BERLÍN.— Ucrania comenzará 2023 con viento en popa. Contra todos los pronósticos, rechazó el intento ruso inicial de apoderarse de Kiev y recuperó amplios territorios alrededor de Járkov y Jersón. En un discurso inmediatamente después de que el Político lo nombrara como la persona más poderosa de Europa, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski se mostró optimista sobre el invierno y predijo que los ucranianos disfrutarán «tiempos de paz» el año que viene.
Sin embargo, como mencionó el exministro de Relaciones
Exteriores polaco Radek Sikorski, es difícil imaginar un acuerdo que permita la
paz. Si el presidente ruso Vladimir Putin desea que Ucrania se mantenga «no
alineada», tendrá que retirarse de su territorio y admitir, a efectos
prácticos, su derrota. Pero eso no es viable para él. De manera similar, es
poco probable que Zelenski considere la cesión de territorios ucranianos a
menos que le ofrezcan la incorporación a la OTAN de su país. Ambos escenarios
son improbables, por lo que parece lógico que el conflicto se prolongue.
La perspectiva de una victoria rusa se desvanece y Putin
se ha centrado en romper la unidad de la coalición occidental que apoya y
aprovisiona a Ucrania. Inició para ello un omniconflicto, que va más allá del
campo de batalla e incluye una ofensiva en varios frentes contra la Unión
Europea.
La cantidad de refugiados en países como Polonia es tan
elevada —el 8% de los residentes del país nacieron fuera de su territorio—, que
algunos comentaristas se refieren a ella como un “país binacional”. Esta
transformación, de un país de emigrantes a uno de inmigrantes, tendrá profundas
consecuencias. Polonia ya gastó más del doble en recibir a los refugiados que
en proporcionar asistencia militar, financiera y humanitaria a Ucrania. Y no es
la única. Alemania recibió, hasta el momento, a más de un millón de ucranianos.
Además de usar la migración en un arma, Putin seguirá
aprovechando su oferta de energía para debilitar la determinación occidental, y
su oferta de alimentos y fertilizantes para aumentar su influencia política
internacional. Un análisis reciente de The Economist señala que las subidas de
precios provocadas por la guerra energética de Putin podrían causar más de
100,000 muertes adicionales en Europa este invierno (es posible que mueran más
personas a causa de ello que por los combates hasta el momento).
Además, es probable que la inflación —resultado directo
de la guerra energética de Putin en Europa— contribuya a la inestabilidad
política en el mundo por la presión adicional a la que somete a las economías
ya agobiadas por el bajo crecimiento, la falta de mano de obra y los efectos de
las disputas comerciales en curso. Para profundizar los efectos de esa guerra
energética, Putin seguirá con los sabotajes y ciberataques para deteriorar la
infraestructura crítica, como ductos, cables submarinos, ferrocarriles y redes
de comunicaciones. También redoblará sus esfuerzos para competir por
influencias y distraer a los responsables de las políticas occidentales en
regiones en tensión, como los Balcanes Occidentales, Oriente Medio y África.
El objetivo de estas estratagemas es más político que
económico. Putin cree que la mejor —y tal vez única— senda hacia la victoria es
la fragmentación de Occidente. A través de la desinformación en las redes
sociales y otros subterfugios, el Kremlin está usando todas las herramientas en
su poder para interferir en la política europea y abrir fisuras
transatlánticas.
Para enfrentar el asalto del Kremlin en diversos frentes,
la UE no sólo debe mantener su unidad, sino también aumentar su apoyo a Ucrania
para demostrar que Europa no es ventajista, y comenzar a formular una política
compartida a largo plazo para lidiar con Rusia. No será fácil, considerando la
escasa confianza entre los estados miembros al respecto.
Como mínimo, los países de Europa occidental tendrán que
abandonar el sueño de construir una arquitectura para la seguridad europea que
incluya a Rusia. A esta altura sólo se puede lograr un orden europeo en
oposición a Putin, no asociándose con él. Al mismo tiempo, los países en el
frente, como Polonia, tendrán que aceptar que, incluso, un orden para la
seguridad europea orientado contra Rusia tendrá que mantener canales
diplomáticos para resolver otras cuestiones.
Tanto el recrudecimiento como la diplomacia desempeñarán
funciones importantes para mantener el apoyo público a la ayuda a Ucrania y las
sanciones contra Rusia, especialmente en los países que no se sienten
directamente amenazados por el Kremlin. La UE necesita un paquete de políticas
integral que considere todo —desde la energía y las migraciones hasta la
infraestructura crítica y la política interna— para defenderse del
omniconflicto de Putin. Los europeos se unieron en forma novedosa para
enfrentar la crisis de covid-19, deben volver a hacerlo para lograr la
inmunidad de rebaño contra la agresión, la presión y los embustes rusos.
***Mark Leonard, Director del Consejo Europeo de
Relaciones Exteriores
Copyright: Project Syndicate, 2022.