en 1908,
transformó completamente la manera de desplazarse de las personas y marcó una
nueva era en la humanidad. Ford –quien algunos, en su momento, también
consideraron como el “amigo americano de los nazis”– fue testigo de la hazaña
que Charles Lindbergh realizó en 1927 cuando el aeroplano The Spirit of St.
Louis se convirtió en el primer vehículo en cruzar el Atlántico. Saliendo del
aeródromo Roosevelt, de Long Island, y aterrizando en el aeropuerto de Le
Bourget, ubicado a las afueras de París, este suceso fue el inicio de lo que
hoy vemos como algo normal, pero que en su época era algo inimaginable. Aunque
lo más llamativo de la situación fue que, años después del fin de la Primera
Guerra Mundial, y en la antesala de la llegada de Hitler al poder, este hito
permitió la conexión entre América y Europa.
A lo largo de la historia ha habido diversos líderes
políticos, empresariales y financieros que han promovido cambios históricos,
algunos en beneficio de la sociedad, y otros, en beneficio propio. En este
sentido, Franklin Delano Roosevelt fue el último presidente estadounidense que
verdaderamente veló por los intereses de la nación que presidía. Roosevelt fue
un líder que, en medio de una de las épocas más oscuras de la historia como fue
la Segunda Guerra Mundial, logró separar sus intereses personales y los de
quienes lo rodeaban y puso primero el bienestar de su país. Hoy tenemos una
diferente concepción y ejemplos de liderazgo.
Elon Reeve Musk es el nuevo líder del mundo. El
empresario dueño de Tesla, recientemente de Twitter y de muchas otras empresas,
no sólo no es estadounidense por nacimiento, sino que ni nació en ninguna de
las áreas del dominio de Estados Unidos. Elon Musk nació en Pretoria,
Sudáfrica; fue y es un hombre realmente fuera de cualquier clasificación.
Además, es un hombre que vive con las estrellas y que sueña con los poderes
terrenales. Es el único que ha conseguido –mediante un contrato de servicios–
hacer lo que ya no se atreven a hacer instituciones como la NASA, rompiendo las
expectativas humanas. Desde un punto de vista trascendental, es muy importante
ver y analizar todo lo que ha conseguido. Él cree y es el autor de la teoría sobre
que el mundo cambiará el día en el que los cohetes puedan –cosa que hoy ya se
puede gracias a su compañía Space X– ir y venir al espacio sin problema alguno.
Hay quien piensa que Elon Musk terminará como Howard
Hughes, el personaje a quien más se le podría asemejar. Este multimillonario
estadounidense invirtió gran parte de su fortuna en explorar y promover avances
en el sector aeronáutico. Algunos de sus logros fueron los innovadores diseños
en la construcción de aviones como el Hughes H-1 o el Hughes H-4 Hércules,
además de obtener récords de velocidad aérea y producir películas sobre esta
temática que cambiaron la perspectiva de la gente. Hughes es el personaje que
más se parece a quienes tienen un sello distintivo en la figura de Elon Musk,
aunque Musk es el único que se ha atrevido –sin importar el costo, ya que a él
no le importa el dinero de este mundo terrenal– a romper las barreras de lo
imaginable, marcando el inicio de una revolución que, valga la redundancia,
apenas comienza.
Como si no tuviéramos bastante con Tesla, con los
automóviles manejados sin chofer o con todo lo que ha hecho –que es mucho–,
ahora Elon Musk ha decidido internarse y explorar el bosque de la libertad de
expresión. Y lo ha hecho comprando no sólo Twitter, sin importar que con ello
llenó los bolsillos de Jack Dorsey y demás fundadores, sino que lo hizo con el
objetivo de modificar radicalmente la forma en la que están constituidas las
redes sociales. Tras la compra de la compañía, lo primero que hizo fue despedir
a cuatro de los principales directivos de Twitter, entre ellos a Parag Agrawal,
quien fungía como CEO de la empresa. Pagó 44 mil millones de dólares por la
compañía del pájaro azul y por querer hacer de Twitter, de una manifestación
espontánea por parte de sus usuarios, a ser un negocio que sirviera para
cambiar un like por un voto. Y que esto sirviera como herramienta para
reorganizar la estructura global de las comunicaciones.
