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Dossier Joseph Ratzinger  
 
05/01/2023 | Vaticano - La muerte de Benedicto XVI abre la puerta a una escisión en la Iglesia

Gian Guido Vecchi

Su desaparición, como figura que aportaba estabilidad, podría desencadenar un cisma entre conservadores y progresistas. Benedicto XVI representaba un "elemento decisivo de estabilización y distensión", reflexionan en el Vaticano quienes le conocieron bien. "Entre quienes se inspiraron en él y se oponen a Francisco, la muerte de Joseph Ratzinger podría provocar dos efectos opuestos. O bien pacificar aún más, lo que es poco probable. O, más probablemente, causar una gran inestabilidad, tanto en el Vaticano como en la Iglesia universal".

 

Desde el Monasterio Mater Ecclesiae, Benedicto XVI fue ejemplar en cuanto a lo que antaño se llamaba el sensus Ecclesiae (el sentido de la Iglesia). El Papa es el Papa, para un católico no se puede elegir como referencia al que más se acerque a tus ideas. Una lección que Ratzinger dio el 28 de febrero de 2013, cuando se dirigió a los cardenales antes de que se hiciera efectiva su renuncia al papado, sin poder saber quién sería su sucesor: "Entre vosotros, entre el Colegio Cardenalicio, está también el futuro Papa, al que prometo ya mi reverencia y obediencia incondicionales". Las mismas palabras que repitió a Francisco cuando el nuevo Papa le llamó a Castel Gandolfo la tarde de su elección.

Así, durante 10 diez años, a través de sus escritos o de confidencias al biógrafo Peter Seewald, las palabras de Ratzinger han frenado las fuerzas centrífugas más evidentes. Y no se trata sólo del ala extrema o de los conspiradores varios que nunca le perdonaron la renuncia o imaginaron que no era válida y que Benedicto había sido forzado por quién sabe qué poderes: "Todo eso son tonterías. Nadie intentó chantajearme. Ni siquiera lo habría permitido", explicó el emérito.

Un cierto descontento ha ido creciendo, con Estados Unidos como epicentro de la oposición. Durante mucho tiempo se ha hablado del cisma de la derecha católica estadounidense, hostil a Bergoglio y rica en financiación y redes, que ha planeado como un espectro durante años, una amenaza a la que Francisco ya respondió con calma pero con sequedad, en 2019, al hablar con los periodistas: "Rezo para que no haya un cisma, pero no tengo miedo: ha habido muchos cismas en la Iglesia".

El panorama es variado. El bando más extremo y pintoresco está representado por el ex nuncio en Nueva York Carlo Maria Viganò, un arzobispo jubilado que ya pidió en 2018 la dimisión de Francisco y que desde entonces le ha acusado de estar "del lado del Enemigo", es decir de Satanás. También está el cardenal ultraconservador Raymond Leo Burke, antes amigo y luego rival de Steve Bannon. Y no debe olvidarse la resistencia menos explícita pero más insidiosa: en noviembre, los obispos estadounidenses eligieron por mayoría a Timothy P. Broglio, arzobispo, militar y alejado de Francisco, como nuevo presidente.

Los que nunca han digerido el pontificado de Bergoglio se están organizando, y no es ningún misterio que ya están pensando en el próximo cónclave. La referencia del ala más conservadora, en el Vaticano, es el cardenal guineano Robert Sarah, de 77 años.

En el extremo opuesto se encuentra el otro temido "cisma", el "progresista", que tiene como referencia Alemania y el Sínodo de la Iglesia alemana, con discusiones sobre el sacerdocio femenino, la posibilidad de bendecir a las parejas homosexuales, la revisión del celibato sacerdotal obligatorio ("para algunos sacerdotes, sería mejor que estuvieran casados", observó el cardenal alemán Reinhard Marx), en definitiva, una serie de cuestiones debatidas sobre todo entre los fieles del norte de Europa.

En medio están España, Francia e incluso Italia, descontentos de episcopados silenciosos que aún no emergen. Todo esto lo sabe Francisco. Se acerca el Sínodo que se reunirá en octubre de 2023, y no es casualidad que haya querido alargar los plazos y prever una segunda parte en 2024, para permitir que las tensiones crecientes se apacigüen. El Pontífice quiere que la Iglesia reflexione sobre sí misma y encuentre nuevas formas de hablar al mundo, sin barricadas ni huidas hacia delante.

***Gian Guido Vecchi (CORRIERE DELLA SERA / EL MUNDO)

El Mundo (España)

 



 
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