Llamar a nuevas elecciones no sería una solución definitiva para la crisis que azota a Perú, dice Günther Maihold, ya que ese país sudamericano tiene un problema estructural de gobernanza.
De acuerdo a las personas que protestan en las calles del
Perú contra la destitución y el apresamiento del presidente Pedro Castillo, la
solución para salir de la crisis actual consiste en elecciones inmediatas para
renovar todo el personal político, desde la presidencia hasta el Parlamento.
La ira de aquella gente que interpreta la crisis como un
debacle institucional se dirige especialmente contra la nueva presidenta,
Dina Boluarte, de la cual se sospecha que quiere mantenerse en el poder hasta
el final del periodo presidencial constitucional, en 2026.
El anuncio inicial de Boluarte de querer convocar a
elecciones en abril de 2024 ya fue cancelado por ella, proponiendo, ante las
protestas, una fecha a finales del año 2023.
Aunque es dudoso que esta maniobra pueda calmar los
ánimos, también existen dudas de si es factible encauzar esta vía tradicional para
salir de una crisis institucional que se resume en el hecho de haber consumido
6 presidentes en 4 años.
El camino hacia una constituyente
Por lo tanto, todo indica que la vía electoral no puede
ser la solución definitiva ante un problema estructural de gobernanza en el
país, que abarca los tres poderes del Estado, las relaciones
interinstitucionales, el sistema de partidos, e involucra a la misma sociedad
peruana, que no logra los necesarios consensos básicos sobre la convivencia.
No debe sorprender entonces que el llamado a una asamblea
constituyente sea una de las opciones con la cual se pretende hacer germinar un
"nuevo Perú”, con la redefinición de las competencias entre el Ejecutivo y
el Legislativo, al igual que un rediseño del Poder Judicial.
Tal propuesta, enviada por el expresidente
Castillo al Congreso, no ha prosperado allí, ya que –en parte con cierto
nivel de justificación– se teme que no se pueda lograr la transformación
profunda del país que se ambiciona, y que, además, ese proceso constitucional
no encuentre mucha aprobación en la población.
Allí se refleja también el rechazo de grandes partes de
la población para con los diputados y sus quehaceres. El debate entre una
reforma total, una asamblea constituyente y las modalidades de un referéndum
tiene visos negativos a raíz de las adversidades que sufriera un esfuerzo
parecido en el vecino país de Chile.
La utilidad de un diálogo nacional
Adicionalmente se considera imperativo un diálogo
nacional con características territoriales, es decir con una inclusión plena de
autoridades y organizaciones locales, regionales y nacionales, más allá de las
tradicionales cúpulas partidistas de la vida política limeña.
Tal diálogo podría recoger las inquietudes a lo largo del
territorio nacional, hacia donde se ha ido desplazando la dinámica de las
protestas, especialmente por parte de los seguidores del mismo Castillo.
De alguna manera, la nueva presidenta Boluarte ha querido
dar un impulso en esta dirección con el despliegue de los miembros de su
gabinete hacia las regiones. Sin embargo, se espera más bien un proceso
estructurado que se abra a la colaboración de los actores locales y regionales,
así como representantes de los pueblos indígenas y afroperuanos.
El respaldo de un camino hacia estos acuerdos
fundamentales encuentra sus límites en el clima político del país, marcado por
altos niveles de polarización y de personalización políticos, que demuestran
ser incompatibles con el espíritu de consenso sobre el cual habría que construir
tales espacios de diálogo. Además hay una implícita tendencia que este esfuerzo
pueda convertirse en un gran mercado para "negociar” políticas públicas,
desplazando así las instancias parlamentarias existentes.
https://www.dw.com/es/posibles-soluciones-a-la-crisis-en-per%C3%BA-nuevas-elecciones-o-amplia-reforma-pol%C3%ADtica/a-64125467