Lo más apasionante de Elon Musk es Elon Musk. Ni Tesla ni
Space X ni Twitter ni nada de lo que ha hecho aquí representa el final de un
camino, más bien, nos marca la continuidad de una manera de pensar y de actuar.
Si uno piensa en México, no es muy difícil pensar por qué Musk decidió visitar
al gobernador Samuel García y a su equipo de gobierno en Nuevo León. ¿Qué es lo
que Musk quiere y busca? Tras la inauguración de la gigafactoría de Tesla en
Austin, lo que el empresario pretende es consolidarse como un actor automotriz
distinto a todos los que actualmente hay. Sabiendo de la importancia que
nuestro país tiene en esta industria, su maniobra se puede calificar como
audaz.
Musk no es estadounidense ni piensa como tal. Es un
hombre que, no hay que olvidarlo, haga lo que haga en la Tierra será
irrelevante comparado con lo que a él verdaderamente le importa, que es el
reino de los cielos, el espacio infinito. En este sentido, es necesario saber
que una vez instituido Twitter como el tipo de negocio que piensa establecer,
todos los demás le seguirán. Y al final de eso, lo que cabe preguntarse es, a
partir de aquí, ¿qué papel tendrán las redes sociales en la definición y
elección del presidente de México y de otros países? Porque con Elon Musk murió
una época de romanticismo y de aventura e inició una época de negocio que,
cuando se termine de consolidar y se lance, dejará y hará que tenga una
relevancia e importancia completamente distinta a la actual. Y no hay que
olvidarlo… un like no es un voto.
Si un like no es un voto, no hay que olvidar que ni en
usted ni en mí, ni en cualquiera de quien escribe con el corazón y expresa lo
que siente por medio de una plataforma. Tenemos que ser conscientes de que el
derecho a la libertad de expresión ya tiene costo, aunque sea para algunos.
Para poder tener una cuenta verificada en Twitter, Musk pretende cobrar ocho
dólares mensuales. ¿Cuántos estarán dispuestos a pagar por su libertad de
expresión?
Pero al final de todo, Twitter es sólo una parte más del
plan de romper todo tipo de esquemas por parte de Elon Musk. Queriendo o sin
querer, el magnate está haciendo algo que es muy importante. El mundo en el que
vivimos es el mundo de las redes, para algunos benditas y para otras malditas
redes sociales. En cualquier caso, el mundo se ha alterado y es de otra manera
desde que el pájaro azul voló en el mundo de las comunicaciones o desde que uno
verdaderamente existe a partir de que crea su cuenta de Facebook. Lo que pase
con las redes sociales tiene una relevancia extraordinaria para la economía
moderna, pero, sobre todo, para la política y para el espíritu de la
democracia.
Elon Musk podrá cobrar 20, ocho o los dólares que quiera
por tener una cuenta verificada en Twitter, pero hay que saber que cuando uno
verdaderamente llega a la riqueza no utiliza el dinero propio, sino el ajeno.
Lo que pasa es que esta es la primera inversión que puede tener una injerencia
directa –para bien o para mal– sobre el futuro de la política. Entiendo la
decisión de Musk de devolverle la cuenta a Donald Trump, lo que no sé es si
parará de ahí o qué es lo que pasará más adelante. Pronto veremos si Donald
Trump ha recibido el mejor regalo con la llegada Musk.
En cualquier caso, con el proceso de transformación,
tanto interno –con el despido masivo que tiene planeado– como externo, Musk ha
cambiado radicalmente la forma de hacer las cosas y, sobre todo, de hacer
negocios. Lo que es importante es saber qué es lo que quiere el señor Musk,
porque ya sabemos que –como si se tratara de una película de James Bond– el
magnate lo que busca es la conquista de los cielos, no le basta con conquistar
la Tierra. Sea lo que sea su proyecto final, Elon Musk ya ha iniciado un camino
que realmente sí puede suponer un cambio, un salto cualitativo en el
comportamiento social y político.